En la que, dolorosamente, nos despedimos de un nuevo desengaño, por elegir –tantas veces– al menos malo en vez del mejor. (Treinta y cinco años después, los buenos aún no postulan
“Superarán otros hombres, este momento gris y amargo”
(Salvador Allende Gossens)
Gracias le damos, Gabriel,
por las tareas no hechas
y entregar a la derecha
el gobierno y el poder.
Nada podemos hacer
–señor de las volteretas–
con sus vueltas de chaqueta,
pues son hechos consumados:
hoy usted se va forrado
a gozar sabrosa dieta.
Usted se va pa su casa,
otros van pa’l campamento;
unos, detrás del sustento,
otros, a evaluar las tasas.
Así, la vida se pasa
entre sueños y dolores,
o entre acciones y valores
que en el mercado se transan
mientras muere la esperanza
en este campo de flores.
Muy malo es robar caudales,
como hizo Pinochet;
tan malo es lo qu’hizo usted:
defraudar connacionales.
Sin sopesar ambos males,
la plata se recupera;
rellenar la faltriquera
no devuelve la confianza
pues toda la fe no alcanza
pa sostener la quimera.
El globo se desinfló
y de un viaje se fue al suelo,
no fue muy lejos su vuelo
y el legado se esfumó.
¿Qué derecho tengo yo
de reclamar por lo obrado?
El derecho que he ganado
por confiar en sus promesas
y lamentar la certeza
de haber sido otro estafado.
¡Qué problema pa su niña
cuando los libros de Historia
contradigan la memoria
a que en su casa la ciñan!
Cuando su foto destiña,
seguirá presente el daño,
la decepción, el engaño,
la pena y la frustración,
y dirá la población:
"no me hablen ya, de esos años".
Hoy no se agolpan los niños
para verlo cuando pasa,
ni en las rejas de su casa
pa demostrarle cariño.
Hay un cierto desaliño
en su discurso reciente:
su tono grandilocuente
se percibe desmañado;
por si cuenta no se ha dado,
ya no le cree la gente.
No intente volver al ruedo;
rota la gran ilusión,
no aguantará la nación
tanto bochorno de nuevo.
No regrese, que no puedo
imaginar más desaires;
los sueños los llevó el aire,
y la cruda realidad
es saber que usted se va
torpemente y con desgaire.