La doble cara de Europa

Europa, cuna de la civilización occidental, de la música, de la arquitectura, de la pintura, de la escultura, del arte en general; madre, también, del colonialismo, de la explotación de los pueblos, de la piratería, del comercio del opio y de la esclavitud, ha tenido una historia gloriosa, sublime y al mismo tiempo, infame.

Sus países han sido siempre ricos, y sabemos que la riqueza despierta tanto las bellas como las bajas pasiones e induce a una vida placentera y elevada y a una vida envanecida.

Conocer a Europa es como ver por primera vez la luz, el alba. Su belleza es incomparable. He vivido cerca de veinte años en Europa, por eso la amo, como se puede amar el cuerpo de una bella mujer, las caricias en su piel de seda, aun cuando sepamos que una enfermedad degradante corroe sus entrañas.

¿Cuánto bien y cuánto mal ha hecho Europa a la humanidad? Comenzando por España, que tanto ha contribuido al embellecimiento del continente europeo con el estilo arquitectónico de sus ciudades y monumentos y con su arte, pero enferma, con un morbo que le dejó Francisco Franco que no ha podido erradicar y contagia como la lepra a sus vecinos.

España se inicia en América Latina con el holocausto indígena, luego expolia sus riquezas y hoy sirve de eslabón a los enemigos del progreso de sus antiguas colonias, contaminada como está su dirigencia política de fascismo, con el que alimenta al resto de Europa, como esas bacterias en la sangre que destruyen al organismo por medio de la septicemia.

El Partido Popular Europeo, versión del Partido Popular Español, del estupefaciente Aznar, ha aprobado recientemente una resolución que censura a Venezuela por decisiones que sólo atañen a su política interna soberana.

Es cierto que la aprobación en la Comunidad Europea fue con un mínimo insignificante, ridículo, de votos, apenas 51 votos de 785 eurodiputados, pero suficiente para alimentar la voracidad, mediática, insaciable, de la derecha, principalmente la venezolana, emponzoñada y disoluta como todas las derechas de todos los tiempos.

Abogado


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Manuel Quijada


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