Crónicas del futuro

"El primer carajazo que cayó en la Urbanización fue en la quinta de los Castillo, como a las 11 de la noche. Dicen que fue un mortero. Entró por el techo de tejas del garaje, voló la camioneta hasta la casa del vecino, y reventó la pared de la sala y el lavandero. Yo fui a verlo al día siguiente, tremendo coñazo, volaron tejas hasta le redoma, a más de una cuadra. Una teja le partió el parabrisas al carro de Mariela, la menor de las Sánchez, la catirita de arquitectura. Como los Castillo estaban de viaje, el único que murió fue el perro, un pastor alemán; el señor que cuidaba la casa vivía en la parte de atrás y no le pasó nada, pero quedó como trastornado: cuando se hizo de día y empezaron a llegar los vecinos, se fue caminando para la avenida. ¿Para dónde va, señor? le preguntaban y él decía "Me voy para Colombia, no joda, me voy para Colombia...".

Los vecinos dijeron que esa casa no podía quedar así, abierta y sin vigilante, y propusieron hacer guardia y turnarse para cuidarla mientras venían los dueños... Eso duró unos cuatro días, hasta que empezó el bombardeo y todo el mundo corrió a cuidar lo suyo. La primera noche cayeron nueve morterazos y un cohete, casi todos en calles y jardines, y sólo destruyeron dos casas: en una murieron los D'Ambrosio, que eran seis, y en la otra el papá y el hermano de Carolina, la que a veces trotaba con nosotros.

Nadie sabe quiénes ni por qué bombardeaban, porque ahí no había ni tropa ni nada. Cuando la cosa estaba tranquila, la gente huía, cargando lo que podía. Se fue la luz, y el agua la traían en camiones a precio de whisky 12 años, carísima. Nosotros nos quedamos como dos semanas, hasta que empezaron los combates en la parte de arriba, por la calle Suapure: los soldados se metían de noche por los fondos, y se retiraban cuando salía el sol. Era plomo cerrado, abajo en la avenida.

Mi viejo no quería dejar la casa y decía que todo iba a terminar, tarde o temprano, hasta que una noche un avión tiró una bomba de racimo y todas las quintas de la calle quedaron resquebrajadas y sin techo. A nosotros no nos pasó nada porque dormíamos en el sótano, en lo que era el cuarto de juegos, pero cuatro casas más arriba murieron tres de los Manrique. Por cierto, esa noche perdió una mano Ingrid Velutini, la chama más bella que he conocido en mi vida… Al día siguiente, mi viejo dijo "Esta vaina se jodió. Recojan que nos vamos." Aprovechamos que los Cascos Azules estaban evacuado desde La Carlota, y después de dos días durmiendo en carpas de la Cruz Roja, nos sacaron para Aruba.

Mi papá dice que sólo en la Urbanización murieron como cuatrocientas personas... Nosotros salimos sin nada, y gracias, porque en los dos meses desde que salimos, la matazón ha sido horrible, media Caracas está en ruinas. Y nosotros aquí, en Panamá, como unos mismos guevones, refugiados. Que arrechera....

El otro día vino Ramos Allup con la Cruz Roja a visitar el campamento y la mentadera de madre fue tan fuerte que dio media vuelta y se largó antes que le metieran una pedrada. Mi papá dice que ese viejo es el culpable, pero mi vieja dice que los culpables somos todos porque para salir de los chavistas trajimos a los adecos y estos trajeron a los gringos que trajeron la guerra. Que cagada".



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Eduardo Rothe


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