Ahora a la crítica se le llama anarquismo

El sábado 22 de marzo Luigino Bracci escribió en venezuela.indymedia.org un artículo de nombre "Chávez: Guerra a la indisciplina" (http://venezuela.indymedia.org/es/2008/03/16800.shtml ). Esto que anexo es una respuesta necesaria.

Imagino que Luigino escribe como reportero en vez de articulista. Lo digo porque refrenda por lo redondo lo que expresa Chavez: "El Presidente afirma que, alentados por la derrota del 2 de diciembre, algunos grupos han opinado que los que están en el poder ya no son el poder constituyente sino el poder constituido, y que ya no merecen estar en el seno del debate del poder popular. Opina que este es un discurso inducido desde la derecha y el imperialismo, y que usa lemas como "no queremos que nos gobiernen, queremos gobernar".", sin indicar por su propia boca si esto es correcto o equivocado.

¿Es anarquista la frase NO QUEREMOS QUE NOS GOBIERNEN, QUEREMOS GOBERNAR? Si esto es así entonces habrá que agarrar los textos de los clásicos y aprender de nuevo. Un anarquista que se precie no utilizaría nunca la palabra GOBERNAR en alguna consigna ni el primer sentido ni en el segundo, sencillamente porque sería contradecir de entrada que por lo que siempre lucharon Bakunin, Proudhon o Malatesta, la eliminación inmediata del estado, la familia, el dinero, pasaría por el total contrasentido de reconocer el gobierno, y por lo tanto, la temporalidad o la transición hacia el fin último. Para los anarquistas destruir el estado como estrategia pasa por no reconocer en esencia ni el gobierno actual ni otro que reconozcan quienes lo tumben. De ahí que el mismo problema de la organización política para acabar con el estado, el partido político, sea un enmarañado de posiciones que no respeta centralismo democrático alguno en su afán de no organizarse. Por ende, asumir el gobierno y gobernar al estado es toda una penosa confusión para cualquier anarquista.

Entonces si la consigna QUEREMOS GOBERNAR no es para nada anarquista, a qué se debe del análisis reporteril de Luigino que Chavez los tilde de este mote. A Chavez le preocupa sencillamente que el poder que detenta pueda ser compartido con el pueblo, cuestión que luego de la crisis política que le estalla después del 2D al perder él el plebiscito y no la reforma constitucional, se torna más comprometedora si por un lado la derecha insiste en su remoción por cualquier medio o vía, y por la otra, las masas delimitan aún más su ascenso ante lo incompleto o desacelerado de su "socialismo" a lo siglo XXI. Expresiones de poder constituido o constituyente son claras maniobras para disciplinar, "regimentar", a las mayorías descontentas pero aún ilusionadas con él.

El desfalco "democrático", "participativo" y "protagónico" de su nacionalismo antimperialista bajo la perversa administración de sus funcionarios que en nada lo aplican, lo obligan a asumir la imposición de la disciplina que Chavez en sí mismo no aplica para con los problemas nacionales de inseguridad, escasez, acaparamiento, inflación, desvalorización del salario, y pare usted de contar. Y es que el nacionalismo ha llegado a su techo bajo el marco capitalista y burgués imperante. Aún nos falta por ver cómo se comporta ante una muy probable crisis económica como consecuencia de la catastrófica crisis del capitalismo financiero internacional. Ante el desfalco mencionado, hay algo bastante claro para las masas explotadas y oprimidas, ellas quieren hacer lo que no hacen los funcionarios dispuestos por Chavez, ¡GOBERNAR!

Chavez no necesita hacer aspavientos para demostrar su intención de disciplina. Una de las demostraciones más claras la están viviendo los trabajadores de Sidor. La disciplina vino por boca de su ministro del trabajo, al ubicarse por encima de la lucha de clases tradicional entre explotadores y explotados, y tratar de imponer el contrato colectivo de Chavez, que a final de cuentas resultó ser el de la patronal. No contento con regimentar con un contrato a su gusto y manera, obviando de plano las intenciones de "querer gobernar" de los propios trabajadores su contrato, impone un referendo, y quizás un decreto de reanudar faenas si los trabajadores de Sidor convocan la huelga definitivamente.

Lo peligroso de la regimentación (imponer disciplina) es que le coloca una mordaza al movimiento obrero y frena su movilización. Pero peor aún, satisface a la burguesía que los explota. El fin último de la regimentación es convertir a los sindicatos en oficinas del estado por intermedio de una burocracia parásita que las administre.

La historia de otros países en otros momentos está de nuevo a punto de repetirse en nuestro país. Y lamentablemente a Luigino Bracci lo encontrará reportando y no discerniendo la lucha de clases. Hoy más que nunca la consigna de las mayorías explotadas y oprimidas de forma organizada debe continuar siendo ¡NO QUEREMOS QUE NOS GOBIERNEN, QUEREMOS GOBERNAR!

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Opción Obrera



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Roberto Yépez


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