Una imponente estatua mal situada

 

Al final de El planeta de los simios, famosa película de ficción científica situada en el siglo XXXIX y basada en la novela de Pierre Boule, el astronauta estadounidense sobreviviente al secuestro a que fue sometido su grupo por los simios dueños de ese planeta, descubre que éste es la Tierra, al hallar en la arena de una playa restos de la cabeza de la Estatua de la Libertad, símbolo de nuestro planeta.

Asombra que Estados Unidos (EU) haya logrado por más de 2 siglos engañar al mundo pasando por país de la democracia y la libertad, país eterno y único; y que todavía, pese a sus crímenes y mentiras, lo crea mucha gente, como si se tratase de una verdad religiosa revelada. Pero es que la permanencia de ese engaño no sólo se explica por el natural interés de EU en difundirlo e imponerlo por todos los medios, sino también, algo esencial para ello, porque ha contado siempre con la complicidad del mundo, y más concretamente de Europa, que ha jugado papel central en mantener y mostrar como verdad esa mentira.

Así, cuando se difunde en 1776 la manipuladora Declaración de independencia obra de Jefferson, que trata de ocultar el abierto carácter esclavista de esos futuros EU, Europa, con la comprensible excepción de Gran Bretaña, se traga entera la manipulación; y es a partir de ella que empieza a describirse al nuevo país, que vive y depende de la esclavitud y la trata, como futuro modelo de libertad.

Así, en la cuarta década del siglo XIX, en su famoso libro La Democracia en América, Tocqueville presenta a EU como modelo de país democrático, pasando por sobre el hecho de que la sociedad estadounidense es racista y esclavista, de que la Constitución de EU no es democrática sino republicana y elitesca, de que la palabra democracia no se menciona en esa Constitución, de que el país vive masacrando y exterminando a su población indígena, y de que sus Padres fundadores, como se muestra en el discurso de los principales de ellos y sobre todo en los famosos Papeles de El Federalista, dejan claro que lo que su sistema político quiere es mantener siempre al pueblo, que para ellos no es más que una chusma ignorante, lo más lejos posible del poder.

Así, en ese mismo siglo XIX, cuando en su Guerra civil el norte estadounidense vence al sur, las mentiras favorables a EU alcanzan una suerte de plenitud. Se difunde la falsa idea de que Lincoln hace la guerra para dar libertad a los negros y abolir la esclavitud. Lincoln es supremacista blanco; y hace la guerra, aliado con varios estados esclavistas, para salvar la unidad del país, que es lo que le interesa. Y él mismo miente en Gettysburg al calificar en forma indirecta al gobierno racista de EU, masacrador de indios, esclavista y segregador de la población negra como modelo de democracia, como "gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo". Por su parte, la Corte suprema congela por un siglo las tres enmiendas aprobadas para abolir la esclavitud. En 1876 los esclavistas del sur recuperan en sus estados el poder e imponen la segregación racial y el dominio del Ku Kluk Klan, mientras en el norte siguen imperando el racismo y la misma segregación racial.

Esos son los EU de las décadas de los 70 y 80 del siglo XIX: un país violento, exterminador de su población indígena, racista y segregacionista; es decir, situado en las antípodas de lo que debería ser un país de verdadera democracia y libertad como ellos mismos se llaman y como los califica con eterna admiración Europa. Y sobre todo Francia, en la que empieza a cobrar forma la idea de regalarle a ese país único, admirado y sin igual, una estatua imponente que proclame ante el mundo su carácter democrático y su profundo compromiso con la libertad. Y llama por cierto la atención que un historiador como Édouard Laboulaye, autor de una buena historia de EU y crítico firme de su esclavitud, sea el promotor de la idea de que Francia le regale a ese país la estatua de la libertad.

Pero es que esa Francia, dispuesta a regalarle a un país rico como Estados Unidos, que le debe en parte su independencia, una costosa estatua como esa, le está exigiendo al mismo tiempo como castigo a Haití, país empobrecido al que saqueó por dos siglos cuando era su rica colonia azucarera, 150 mil francos oro para reconocerle la independencia que logró en 1804 derrotando en batalla a sus tropas coloniales, Y es que esa misma Francia que celebra a EU como país de la libertad es entonces un brutal país colonialista que masacra a los argelinos y a los vietnamitas y que al aplastar en 1871 a la heroica Comuna de París ha cometido una de las matanzas más criminales de la historia europea, matanza masiva de su propio pueblo. Esto es, que esa Francia generosa con EU, al que embellece, no es ningún país ejemplar que merezca servir de juez en asuntos de democracia y libertad. Por lo que podría decirse que ambos países se darán la mano encubriendo EU sus crímenes racistas y Francia su violencia colonial por intermedio de esa futura y engañosa estatua.

No relataré el proceso de construcción e instalación de la estatua. Embellecido, y sin datos como los que mostré hasta ahora, puede leérselo con toda facilidad en internet. Me limitaré solo a señalar ciertas cosas que creo importantes y a sacar después alguna conclusión que no estaría mal tener presente.

La idea de Laboulaye pronto tuvo apoyo del estado francés. De la construcción de la estatua se encargó el reconocido arquitecto Bartholdi, con la ayuda de Gustave Eiffel, famoso por haber construido años después la torre de su nombre que es hoy símbolo de París, y de Eugen Violet le Duc, famoso arquitecto medievalista que, además de Carcassonne, salvó y reconstruyó buena parte del entonces deteriorado patrimonio medieval francés. Francia quería inaugurar la estatua en 1876, al cumplir 100 años la Declaración de independencia de EU. No fue posible. El trabajo era difícil y ambos países debieron compartir los costos enormes de la obra. Pero como todavía era demasiado, ambos estados apelaron al apoyo popular y gracias a mucha publicidad patriótica se logró que franceses y estadounidenses asumieran gran parte de los costos. Al final el gobierno de EU construyó y pagó la imponente estructura que debía servir de base al monumento mientras Francia asumía el costo de la estatua. Se la terminó e instaló finalmente en octubre de 1886 en el estuario del río Hudson, en la pequeña isla que se bautizó como Liberty Island, frente a Nueva York, con un enorme despliegue tecnológico y una concurrida celebración. El nombre real de la hermosa e imponente estatua es La Libertad iluminado al mundo, pero EU la usó desde temprano como faro y el nombre se quedó pronto en Estatua de la Libertad. Total, para los yankees y para buena parte de los europeos, EU y el mundo son la misma cosa.

EU se tardó hasta 1924 para declarar a la Estatua monumento nacional. En 1986 al cumplirse un siglo de su construcción, hubo una gran celebración presidida por Ronald Reagan, entonces presidente de EU, dedicado a masacrar a los pueblos de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, que luchaban contra la explotación sanguinaria a la que las tropas yankees querían mantenerlos sometidos. La contradicción era explosiva: el presidente asesino de la libertad de otros países celebrando a la estatua libertaria que la proclama. Y no es por Reagan. Habría sido igual con cualquier otro presidente de EU: todos criminales de guerra, asesinos, genocidas.

Lo único que reveló este espectáculo grotesco es que esa estatua sobra en ese espacio. Y quizá algún día se la pueda mudar a una isla, en el centro de cualquier océano, pero lejos de EU, para que pueda pensarse que intentará al fin iluminar al mundo, y ojalá le quede algo de confianza en que esta vez pueda lograrlo.

Tomado del diario Últimas Noticias.



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Vladimir Acosta

Historiador y analista político. Moderador del programa "De Primera Mano" transmitido en RNV. Participa en los foros del colectivo Patria Socialista

 vladac@cantv.net

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