Para contribuir con la intención de provocar la intervención en nuestro país, el imperialismo usa cualquier artimaña. Hoy está en boga la utilización a trocha y mocha de la llamada carta democrática de la OEA para lo cual el caballito de batalla, el adalid , es el inefable Secretario General, traidor de José Pepe Mujica, Luis Almagro. Este personaje, violentando todo lo que está establecido en los estatutos de esa cuestionada organización, parece estar comprometido con su amo el imperio norteamericano con la aplicación del instrumento, para dar su empujoncito a la burguesía criolla y sus incondicionales de la derecha venezolana.
Hemos observado como diversos analistas políticos han demostrado, carta democrática en mano, la inaplicabilidad del documento en cuestión, han esgrimido y citado literalmente por los numerales de los estatutos o reglamentos, lo que dice el documento regional. La referida norma establece claramente, sin que haya lugar a interpretaciones leguleyas, que sin la solicitud de un estado miembro la OEA que se sienta agredido, o la autorización de ese estado a la Secretaría, ésta no puede solicitar la aplicación del renombrado documento.
Sin embargo, demostrando una tenacidad apuntalada con dólares, solo explicable por su complicidad con el imperio y la burguesía lacaya de este país, Almagro insiste, en servir de ariete para el logro del objetivo.
Se pretende la aplicación de esa mal llamada carta democrática para intentar derrocar el proceso que en 17 años ha establecido una verdadera democracia representativa y protagónica de derecho y de justicia, con logros en lo social que están a la vista de todos; sistema que con 20 elecciones realizadas en ese período, de las cuales ha ganado 18 y ha reconocido la derrota en dos de ellas, ha demostrado inequívocamente su vocación democrática y su voluntad de seguir dirimiendo sus controversias en lo político, con base a lo establecido en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Ante este panorama, en el cual la aplicación de la tal carta no democrática pero si injerencista, pareciera ser por parte de la contrarevolución, la apuesta con la cual Ernesto Luis Rodríguez se jugara a Rosalinda, tenemos que decirles que una vez más fracasarán.
Por tales razones, estableciendo un parangón con cartas renombradas y cantadas por tantos poetas en diversas épocas: digo que, esta no es una carta sin razón como la Carta a Eufemia que escucháramos al mejicano Pedro Infante; tampoco es la carta que no tenía razón de ser por los reproches contenidos en su letra, como la que nos regalara el cantautor guariqueño Reinaldo Armas. En todo caso se parece mucho a la carta que según versión del oriental Gualberto Ibarreto, era puño y letra de su amada; por tanto, definitivamente es una carta nada democrática, pero si, una carta desgraciada.
porfiriojhernandezp@gmail.com