El Caribe y la integración indoamericana

Dentro del proyecto de integración sudamericana, e incluso en el ámbito más restringido de MERCOSUR, no se ha diseñado ninguna política especial para lograr influencia en la región de El Caribe. Sólo Venezuela, con su relación especial con Cuba, y empleando como palanca sus recursos petroleros, ha buscado una presencia activa en este significativo escenario. Pero a pesar de esta acción, El Caribe sigue siendo un “mare nostrum” usamericano, donde el poder de la superpotencia es hegemónico. Y en esas condiciones, no es factible la unificación de los pueblos indoamericanos en una comunidad política a fin de lograr el poder necesario para participar en un nuevo orden internacional sustentado en el equilibrio derivado de la multipolaridad. No se debe olvidar que a partir del control de espacios en esta región se proyecto el dominio colonial de España e Inglaterra en el continente, y se estableció posteriormente el sistema neocolonial que ha mantenido el espacio ocupado por los pueblos indoamericanos como objeto de la política exterior de las grandes potencias occidentales, para terminar bajo la hegemonía yanqui, luego que España, Francia, Holanda e, Inglaterra aceptaran el predominio de los EEUU en esta región geoestratégica.

Esta situación es reveladora de la falta de voluntad de los gobiernos suramericanos para dinamizar el proceso de integración de los pueblos y los espacios que conforman el campo de acción de lo que sin dudas es hoy en día una sociedad diferenciada. Una civilización producto del mestizaje biológico y cultural de las poblaciones autóctonas, la migración forzada africana y, la invasión de los colonizadores y neocolonizadores occidentales. Específicamente, los pueblos que habitan al sur del Río Grande en el continente americano, conformamos “un campo inteligible de estudio histórico”, y son representantes de una especie única de sociedad, que puede ser considerada como “filial” de la civilización occidental, por ser notoria la presencia de los rasgos culturales que definen a esta civilización a la cual se le puede atribuir “la paternidad” de la nueva. Empero, el desarrollo socio-cultural de esta novel sociedad se ha visto constreñido por las continuas injerencias de los estados occidentales y de la también novata civilización anglo-norteamericana.

Pero no se puede imputar esta situación exclusivamente a la “perversidad” de los centros de poder competitivos entre sí que conforman la civilización occidental. Nuestra sociedad ostenta el extraño record de ser la región del planeta que menos daños ha hecho a las demás, y que, a su vez, más daño se ha hecho a sí misma. Ciertamente las elites de poder que dominan los estados que conforman el ámbito indoamericano, le han hecho tantos daños a sus pueblos, sí no más, que las agresiones foráneas. No obstante después del 11S se ha producido una reacción popular en la región, traducida en el desplazamiento relativo de las viejas elites, que busca tanto la integración como la reparación de esta situación. Pero este movimiento fracasará sí no se logra influencia en El Caribe, la frontera que separa a la Indoamérica de la Norteamérica anglo sajona


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Alberto Müller Rojas


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