Ante la deportación de Joaquín Pérez Becerra y el asesinato de José Agustín Gamboa y José Joel Torres: uno y el mismo problema dentro de la revolución

El movimiento campesino Jirajara suscribe las manifestaciones de protesta y condena en contra de la deportación del director de Anncol, Joaquín Pérez Becerra, ciudadano sueco, sobreviviente de la masacre llevada a cabo por el terrorismo de Estado colombiano contra la Unión Patriótica. Pero no nos agarra fuera de base. Las previas y cuestionables extradiciones de Carlos Julio Tirado Hernández, Carlos Duban Pérez Marín, Nilson Navarro, Priscila Ayala Mateus, Oswaldo Espinosa Barón y Nilson Albin Teherán Ferreira, los dos primeros guerrilleros del Ejercito Nacional de Liberación y de las Farc el resto, son pasos que apuntan hacia esa cara nueva de la relación política Venezuela-Colombia.

Lo mismo la reunión Santos-Lobo-Chávez, legitimando la dictadura de fachada electoral en que derivó el golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya, y que bastante amargo resulta para nuestros(as) compañeros(as) de la resistencia hondureña, en especial las comunidades campesinas hermanas del Aguán, que actualmente resisten contra la embestida paramilitar y militar.

Pero si al caso de las deportaciones del grupo de guerrilleros se le puede dar una lectura en la que quepa con mayor sentido la “razón de Estado”, y tratándose de factores beligerantes el gobierno haya actuado en consecuencia, absteniéndose de participar en el conflicto armado, y que, incluso, por otro lado, en el caso hodureño se podría interpretar como una maniobra arriesgada para permitir el reingreso del presidente Zelaya a Honduras, en el caso de Pérez Becerra nada pareciera justificar la deportación casi inmediata, el reconocimiento del lenguaje de la dominación imperial repitiendo la trillada fraseología del terrorismo internacional y la bofetada a la memoria histórica.

Sin lugar a dudas, la diplomacia traqueta de ese gamonal de narcofinca llamado Álvaro Uribe ha cobrado mayor sofisticación en las manos de un verdadero agente de la oligarquía virreinal colombiana, la verdadera dueña del circo y una de las más sucias y entreguistas. La sombra de Santander medra en lo que no se dice de las verdaderas intenciones de la administración Santos, es decir, de la administración Obama. En la clave del Departamento de Estado Uribe es a Bush lo que Santos a Obama.

Eso se sabe, el pueblo lo recuerda, y se trata de la política puertas afuera. Lo que sí  consideramos totalmente inaceptable es el silencio oficial y el intento de autocensura de los medios de comunicación que torpemente propugna el Sistema Nacional. Y esto sí es un punto inaceptable.

Pero además, la ejecución de este caso no podemos dejar de asociarlo con lo que viene ocurriendo en el campo, en el memorial de la lucha campesina. No podemos dejar de asociar la deportación de Joaquín Pérez Becerra con la liberación de los “presos políticos” gestionada por un grupo de estudiantes sifrinos que simulaban un circo más que una huelga de hambre; no podemos dejar de asociarlo con la impunidad reinante en los 234  casos de asesinato contra dirigentes campesinos ni con el descaro con que algunos de los autores intelectuales, todos sicarios latifundistas, andan sueltos en libertad, así como tampoco podemos dejar de asociarlo con los 2100 campesinos criminalizados y desmovilizados con órdenes de caución por luchar por el rescate de tierras malhabidas, en manos de tribunales agrarios complacientes con el latifundio; y finalmente, no podemos dejar de asociarlo con la amnistía con los procesados cuello blanco por el golpe de abril de 2002 en el pasado 2008.

El pasado 12 de abril, en la Ciudad Comunal Campesina Antonio José de Sucre (sector Induma, parroquia Santa Cruz de Guacas del Municipio Andrés Eloy Blanco, estado Barinas, cerca del Río Uribante), la familia Gamboa Durán fue víctima de otro episodio de encarnizado ensañamiento que destaca el perfil con que el paramilitarismo colombiano ejecuta su estrategia de terror y muerte, cuando un grupo comando, armado con fusiles de asalto y demás artillería de guerra, irrumpe contra la casa de la familia Gamboa Durán, tortura física y psicológicamente con todos los pasos que enseña el manual de tortura de la Escuela de las Américas, y que ha sido bien aprendido y sofisticado por paracos en general, reduciendo y desmovilizando a los habitantes del fundo, toda vez que los interrogaban por la presencia de la guerrilla.   

A tal punto llegó  el sadismo que al momento de irse, los asesinos avisan que se retiran a las mujeres que encerraron, y que cuando se suelten verán quiénes faltan. Efectivamente, Mercedes Durán e Hilda Gamboa, al lograr liberarse, se encuentran con Euclides Gamboa y José Rafael Gamboa heridos, y con la desaparición de José Agustín Gamboa y José Joel Torres, el primero hijo de José Rafael y Mercedes, hermano de Euclides y el segundo yerno de José Rafael y Mercedes, esposo de Hilda.  

Tienen que pasar dos días para que el 14 de abril, a 17 kilómetros de la Ciudad Comunal aparecieran los cadaveres mutilados y torturados de José Agustín Gamboa y José Joel Torres, como lo denuncia el comunicado del Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora, con quienes simpatizaba la familia, que a su vez denunciaban el tráfico de gasolina por los pasos fronterizos, es decir, hacían su aporte en la defensa de nuestra soberanía.  

Estos hechos reflejan con claridad el accionar de fuerzas de exterminio, que sin lugar a dudas expresan la intencionada ampliación del Plan Colombia en el occidente del territorio nacional. Esto no sería posible sin la complicidad de terratenientes y miembros de los cuerpos de seguridad venezolanos.

Con el representante de esa política de exterminio es con quien estamos mejorando las fundamentales relaciones entre Venezuela. Para nosotras(os) queda bien clara en la memoria la invasión contra Ecuador, el escándalo de los falsos positivos, las bases militares en Colombia. Y si en estos momentos se visten de Santos y tratan de vender un falso proceso de reivindicación del campesinado colombiano con un remedo de reforma, por el otro lado entendemos que se realiza solo para remozar y reformular la misma contrarreforma agraria de siempre, desde la muerte del Libertador.

De eso nos da noticia el terror y la incertidumbre que viven nuestras hermanas y hermanos campesinos de las tierras comunitarias de Curvaradó y Jiguamiandó en el departamento del Chocó, tierras comunitarias de afros e indígenas que al haber padecido el desplazamiento de 1500 campesinos producto del fascismo empresarial-paramilitar, ahora nuevamente son abandonados a su suerte por el ejército que abandona la zona haciendo caso omiso a una orden de la desvencijada Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Es por todo lo mencionado que repudiamos la efectividad de la justicia en ciertos casos y su total inexistencia en otros, y más cuando se trata de peticiones sospechosas del paragobierno colombiano.

El proceso revolucionario del que formamos parte, la construcción del poder popular, la transformación cultural, siempre van a exigir que la crítica sea abierta, libre, en constante movimiento y permanente. Aquí manifestamos nuestra crítica, que no es más que otra muestra de nuestra lealtad a la Revolución, al proyecto socialista y al Comandante, sobre todo cuando un grupo considerable de revolucionarios de oficina pretende conducir el proceso por el camino de la traición y el gatopardismo.   
 
 
 
 


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