Las Bases Militares: Cánceres del Cuerpo Social

Ojalá un día, los poderosos de la tierra, de cualquier poder, (políticos, militares, empresarios, sacerdotes, científicos etc.) pudieran sentir a la tierra toda como un organismo vivo, como la GAIA, como la Pachamama, como la Madre Tierra o la Madre Naturaleza, en la que todos los elementos están interconectados intrínsecamente,  y la existencia del todo depende del buen funcionamiento de las partes. Si pudieran mirar la tierra así, aunque sea por un instante, quedarían aterrados. Por muy lerdos que fuesen, se darían cuenta de que están en presencia de una enferma, -y no cualquier enferma, sino su propia madre- en fase terminal.

Verían unos pocos órganos obesos, (¿el intestino, el hígado, los riñones?) llenos de grasa, colesterol e impurezas de todo tipo, con tumores alimentándose a costa del resto del organismo, deformes e insensibles, secretando por sus células sustancias tóxicas de todo tipo, producto de su metabolismo enajenado y loco.

Verían a otros muchos órganos famélicos, agotados, anémicos. Ellos tienen la insoportable carga de alimentar el insaciable apetito de los tumores. Y por si ello fuese poco, están obligados a consumir y procesar sus secreciones malsanas, cosa que han de hacer de seguro con reticencia, rechazo y asco. Los órganos que alojan el cáncer originario, tienen la loca ilusión de que podrían hacer desaparecer, en una horrenda amputación, a los que han obligado a padecer y enfermar, sin que ellos mismos desaparezcan, cosa que es absolutamente imposible. Que todos somos hijos de la tierra, independientemente del lugar donde existimos, y si la tierra sufre, todos vamos a sufrir, y si muere, todos vamos a morir, independientemente del monto de las cuentas bancarias o del lugar ocupado en la escala del poder. 

Por otra parte se han olvidado de una elemental realidad: quien hace padecer, padece. Igual o acaso más. Es el efecto del muelle. Si hacemos presión sobre algo, ese algo reaccionará con una fuerza semejante, pero en sentido contrario. Lo que a la larga agotará a quien hace la presión y el mulle se liberará indefectiblemente. Mientras tanto, el agotamiento físico y el sufrimiento de quienes reciben la presión, se va a transmutar en el que presiona, haciéndole padecer de trastornos por exceso, en su cuerpo y en su mente. Y siempre estará el peligro de que el muelle se rompa eliminando a ambos extremos.

La sangre fluye y las células se alimentan por igual, a no ser que exista un tumor canceroso que crece y crece, sin aportar nada al funcionamiento del organismo. Cáncer que terminará haciendo metástasis y matando al organismo en su totalidad, sin respetar al tumor mismo. ¿Suicidio calculado?

En esta visión, las bases militares son como metástasis, que se alimentan de -y oprimen a- las células sanas, secretando como desechos tóxicos variados, drogas, enajenación, prostitución, enfermedades, etc. Sin contar el dolor moral que implica para el pueblo en que se asientan, el recordatorio constante del dominio y la fuerza, por encima del amor y la amistad.

La lógica del poder y del dominio, sin duda, es enfermiza: ha de ser sometida con urgencia a un tratamiento psicológico. ¿Constituye el establecimiento de una base militar, un gesto de amistad, de ayuda o solidaridad?

Pensemos en los habitantes de la tierra como pertenecientes a una sola comunidad, y como miembros de una gran familia, donde existen diferentes casas. Ya esta visión engendrará en los seres sensibles dolor y horror, pues unas son inmensas y en ellas sobrará de todo, mientras que en otras, faltan los elementos indispensables para vivir con decoro y disfrute. (Por cierto, para recalcar la locura, esta situación se repite con más o menos evidencia dentro de las casas mismas, donde unos espacios están en condiciones paupérrimas y otros en extrema abundancia, lo que hace que estén en permanente peligro de derrumbe). ¿Qué psicología será necesaria para aceptar este estado de cosas como natural y justo? Sin duda una muy enferma y antihumana.

Pues bien, si a algunos seres sanos, habitantes de una de las casas, se les ocurre intentar mejorar este estado de cosas, o simplemente organizar su casa en forma diferente, resulta que será tildado por la lógica del poder, cuando menos de loco y cuando más de terroristas. Y casi siempre de ambas cosas. Habrá entonces que hacerlos desaparecer (curarlos), por cualquier medio: sembrando el miedo y la división en la familia misma, por tratamiento Psiquiátrico, por aislamiento etc. y cuando fallan los “tratamientos” pues simplemente matándolos, (a todos a una parte o al cabeza de la familia diferente), para evitar que el “mal” se propague a otras casas.

Como muchas veces la familia dominante está muy lejos, (los “hospitales del mundo”) entonces, como muestra de amistad y generosidad, en primer lugar, se traen algunos habitantes del vecino más cercano al “Hospital”, para enseñarles a pensar y vivir, para que convenzan a su familia cercana, y a los vecinos, de su “mal” y le pongan “Cura”.

Por cierto ¡que extraños vecinos estos! Que ayudan a gente lejana, a la que apenas conocen, a eliminar a los vecinos más cercanos. ¿Es que aspiran a quedarse con su casa? Aspiración baldía, pues de antemano todos saben cuál será su futuro propietario. O es que les gusta el papel de Judas, y piensan que con unos talentos van a resolver su miseria.

Si esta ayuda no da resultado, entonces se envían “asesores de higiene” y “médicos” (casi siempre cirujanos), que en su lengua natal se les llama soldados. Y como estos ayudantes son especiales y no quieren someterse a las leyes del vecino visitado, ni compartir su vida, se les pone a buen recaudo en un cuarto especial de la casa, preparado especialmente para las metástasis de la locura. Lo cual demuestra a las claras que no respetan al vecino sumiso, ni vienen a ayudarle, sino a imponer sus condiciones de vida y pensamiento. Por cierto, estos “embajadores de la amistad” no son muy tranquilos que digamos: sus costumbres y necesidades son diferentes y van a satisfacerlas a costa de la tranquilidad de la casa de sus “amigos”. Necesitan mujeres, bebida, drogas, diversión etc., que no pueden satisfacer en sus bases y lo hacen entonces en los cuartos de la casa del “amigo” ¡Y con su familia! ¡Que el precio de Judas es barato, pero sus consecuencias caras!, para aliviarlas, tuvo que suicidarse.

¡Que lógica la del mundo! Los locos son sanos y los sanos son locos. Los pacíficos son terroristas y los terroristas son pacíficos. Los buenos son malos y los malos son buenos. Los egoístas son altruistas y los altruistas son egoístas etc. Esta lógica enferma, sólo puede llevar a la destrucción de los sanos y los locos, los pacíficos y los terroristas, los buenos y los malos. La lógica de la oposición y de la guerra no es de la vida, sino de la muerte, simplemente no resulta funcional, ni en medicina, ni en política. “Vale más precaver que tener que lamentar” refrán al que no acostumbran los humanos hacer caso.

¿Quién gana, en la verdad de la verdad, con esta situación enajenante, enfermiza y loca? Por su propio bien debían repensar su filosofía los poderosos de la tierra. El poder, la explotación y el crimen no pueden proporcionar placer, felicidad ni dicha -verdadera y esencial- a aquellos que para mantener el dominio matan, hacen sufrir y oprimen. La historia de la humanidad enseña una y otra vez esta lección, ¿Será estúpida la especie humana? O más bien ¿Serán estúpidos los poderosos de la tierra? Si están empeñados, por una especie de afán suicida, en morir de cáncer, al menos liberen a la humanidad de sus proyecciones metastásicas, y háganlo pronto, ¡háganlo ya!

Quizás las energías creadoras de los jóvenes de los imperios, que hoy se ven obligados a servir de peones del veneno, malgastando sus vidas y su tiempo en una actividad estéril y enfermiza, eliminarían o ayudarían a eliminar el cáncer originario de sus metrópolis. Con bases militares, y agregando violencia al mundo, no van a resolver sus propios problemas, ni los de la tierra, más bien los agravarán, a la corta o a larga.

Va siendo hora de que entre los derechos del ser humano se incluya este:
“No tener bases militares extranjeras en sus tierras”

Y luego:
“No tener bases militares, ni siquiera propias”

Aprendamos a pensar. En última instancia, las bases militares sólo sirven para matar, oprimir y hacer sufrir, tanto a los habitantes del lugar donde se asientan, como a los que en ellas viven (o malviven).



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Orlando Licea Díaz


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