Los gringos nunca han sabido donde están parados; la tirantez con nuestra América

"Majestad, es cierto que el General Bolívar confiscó los bienes a los que usted se refiere, repartiéndolos entre los soldados. Pero un general, llamado Páez, que sucedió a Bolívar y se mantuvo en el poder, compró a bajo precio y con amenazas las tierras de los veteranos. De haber devuelto las propiedades, se hubiese quedado en la miseria. Era el más grande latifundista del país, aquel libertador liberticida, como él mismo cínicamente calificó a sus colegas.

"María Cristina estableció la severidad de Schönbrunn. No obstante la obsequiosidad de Guzmán, de las sugerencias ya hechas por su difunto esposo y de los compromisos con la ex-reina, María Cristina no era partidaria de otorgarle al indiano título alguno, por más que no se lo dijese cara a cara al dueño de Venezuela, que para halagarla y salirse con la suya, había propuesto al final del período llamado de la Aclamación, que la reina de España fuese el árbitro de nuestras diferencias limítrofes con Colombiagranadina, lo que fuera sancionado luego por Andueza Palacio, títere de Guzmán, siendo la perdida de la Guajira el resultado de aquel laudo arbitral".

—La pobre España yace agonizante. Puerto Rico es colonia americana y pobre Cuba, mi amada Cuba, va por el mismo camino. Estados Unidos, que por el camino que va se convertirá en dueño del mundo. Ya Filipinas de hecho pasó a Estados Unidos. ¿Quién es este hombre? ¿Cómo es posible que esté al corriente de grandes secretos de estado? ¿Es un agente del gobierno americano? Había vivido por más de diez años en Cuba, la Antilla más codiciada por Estados Unidos. Allí dejó innumerables amigos, que tuvieron que ver con los movimientos independistas de los cubanos hasta que España fue derrotada, en 1898. Los gringos, aunque respetando la independencia de Cuba, la declaron bajo su protección.

El imperialismo se ha desbordado. Lo que en siglos anteriores habían sido tímidas factorías de Inglaterra, Francia y Portugal en África, Asia y lo Polinesia, cubrieron millones de kilómetros en nuestros tiempos, arrasando con pueblos de tradición milenaria, como Sian, la India, Kenya y Afganistán. Hasta la minúscula Bélgica, con menos de ochenta años de existencia, se apoderó del Congo. La pequeña Holanda fundó un vasto imperio en la Polinesia, lo que aunado a las Antillas arrebatadas a la Capitanía General de Venezuela, la han convertido en una potencia de segundo orden. Las naciones de Europa emprendieron un magno despojo en nombre de la fe cristiana contra las otras cuatro partes del mundo.

Las razones de aquel atropello multitudinario fueron justificadas como defensa de la civilización, silenciando la verdad, que era la explotación de los recursos naturales de los pueblos sojuzgados, con mano de obra barata, tráfico de esclavos y sobre todo la ubicación de millones de desempleados generados por la revolución industrial, además de servirles de degredo a su población penal.

La Inglaterra anterior a la Revolución del Siglo XVII era más obscurantista que la España de Felipe II. Recuerde cómo sus autoridades ordenaron quemar libros los de Roberto Belarmino que proclamaban los derechos deliberativos del pueblo, mientras en la Península hasta se apologizaba el regicidio.

Esa tesis de que los piratas fueron portadores de consignas de libertad la podrían defender los mercaderes ingleses que querían para sí el imperio absoluto del nuevo mundo, con la misma licitud con que los actuales piratas del industrialismo se empeñan en convertirnos a la esclavitud de sus consignadas absolutistas.

La tesis que encuentra méritos en la acción rapaz de los filibusteros y forbantes del Siglo XVII, es secuela de la leyenda negra con que el inmortal imperialismo anglo-sajón quiso legitimar su odio contra el imperialismo español, es decir, contra el imperialismo del pueblo que, dilatándose, nos dio vida y forma social. Porque, niéguese todo y reconózcase el error administrativo de la Metrópoli española, jamás podremos cerrarnos a comprender que cuanto mejor y más pacífico hubiera sido el desarrollo material del imperio español, tanto mejor y más eficaz hubiera sido nuestra anterior vida de colonia. ¿Podría sostener alguien que ingleses, franceses y holandeses vinieron a defender los derechos de soberanía del aborigen? De lo contrario, se empeñaron los pueblos enemigos de España en llenar al nuevo mundo con una nueva masa esclava: banderas inglesas trajeron a nuestro suelo, aherrojadas de cadenas, a dolidas masas de negros africanos y cada territorio que arrancaba Inglaterra a la Corona española, era convertido en asiento del mercado negrero.

Estados Unidos tenía la misma ética que asumía a Europa ante las naciones débiles. Hawaii, una sociedad bien estructurada, que tenía la desgracia de haber nacido en mitad del Pacífico y mantener prácticas paganas respecto al sexo, el trabajo y la alegría, fue víctima del impacto calvinista y puritano de congresantes americanos de moral impoluta en material sexual, pero no militar, siendo anexada al monstruo del Nuevo Mundo. El afán expansionista de Estados Unidos, país recién nacido, ya competía con Europa en la geografía de Hispanoamérica. Por eso Estados Unidos se opuso, y no por moral sino por conveniencia, a la propuesta inglesa sobre Venezuela. Su gestión no fue un acto de honestidad internacional, fue la visión de un avezado comerciante, que rechaza asociaciones ante un negocio de poco riesgo. ¿Y si los Estados Unidos, válido de la amenaza inglesa y el caos imperante, se erigiesen en nuestro protector, no estaríamos acaso en la misma situación de Cuba? ¿No seríamos acaso un protectorado?

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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