Los Corleone lloraban inconsolables en los funerales de sus víctimas

Uribe pide perdón a sus vecinos luego de cerrar el trato, de cerrar el negocio con los gringos. Pone su carita de seminarista recién sodomizado y pide de nuevo perdón. A regañadientes asiente Correa pero advierte que “ojalá no tenga que pedir también perdón a Sudamérica aceptando bases extranjeras en Colombia”. Por entregarlas al Comando Sur, al general Douglas Fraser, ex alumno del colegio Nueva Granada de Bogotá.

No se le puede creer a Uribe. Los mafiosos lloran desoladoramente en los entierros de sus víctimas. Hacen campañas paradigmáticas contra la prostitución en tanto fortalecen sus redes de tráfico de personas. Son unos artistas, unos histriones contumaces. Mienten sin que les tiemble la voz, sin un ligero rubor en las mejillas, sin un leve temblor en las manos.

Siempre he sostenido que para entender la psicología de la mafia hay que ver muchas veces “El padrino” de Ford Coppola. Michael Corleone podría ser el clón de Uribe: el único que estudió, era abogado y la esperanza de la familia, el único que podía reivindicarla, sanearla, sacarla de los bajos fondos, pero no pudo, la sangre tira, demostró que era el más cruel y el más sanguinario. No en vano Don Vito Corleone le dio la jefatura del clan.

Es necesario también leer en Internet el capítulo tercero de Los Jinetes de la cocaína (1987) de Fabio Castillo, periodista y escritor de El Espectador y desde aquella época en el exilio. El libro describe los diferentes carteles de la droga por las décadas de los 80 y 90, hace mucho tiempo, más de 20 años, cuando nadie conocía a Álvaro Uribe Vélez. Se debe leer Biografía no autorizada de Álvaro Uribe Vélez (El señor de las sombras), publicado en 2002, de Joseph Contreras, periodista estadounidense y Fernando Garavito -ex columnista de El Espectador, escritor y poeta, esposo de María Mercedes Carranza, una de las poetas más preclaras de Colombia- hoy en el exilio. Hay que leer Los confidentes de Pablo Escobar de Gonzalo Guillén, periodista del Nuevo Herald de Miami, hoy en el exilio. Y más recientemente Colombia laboratorio de embrujos de Hernando Calvo Ospina, periodista y escritor de Le Monde Diplomatique, exiliado hace mucho tiempo en París.

Hay que leerlos para no comer carreta, para que no nos metan el dedo en la boca. Pero también tener en cuenta que no estamos tratando con raponeros de calle, que la mafia colombiana destronó a la siciliana en el imperio por la brutalidad de sus actos. La mafia siciliana por lo menos tenía un código de honor, no se podía atentar contra las mujeres y los niños. La mafia colombiana toma fotos de los hijos de quienes amenaza, entrando al colegio, y se las remite con sufragios… y les da ‘chumbimba’, inexorablemente, si no acceden a sus exigencias.

Y esa mafia está en el poder. Tiene la fuerza inconmensurable de un Estado, aliado, además, con el imperio. No en vano Uribe era el consentido de Bush, no en vano en los estertores de su gobierno recomendó a la nueva administración y al congreso el TLC con Colombia como algo cuya ausencia podía afectar la seguridad nacional (¡).

Y todas las expectativas y esperanzas que había despertado Obama se diluyeron. En estos momentos lo tienen pidiéndole perdón y dándole cerveza a los policías que garrotean y humillan a los otros negritos, así sean profesores de Harvard. Por ahí lo estaba entrevistando un niño de 11 años mientras la fiera de la Hillary, que encarna la derecha extrema, es la que manda y decide (la Condoleezza puede ser un corderito. Hasta siente uno piedad de Clinton, ¡como sería cuando el affaire de la lingüisky!).

Total que el imperio sigue igual. Luego de Irak le toca a América Latina. Ya tienen sus bases en Colombia. A Uribe le importa un pepino que los soldados y mercenarios gringos violen niñas y contrabandeen cocaína. Lo único que le importa es continuar en el poder, porque sabe lo que le corre pierna arriba en el asfalto. Y mucho menos le va a importar que invadan a sus vecinos. ÉL fue el primero y único en América Latina en aprobar la invasión a Irak (creo que una Banana Republic lo acompañó), a miles de kilómetros de su patria, por qué no en el vecindario donde pudiera sacar tajada.

Tienen la palabra las milicias populares. A propósito, se imagina uno a Carlos Gaviria, el candidato del Polo -un intelectual, un académico emérito-, de presidente de Colombia con el general Freddy Padilla de Comandante de las Fuerzas Armadas. No se pueden desechar las trágicas experiencias de Allende y de Zelaya.

lessaavedra24@yahoo.es


Esta nota ha sido leída aproximadamente 2140 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter