Honduras en Golpe: La solución está en el pueblo (III)

Para muchos la batalla por la restitución del legítimo presidente de la hermana Honduras Manuel Zelaya Rosales parecía definirse fuera de Honduras. De buena fe esta consideración era errónea. Sabemos además quiénes y con qué fines apuestan a la dilatada solución de “mesa negociadora”.

La solidaridad –política y material- con el pueblo que resiste en Honduras y su presidente legítimo resulta muy importante, es un factor de primer orden para hacer fracasar el Golpe de Estado. La exigencia de que Estados Unidos cese su apoyo a los golpistas se ha convertido en la principal demanda. Pero la única vía para desalojar a los golpistas, prepotentes y seguros del respaldo imperial, está en Honduras.

Cualquier alternativa con posibilidades de parar la estrategia de los Estados Unidos, pasa por la entrada del presidente legítimo a su país. Y Zelaya Rosales lo confirmó con su certera decisión de regresar y pelear el fin del Golpe desde suelo hondureño.

A Zelaya Rosales querían convertirlo en un presidente itinerante, condenarlo a un diálogo-negociación interminable e improductivo. Y en el mejor de los casos obligarlo a ser un presidente “perdonado” por los propios secuestradores de su dignidad y derechos. Estas son las opciones que manejó el Departamento de Estado del imperio y por ellas aún trabajan el Pentágono, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y todo su sistema de agencias y aparatos de subversión y propaganda. Quien tenga alguna duda de la marcha de la estrategia imperialista, solo tiene que atender a la “imparcial” cobertura que CNN en español da los acontecimientos.

El movimiento social y revolucionario

Durante los años de la guerra secreta contra Nicaragua y los movimientos de liberación nacional en El Salvador y Guatemala, se intensificó la represión y cacería de comunistas, socialistas, nacionalistas y elementos progresistas en el interior de Honduras. La izquierda y el movimiento obrero y campesino revolucionario prácticamente fueron destruidos. La mayoría de las organizaciones sindicales y campesinas que sobrevivieron, fueron coptadas por el oportunismo, y se les encerró en el esquema de contrainsurgencia y represión al terrorismo y la delincuencia.

La reducida militancia comunista que a fuerza de heroísmo, logró salir de los momentos más críticos de la represión, no pudo rebasar el escenario de complejidad ideológica y política que sucedió a la derrota y desaparición de la URSS. El Partido Comunista se disolvió en 1990, y la mayoría de sus miembros se fusionaron con el Partido Renovación Patriótica, para trabajar por una más amplia concertación de izquierda,

El 29 de setiembre de 1992 del trabajo de concertación de la izquierda, surgió el Partido de la Unificación Democrática de Honduras, más conocido como Unificación Democrática (UD). Además del Partido Renovación Patriótica, integraron la nueva estructura el Partido para la Transformación de Honduras, Partido Revolucionario Hondureño, y el Partido Morazanista de Liberación Nacional. Fiel a su legado histórico, la UD se asume como abanderada de las clases populares específicamente de los sectores organizados en sindicatos, movimientos campesinos, organizaciones magisteriales, defensores de los derechos humanos, entre otros. En 1997 por primera vez este partido participó en la contienda electoral.

Iniciada la década del 2000, el movimiento popular hondureño volvió a manifestar síntomas de resurgimiento. Nuevos modos de resistencia comenzaron a manifestarse dadas las realidades del país. Los trabajadores bananeros columna vertebral del sindicalismo histórico casi habían desaparecido y hoy son una minoría, la incipiente clase obrera industrial fue sustituida por los –y las- trabajadores de las maquilas, mientras las poblaciones de regiones geográficas antes marginadas, cobran un inusitado protagonismo, frente a la codicia de las transnacionales. Entonces el abanico de luchas se amplio: La defensa de las conquistas laborales se une a las demandas de los trabajadores y comerciantes informales, el resurgir de las luchas étnicas, por la satisfacción de necesidades básicas en las comunidades, la defensa de los bosques y ecosistemas marinos, contra leyes privatizadoras, y en oposición a los tratados de libre comercio. Así aparecen diferentes “embriones” de organización y lucha: Nace en el 2001 el Bloque Popular, y luego en el 2003, la Coordinadora Nacional de la Resistencia Popular. Miles de trabajadores salen a las calles a protestar dirigidos por estas organizaciones.

En la Zona Occidental del país trabaja la Alianza Cívica por la Democracia. Los indígenas han desarrollado sus luchas desde la Confederación de Pueblos Indígenas de Honduras – COPINH-. Los pueblos garífunas de la costa hondureña están en pleno combate contra los empresarios que intentan apoderase de su tierras. En la zona sur el Comité para la Defensa del Ambiente en el Golfo de Fonseca (CODEFAGOLF) mantiene su lucha por detener la destrucción de los manglares y otros daños causados por las empresas camaroneras. Los estudiantes por su parte han revitalizado el movimiento estudiantil medio, y la Federación Nacional de Estudiantes de Secundaria (FENAESH), se ha constituido en un importante eje movilizador contra la falta de maestros, la privatización de los centros y la deficiente educación que se imparte en el país.

Del combate contra el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos (CAFTA, por sus siglas en inglés) salieron fortalecidas las organizaciones del movimiento popular y revolucionario. El país revivió un clima de movilizaciones obreras y campesinas, paros sindicales, tomas y asambleas, que aunque no lograron parar la aprobación del tratado imperialista, si demostraron el avance y reconstitución de la izquierda, y contribuyeron a concientizar al pueblo hondureño acerca de los efectos negativos del TLC. Dieciocho mil firmas de patriotas hondureños que votaban contra el TLC, fueron recogidas y entregadas por el Bloque Popular-Coordinadora Nacional de Resistencia Popular al Congreso de ese país.

En las elecciones del año 2005 la izquierda del Partido Unificación Democrática, avanzó con la elección de cinco diputados nacionales. Durante los primeros 32 meses de gobierno de Zelaya Rosales, la administración enfrentó, cuando menos, 722 conflictos sociales de diversa magnitud, incluido los paros cívicos nacionales de 2008, que paralizaron al país por demandas como el control de los precios de la canasta básica, la no municipalización de los proyectos de agua potable y la aprobación de un aumento general de salario(1) .

El movimiento social y político hondureño, tal como ocurre en toda Latinoamérica y el Caribe, no es solo un producto espontáneo de las actuales circunstancias. En sus activistas y promotores es sustantiva la militancia histórica de las organizaciones que acompañaron las luchas pasadas, son unos veteranos de aquellas batallas, otros hijos que sintieron la represión en sus familias y vidas. Estas peculiaridades explican la rápida radicalización política de los planteamientos y por qué el liderazgo del movimiento lejos de circunscribirse a la lucha por reivindicaciones inmediatas, posee una visión de cambio social profunda.

El notable avance de los movimientos sociales y populares en Honduras no está exento de retos. La debilidad del movimiento en el país –y en la región-, radica en la superación de las problemáticas de la unidad. Los viejos fantasmas –y otros nuevos- que fracturaron la izquierda histórica no han desaparecido. Falta la construcción colectiva de un eje ideológico con capacidad de unificar y cohesionar a todos los sujetos comprometidos con la lucha. Tal déficit se ha reflejado en problemas de organización, comunicación y sobre todo de coordinación.

Zelaya Rosales y el movimiento

La ratificación y entrada en función del TLC con los Estados Unidos en medio de fuertes protestas populares, no auguraba de inicio una buena relación de Presidente Zelaya Rosales con los movimientos sociales y la izquierda. Por demás el arribo de un nuevo gobierno no cambió la naturaleza del Estado centroamericano. Los cuerpos policiales y tribunales, continuaron manifestando su función represiva y antipopular contra la protesta social.

El cambio comenzó a realizarse cuando por primera vez desde la Presidencia de la República, se tomaron medidas para frenar la impunidad de los poderosos. El nuevo presidente se opuso a la política hasta ese momento seguida de criminalización de las reivindicaciones, y promovió un clima de diálogo y respeto con los sindicatos, organizaciones campesinas y pueblos originarios., Cuando Zelaya Rosales resolvió a favor de los maestros su demanda de cumplimiento del estatuto del docente como derecho adquirido y conquista laboral, envió un mensaje importante sobre su posición. El Presidente hondureño reiteró el estatuto y lo calificó como justo, razonable y meritorio para los educadores.

En un primer momento, las posiciones políticas de Zelaya Rosales no fueron bien recibidas por el movimiento popular hondureño. Con toda lógica se desconfiaba de aquel terrateniente que manifestaba un contradictorio discurso en el que el liberalismo de clase tradicional, se deslizaba a veces hacia discursos de izquierda. Los acercamientos a la Revolución Bolivariana de Venezuela, al Presidente Hugo Chávez y a los mecanismos del ALBA fueron percibidos como movidas pragmáticas para un gobernante carente de recursos y financiamiento. Pero la marcha de los acontecimientos, la constatación de que Zelaya Rosales si estaba dispuesto a pasar del discurso populista a las acciones concretas, fue abriendo espacio a una evaluación de apoyo por parte del movimiento popular.

Cuando en mayo comenzó a agudizarse la campaña contra Zelaya Rosales, el Bloque Popular se alineó definidamente junto al Presidente: “Manifestamos al Pueblo Hondureño que a la oligarquía y a las transnacionales no les preocupa la reelección o el continuismo, lo que les preocupa es que con una nueva constitución perderán sus privilegios de dominación sobre el trabajo y apoderamiento de nuestros recursos naturales, servicios públicos y mercados para seguir obteniendo ganancias multimillonarias y atentando contra nuestra soberanía e independencia. Es por eso que hacemos este llamado a todo el pueblo para que apoye la consulta popular” (2).

Los movimientos sociales -reivindicaba Rafael Alegría, coordinador de la Vía Campesina Centroamericana- tenemos el derecho de construir un nuevo ordenamiento jurídico que favorezca a todos los sectores sociales del país que siempre han estado excluidos y marginados. Por lo tanto, nos pronunciamos en favor de la consulta popular. La nueva Constitución debe servir para refundar el Estado y darle todo el poder al pueblo, que es el soberano” (3).

La relación de Zelaya Rosales con los actuales gobiernos y líderes revolucionarios y progresistas del área latinoamericana, sin dudas le permitieron estudiar y aprender en las experiencias de otros pueblos, y le proporcionó la posibilidad de nuevas confrontaciones ideológicas fuera del estrecho y direccionado marco proyanqui de la oligarquía hondureña, más allá de la jerarquía burguesa y anticomunista del Partido Liberal. El expediente sobre una pretendida intromisión venezolano-cubano- nicaragüense en los asuntos internos hondureños, la irrespetuosa caricaturización de Zelaya Rosales como marioneta de Hugo Chávez, reflejan el odio de clase contra quien ha avanzado hacia una cosmovisión de comprometimiento con los destinos de su pueblo. Es por demás una evaluación que porta todo el desprecio y la subvaloración de la élite dominante contra su propio pueblo.

No es en el exterior del país donde Zelaya Rosales definitivamente ha crecido como conductor de un proceso de cambios. La historia reciente –y hasta hoy-, nos coloca en la realidad de liderazgos gubernamentales que manifiestan un discurso y posicionamiento internacional a la izquierda, mientras administran una política decididamente neoliberal dentro del país. Este no ha sido el caso de Zelaya Rosales.

En un país en el que los dos principales partidos se distinguen sólo por el color de sus emblemas, las organizaciones populares han apostado por la construcción de una nación realmente diferente, que abandone la ruta del neoliberalismo. Y la conversión del presidente de los ganaderos y oligarcas, en el Zelaya Rosales del cambio, es resultado de su compromiso con la lucha popular, del crecimiento del movimiento social y revolucionario en Honduras. Los hondureños y hondureñas, en el camino de las nuevas rebeldías, hicieron de un presidente honrado, un político distinto al que llegó al poder.

Zelaya Rosales ganó pueblo y a la vez perdió a sus amigos de la cúpula del Partido Liberal; a sus aliados del Congreso de la República, en el sistema judicial y más aun de los cuerpos castrenses de esa nación. Hasta la curia lo criticad. Y tal realidad no ha pasado inadvertida para el pueblo. Las masas humildes de Honduras, como en todas nuestras naciones, poseen una especial sensibilidad para apreciar, más allá de los discursos y el carisma, el valor simbólico de las acciones de los gobernantes. Y la valentía de Zelaya Rosales, el demostrado compromiso con los pobres, se convirtió en admiración, respeto y consenso. En emulación de hacer y compromiso de participación en el cambio propuesto. Y ese a no dudar es el motor moral que hoy sostiene la resistencia.

El Golpe contra el pueblo

Sin dudas los entretelones del Golpe de Estado pueden encontrarse desde los primeros momentos en que las fuerzas de la reacción, orquestadas por la Embajada estadounidense, se empeñaron en sabotear la consulta popular, con el empleo de todos los métodos posibles. Pero la discutida consulta no sería la causa de última instancia para el Golpe en su forma más descarnada de asonada militar.

El eje Zelaya Rosales-movimiento popular y revolucionario, que quedó establecido en el enfrentamiento a las primeras dinámicas golpistas y en particular en la acción de masa para la recuperación de la urnas y boletas embargadas en la base aérea Hernán Acosta Mejía, fue precisamente el dato que aterrorizó al imperio y los oligarcas y precipito la opción militar por parte de los conspiradores.

El Embajador estadounidense Hugo Llorens, experimentado golpista de la escuela del expresidente fascista George W. Bush, tenía aún muy nítida la mecánica de la asonada fascista contra el Presidente Hugo Chávez en el 2002. El por entonces director de Asuntos Andinos del Consejo Nacional de Seguridad en Washington, había aprendido en Venezuela, lo que eran capaces de hacer las masas populares cuando se sentían comprometidas con el liderazgo presidencial. El imperio que Llorens representaba, no se arriesgaría esta vez.

La paralización jurídica de la consulta y el juicio político contra Zelaya Rosales que tenían prefabricado desde el Congreso, corrían el riesgo de fracasar ante la capacidad movilizativa del Presidente. Con las masas en las calles, la dinámica de radicalización del proceso político resultaba impredecible. El secuestro del Presidente y su expulsión del país se hizo por tanto imprescindible. Más que una medida contra Zelaya Rosales, fue un golpe contra la movilización y radicalización del pueblo.

No hay acción importante realizada durante el Golpe de Estado y después, que no esté dirigida a desmovilizar al pueblo y separarlo de Zelaya Rosales. La represión y el terror fue lo primero y continúa hasta hoy. El regreso del presidente condicionado, fue el expediente obligado ante la vitalidad de la protesta de los patriotas hondureños. La intensión del gobierno de los Estados Unidos y su aliado Oscar Arias, de darle largas al asunto a través de una mesa negociadora con los usurpadores, fue la estrategia asumida. La instalación de un gobierno de reconciliación nacional, junto con una amnistía política, es la fórmula mediatizadora que pretende hacer triunfar Oscar Arias. El anuncio del gorila Micheletti de renunciar a cambio de que Zelaya Rosales no regrese, es la última y más desesperada propuesta en la dirección señalada. Como alerta Fidel en sus Reflexiones (4), se trata de destruir la credibilidad de Zelaya Rosales ante los suyos y ante el mundo para precipitar su desaparición de la escena política.

Las masas en acción

Apenas conocida la noticia del Golpe de Estado el 28 del junio dirigentes populares y miles de personas se concentraron espontáneamente frente a la Casa Presidencial para exigir el retorno de Zelaya Rosales y repudiar a los golpistas. Comenzó un heroico enfrentamiento de masas donde la protesta cívica y la desobediencia civil, se inscribieron como poderosas armas de combate patriótico, frente a un ejército y cuerpo policial que actuaban con impune criminalidad, como ejército fascista de ocupación.

La Embajada yanqui y sus acólitos del Golpe de Estado, no previeron una reacción popular como la que enfrentaron desde las primeras horas. Lejos de lograr desmovilizar las manifestaciones de repudio, el movimiento antigolpìsta fue creciendo en extensión y organización en Tegucigalpa y a lo largo del país.

La historia prueba que cuando más se cierran los caminos a los pueblos, se abren entonces más puertas a la búsqueda de soluciones. Lo que en otras circunstancias demora, ante las urgencias patrióticas se precipita. Y el Golpe de Estado del 28 de junio pasado, ha dejado también un saldo de lucha y cohesión para el pueblo hondureño.

Con la experiencia ya acumulada por las luchas del movimiento social y revolucionario, del Bloque Popular, la Coordinadora Nacional de la Resistencia Popular y otras agrupaciones populares de izquierda, el propio 28 de junio se produjo el primer comunicado del Frente de Resistencia Popular contra el Golpe de Estado: “… nos hemos organizado… con carácter nacional y permanente en coordinación con todos los municipios del país, para crear una resistencia activa y pacífica con el fin de restituir el orden constitucional y el respeto a los derechos humanos”(5). El Frente unió a dirigentes de centrales sindicales, campesinas, estudiantiles, juveniles, organizaciones sociales, indígenas, garífunas y otras. Desde su surgimiento se fue perfilando como la más amplia articulación lograda por el movimiento social y revolucionario hondureño.

El Frente y la lucha antigolpista contó con el aporte del Partido Unificación Democrática, único partido político hondureño que apoyó al depuesto Manuel Zelaya tras el golpe. La diputada Silvia Ayala de la UD, denunció el mismo día de la asonada -a través de Venezolana de Televisión-, lo falso de la información sobre la unanimidad en la elección de Micheletti, pues los congresistas de UD no fueron convocados para las sesiones del Congreso por estar opuestos al golpe, Así mismo dio evidencias de la persecución de que eran objeto los legisladores, dirigentes y militantes de su Partido y de los movimientos y organizaciones opuestos al gobierno usurpador (6).

En Honduras se reeditó el conocido esquema de represión fascista. La arremetida violenta del Ejército y los cuerpos policiales contra el pueblo inerme que protesta, los actos premeditados de terrorismo -el asesinato de Isis Obed Murillo por francotiradores el día 5 de junio en el aeropuerto de la capital-, los apaleamientos y detenciones. Así mismo el intento de ilegalizar y neutralizar los liderazgos de la oposición con órdenes de detención y captura contra ministros, líderes políticos, dirigentes y activistas de base. No ha faltado el asesinato político –selectivo- en los casos del conocido activista de UD y del Bloque Popular Roger Iván Bados, luego de ser asaltada su casa, en San Pedro de Sula. Y de Ramón García también militante de UD en el departamento occidental de Santa Bárbara, que fue masacrado luego de ser obligarlo a abandonar el ómnibus en que viajaba.

Los métodos terroristas no dieron el resultado esperado. No solo están en las calles los curtidos activistas conscientes de que Zelaya Rosales es un presidente dispuesto a emprender la ruta de la transformación social. A nivel de base, de pueblo, se fracturó la hegemonía ideológica de la oligarquía, y muchos de los que secundan las acciones de resistencia son hombres y mujeres que hasta hace solo unos días, estaban bajo el influjo de la propaganda oligárquica contra Zelaya Rosales. Sin dudas el movimiento antigolpista cambió, desde abajo, la correlación de fuerzas y creó una situación inédita.

La posición de las bases liberales incorporadas al movimiento de resistencia, las críticas hacia el liderazgo de derecha de la organización, ha empujado aparte de la dirección del Partido Liberal a definirse contra el golpe. Las bases del Partido Liberal, se declararon el 14 de julio en asamblea general, y exhortaron a los militantes de esa organización política a reunirse en directorio en todas las alcaldías, aldeas y pueblos de la nación, para juntos condenar el Golpe de Estado militar y el gobierno dictatorial, y para solicitar la expulsión de Micheletti y del candidato presidencial Elvin Ernesto Santos. Tal posición ya era sostenida por un grupo de legisladores que no apoyaron la imposición de Micheletti en la presidencia(7).

Frente a la negociación propuesta por Washington en Costa Rica, el movimiento antigolpista ha reaccionado con claridad. No se compró el discurso de que ese era el camino de la solución, ni suscribió el concepto de “negociación”. Exigió que se le tuviera en cuenta y en tanto que se le reconozca primero que a los golpistas, protagonismo y legitimidad como sujeto principal en cualquier diálogo. Esta es además la posición del Partido de la Unificación Democrática que manifestó su decisión de participar en la llamada mediación con las claras premisas de que Manuel Zelaya Rosales sea restituido en la presidencia, se castigue a los golpistas y lleve a cabo el proceso para la creación de una nueva Carta Magna.

Pasados veinte días y más, está demostrada la vitalidad de la resistencia popular, y nada permite pensar que decaerá en el futuro próximo. Ya a esta altura de los acontecimientos de resistencia, se hace evidente que de la espontaneidad se ha pasado a la organización. El Frente de Resistencia Popular contra el Golpe de Estado ha logrado aglutinar a la inmensa mayoría de la oposición. Las estructuras de izquierda y organizaciones populares, han pospuesto o resuelto en la propia lucha deferencias y debates. Se parecía una unidad de conducción y coordinación, organización. Hay mando interno y capacidad de respuesta política.

El desenlace

El 14 de mayo, Zelaya Rosales con plena conciencia de la inutilidad de la mediación que le proponen en San José, llamó a los hondureños a la “insurrección” para restituirlo en el gobierno de ese país. “No habrá perdón para los que me derrocaron” afirmó el Presidente hondureño. El mandatario ese día emitió un ultimátum para que los golpistas le entregaran el gobierno en ocasión de la reunión que para el sábado 18 había convocado Arias en su misión de mediador.

A pesar del cerco mediático, la fuerte declaración de Zelaya Rosales –que volvió a calificar de criminales y terroristas a los usurpadores-, tuvo una inmediata repercusión dentro del país. Las fuerzas populares del Frente de Resistencia Popular contra el Golpe de Estado acordaron reforzar su lucha por el restablecimiento del orden constitucional y el regreso del Presidente Israel Salinas, de la Confederación Unitaria de Trabajadores de Honduras (CUTH), confirmó que después de este llamado, la respuesta de resistencia se intensificó(8). Miles de sindicalistas, obreros de maquila, amas de casas, campesinos, zapateros, tortilleras, líderes de las centrales obreros, miembros del Partido Unificación Democrática (UD), patronatos, vendedores ambulantes y maestros, toman las carreteras principales del país en puntos estratégicos para presionar al gobierno de facto para que deje el poder.

Para los golpistas la situación continúa deteriorándose dentro de las propias filas que los compulsaron y apoyaron. Se sabe de las reuniones entre empresarios dedicados a servicios, comunicación y exportaciones primero golpistas, que hoy buscan una salida negociada que incluiría dejar entrar a Honduras a Zelaya. También han aparecido señales sobre sectores militares -algunos jefes intermedios de las fuerzas armadas y la policía- que han mostrado su inconformidad con el golpe. Otros temen ser acusados como los únicos culpables de los acontecimientos.

Mientras crece la posición, los golpistas preparan nuevas operaciones de terror. En la edición del jueves 16 del diario El Heraldo de Honduras, se indicaba la existencia de un denominado “Plan Caracas”, por el que se insistía en la noticia de que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez pretendía desestabilizar el país mediante acciones armadas de grupos irregulares, ligados al narcotráfico o provenientes de Nicaragua (9). Sin dudas los referidos infundios mediáticos buscan justificar eventuales ataques de militares y policías contra campesinos y dirigentes del movimiento social hondureño. Se hace evidente que el ambiente de zozobra, terror e incertidumbre, que intentan crear en el país los medios al servicio de los usurpadores, es una acción de guerra psicológica con el objetivo de desalentar el regreso de Zelaya Rosales, impedir la huelga general nacional y si es necesario el paso de la resistencia pacífica a la rebelión armada.

Como era de esperar el diálogo del sábado en Costa Rica fue un nuevo fracaso. El Presidente Arias presentó una llamada Hoja de Ruta de siete puntos para la solución del conflicto, que pasaba por la restitución en el cargo de Zelaya, con condicionamientos inaceptables para el pueblo hondureño. Entre ellos se incluía la declaración de una amnistía general para todos los delitos cometidos antes y después de la asonada y la renuncia a la propuesta de realizar una consulta en torno a una futura reforma constitucional. Ni con esta salida maniatada estuvieron de acuerdo los golpistas. Reafirmaron que se Zelaya Rosales retorna a Honduras sería sometido a la justicia. Desde Nicaragua el domingo 19 la canciller Patricia Rodas declaró que ya había vencido la espera. Patricia Rodas informó que Zelaya Rosales cumpliría su promesa de regresar a Honduras para dirigir personalmente la derrota de los golpistas.

Una última maniobra dilatoria –de tres días más- del Presidente Oscar Arias a nombre del Departamento de Estado, tiene el propósito de robar el triunfo al pueblo. “Lo que se pretende exigir al pueblo de Honduras en nombre de la paz–ha alertado Fidel Castro-, es la negación de todos los principios por los cuales lucharon todas las naciones de este hemisferio” (10)

Las tres centrales sindicales hondureñas lideran a los trabajadores para el lanzamiento de la huelga general nacional. Paralelamente, las agrupaciones del Frente de Resistencia Popular contra el Golpe de Estado decidieron proseguir con las manifestaciones en las calles, intensificar la tomas de puentes y bloqueos de carreteras. Miles de hondureños siguen en las calles, cercan los pasos, realizan mítines y actos de desobediencia civil.

Junto al glorioso pueblo hondureño y al presidente que los honra estaremos todos los hombres y mujeres honestos de América y el mundo. Sabemos que la insurrección popular se hará sentir en cada rincón de Honduras.

Notas

1. Luis Hernández Navarro: La conversión de Manuel Mel Zelaya, La Jornada, México, 8 de julio de 2009
2. Bloque Popular: “Manifestamos al Pueblo Hondureño. www.informa tico.com/index.php?scc
3. Rafael Alegría: La conversión de Manuel Mel Zelaya, www.nodo50.org/
4. Fidel Castro Ruz: Reflexiones de Fidel, Muere el golpe o mueren las constituciones, Cubadebate, sábado 11 de julio del 2009

5. Frente Nacional contra el Golpe de Estado: Comunicado No. 1 A la comunidad nacional e internacional comunicamos, http://contraelgolpedeestadohn.blogspot.com

6. Diputada de Unificación Democrática denuncia persecución a legisladores, 29 de junio del 2009,
7. Agencia Bolivariana de Noticias: Bases del Partido Liberal hondureño rechazan gobierno ilegítimo de Micheletti, 14-07-09, http://www.abn.info.ve
8. Movimiento social paraliza Honduras, Honduras Laboral, Viernes 17 de Julio de 2009, http://honduraslaboral.org
9. Blog del Movimiento Social Nicaragüense:¡Campaña mediática busca crear terror y justificar masacres en el país!, viernes 17 de junio del 2009, http://porhonduraslibre.blogspot.com
10. Fidel Castro Ruz: Lo que debe demandarse a Estados Unidos, Cubadebate, 16 Julio 2009, http://www.cubadebate.cu


felipe@cubarte.cult.cu


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