De Copenhague a Puerto Príncipe

Hablar de la “reconstrucción” de Haití como siguiente fase después de ese demoledor terremoto, es un término impropio, y el hecho de manejarlo como se está haciendo por las grandes naciones “solidarias”, linda hasta con la estupidez. No se puede hablar de “reconstruir” algo si nunca se ha hecho algo por re-construirlo de verdad. Haití siempre ha estado destruido. Este país del Caribe fue desforestado en un 60% por los franceses en los umbrales del siglo XX, posteriormente vino la ocupación por parte del imperio norteamericano y, ahora, ocupado de forma “multinacional” incluyendo a gobiernos de “izquierda”. Haití ha sido severamente golpeado por furiosos huracanes que también han pasado tocando suelo cubano, pero la cifra de muertos a consecuencia de esos huracanes es mayor en Haití que en la vecina Cuba. Esto se debe a que el sistema de prevención cubana es de encomiable reconocimiento, lo cual se ha logrado por la autodeterminación de esa nación de José Martí, lo que ha implicado a que nadie llegue a meter manos. A lo mejor por eso ningún cubano ha sido galardonado con el Nobel de la Paz; y parafraseando a Eduardo Galeano, esto es como el mundo patas arriba, “La historia del mundo al revés”.

Este fenómeno natural ocurre días después del fracasado encuentro en Copenhague, Dinamarca, sobre la cuestión medioambiental, en la cual los países causantes del acelerado incremento del calentamiento global ridiculizaron a los grupos y países defensores del medio ambiente, tratando de imponer una agenda que significa crecimiento en las cuentas bancarias de unos pocos a costa de la destrucción del planeta Tierra. Lo ocurrido en Haití, es producto de la indiscriminada tala de árboles por Francia, esa misma que habló de los derechos del hombre, pero a lo mejor de los derechos del hombre blanco. La deuda moral de los franceses para con el pueblo haitiano es tiempo de irla subsanando.

Pero es de preguntarnos ¿por qué tanta “preocupación” por la tragedia que hoy viven los haitianos? El asunto es que han muerto una enorme cantidad de personas que realizaban “tareas de paz”, entre ellos muchos brasileños y norteamericanos. Esa es la esencia de las motivaciones que condujeron hacia esa hipócrita solidaridad mostrada por las grandes naciones. Dicen en mi país que “en río revuelto, ganancia de pescadores”. Esta tragedia le es muy útil al imperio norteamericano, porque con el so pretexto de “ayudar” a las víctimas del terremoto, un Estado en esas condiciones firma prácticamente Contratos de Adhesión. ¿Qué recibirán a cambio las grandes naciones por esa ayuda humanitaria? ¿Cuál será el costo que pagará el pueblo haitiano por tanta derramable “solidaridad”?

Indudablemente Haití a lo mejor ha de tener reservas de petróleo y gas natural. Además Haití es una desértica industria maquilera en la cual los obreros trabajan a un precio del esclavismo en pleno siglo XXI. El terremoto en Haití puede calificarse de atípico, puesto que el último temblor ocurrió hace más de 200 años; definitivamente esto tiene mucho que ver con el calentamiento global y consecuente cambio climático, cuyos responsables son únicamente los países industrializados. Como diría el Comandante Hugo Chávez, lo que hay que cambiar es el sistema. ¡Copenhague, ahí está Puerto Príncipe, la prueba irrefutable de las consecuencias del desenfrenado desarrollo económico!

*El autor es salvadoreño.

http://alimontoyaopinion.blogia.com


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