El candidato oponente no llegó a frijolito III

Fue una verdadera ventaja para Chávez tener como candidato oponente a Manuel Rosales.

Es cierto que Rosales no es un “oligarca”, como Enrique Salas Römer —con la mácula de una primera derrota—, ni un “niño bien” como Julio Borges —que prefirió esperar su mejor momento—, pero habría que preguntarle al oráculo de Delfos las razones por las cuales la oposición, a la hora de seleccionar un candidato único, optó por el gobernador del Zulia.

Las evidentes dificultades del candidato opositor para armar un discurso coherente, a veces, para simplemente responder preguntas de periodistas acusiosos, fueron un contraste marcado con Chávez, que se ha caracterizado —desde la madrugada del 5 de febrero de 2002— por su labia envolvente.

De las opciones que tenía la oposición, Rosales es el que más tiene “cara de pueblo”, pero contradictoriamente, es el que menos puede entablar un diálogo con los sectores más populares de la población.

Otro detalle importante es que, dado el pasado político de Rosales, cuesta creer que él represente una alternativa al chavismo.


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