I
La actual
administración demócrata de EEUU está revelando el verdadero alcance
del “cambio” (change), no otra cosa que un recobro de los hilos
imperialistas añadiendo algunas neuronas. Es evidente que los halcones
están poniendo alguna clase de orden en el aparente caos que se percibe
en la política imperial, conectando varios planos fundamentales: a)
La administración interna de la crisis mediante sonoros paliativos
que no constituyen amenaza seria para el gran capital; estos paliativos
son principalmente las reformas de salud y del mercado de capitales.
b) La necesidad de mantener la estabilidad del dólar, lo que significa,
ante todo, regular el equilibrio con China en un quid pro quo que implica
cierto “sacrificio comercial” a cambio de mantener las posiciones
en dólares; este “sacrificio” en realidad es una concesión a las
inversiones norteamericanas en China, tabla de salvación del crecimiento
mundial. c) El control sobre los yacimientos petroleros y fuentes de
aprovisionamiento a lo largo y ancho de la periferia, no sólo por una
elemental razón estratégica, sino para conjurar el peligro de una
migración al euro y en especial la “multilateralización” del mercado;
el vía crucis del euro es un hecho favorable a una reimposición mundial
hegemónica capaz de contrabalancear dos grandes debilidades de EEUU:
la abismal deuda externa y el agotamiento de los yacimientos domésticos.
El control sobre los yacimientos no sólo garantiza el suministro, sino
un vínculo monetario vital que confiere soporte al dólar, es decir,
legitima el patrón dólar-petróleo. La creación de un patrón monetario
alterno, como propuso China, implicaría el fin de la hegemonía del
dólar, la inminente declinación del poder financiero fiscal de EEUU
y una conmoción del capital especulativo. La crisis del capitalismo
no remite sólo al sistema global, es la crisis de un eje de gravitación
centrado en EEUU. d) El cuadro político en América Latina, que constituye
sin lugar a dudas la amenaza más preocupante a los intereses yankis
por la insurgencia anti-capitalista de la Revolución Bolivariana, que
apunta a la integración Sur-Sur de los pueblos. La AL.B.A. es un bloque
absolutamente ácido para el imperio, que además ha puesto en marcha
el SUCRE como moneda de compensación regional. El agravante de la Revolución
Bolivariana y los procesos de Ecuador y Bolivia, es que ocurren en zonas
energéticas vitales. Para EEUU es imperativo afincar el control sobre
México, país suplidor de petróleo, y será asunto de vida o muerte
evitar allí por todos los medios una insurgencia exitosa. Venezuela,
sin embargo, es la piedra más dolorosa en el zapato.
II
La recesión
en EEUU, que ha elevado la tasa de desempleo a un 10 %, sin considerar
el sub-empleo rampante, aunada al rápido y sensible deterioro del nivel
de vida de importantes segmentos asalariados, es una amenaza interna
a la estabilidad social que podría llegar a producir un cuadro similar
al de los años 60. La reacción interna no se ha hecho esperar, alentando
la xenofobia y el chovinismo contra los inmigrantes en un intento de
desviar la atención de la ciudadanía sobre los asuntos realmente importantes.
La popularidad de Obama se está resintiendo, pero el sistema busca
escudarse con un poderoso control mediático que no tiene contraparte
en ningún movimiento social (a diferencia de los 60), de manera que
el electorado se inclinará hacia los republicanos. El control social
coercitivo impuesto durante la era Bush rindió sus frutos y la actual
administración sólo ha puesto los paños calientes necesarios para
evitar una escalada de descontento. La “política externa”, o sea,
el garrote, si bien no parece contar con el “visto bueno” del ciudadano
de a pie, avanza hacia un refuerzo fundamentalista frente a la “amenaza
persa” que, en el caso de una guerra, habría de contar al menos con
la indiferencia popular, como sucedió durante la (s) Guerra (s) del
Golfo.
III
Los movimientos
militares de EEUU en América Latina no parecen tener coherencia en
el marco de una lógica a fondo de las posibilidades de control, pero
esto es sólo apariencia, sin duda. Las acciones a la vista son contundentes:
a) reactivación de la IV Flota; b) utilización de Colombia como una
gran base militar; c) el golpe de Estado en Honduras dirigido desde
la base de Palmerola; d) los sobrevuelos furtivos en territorio venezolano
desde las bases de Aruba y Curazao; e) el control militar de Haití;
f) los continuos paseos navales en mares del Caribe y Atlántico; g)
la invasión de Costa Rica con 7000 marines y copioso parque naval y
aéreo, totalmente fuera de escala. Todos estos movimientos engrosan
el presupuesto militar yanki, siendo difícil creer que obedecen a decisiones
espasmódicas o producto de un cuadro clínico paranoide del Pentágono.
¿A guisa de qué viene tal movilización, sólo comparable con un escenario
pre-bélico de magnitud global? ¿Se encuentra EEUU preparando simplemente
un dispositivo de control sobre los recursos naturales de Suramérica,
como se ha esgrimido, o busca con ello amedrentar gobiernos? Ni una
cosa ni otra son razonables.
EEUU no necesita
una maquinaria bélica para ejercer control de cosas que no tienen que
ver con su estrategia inmediata (como la selva amazónica o los acuíferos).
La forma de ejercer control imperialista sobre los recursos, por regla
general, antepone las formas hegemónicas incruentas, y la maquinaria
bélica, altamente costosa, sólo se moviliza y actúa si hay realmente
un riesgo grave sobre un activo vital, que no es el caso de la selva
amazónica ni de los acuíferos guaraníes. Pensar que EEUU vaya a emplear
la maquinaria con esa intención, pasando por encima de la soberanía
de Brasil, por ejemplo, es absurdo. De hecho, la amenaza de Venezuela,
bien tangible, no ha podido canalizarse (todavía) en una acción directa
(tipo Irak o Afganistán), habiendo fracasado el golpe de Estado y sabotaje
de 2002-2003. EEUU no ha tenido una excusa plausible para legitimar
la intervención total. Habría que pensar en las reacciones de Rusia
y China. América Latina presenta condiciones muy distintas del Medio
Oriente, que hacen actualmente cuesta arriba acciones directas. ¿A
qué se debe entonces el despliegue, (curiosamente in crescendo
desde la suscripción del Plan Colombia y la Iniciativa Mérida, todo
ello bajo la excusa del combate al “narcotráfico”)?
IV
Fidel Castro
lanzó la alerta del inminente ataque conjunto de EEUU e Israel
contra Irán, en el contexto del Mundial de Fútbol de Suráfrica. La
alerta alcanzó la preocupación de una conflagración nuclear
de dimensiones impredecibles. Fidel está seguro de que Israel utilizará
armamento nuclear contra Irán. Al respecto, veamos lo que dijo recientemente
José Steinsleger: “si los políticos al frente de la nave global
continúan practicando la política del avestruz, demos por seguro dos
cosas: 1) que Israel usará sus armas nucleares sin remordimiento alguno,
y 2) que Washington dirá que Israel tenía derecho a defenderse.”
(José Steinsleger: Israel, peligro para la humanidad La Jornada
10-06-2010. www.jornada.unam.mx). Con el endurecimiento de las sanciones
recientemente aprobadas por el Consejo de Seguridad de la ONU, que desconoce
categóricamente el acuerdo de canje de uranio enriquecido logrado por
Brasil y Turquía, EEUU está apostando definitivamente a aplicar la
escoba sobre Irán y barrer a los chiítas y su Revolución Islámica.
Parece demencial, pero es una verdad. Al fracasar la revolución de
coloretes que pretendieron prender en las elecciones presidenciales,
EEUU volvió sobre el recurso de acción directa, para aplicar el método
de las “guerras del golfo” contra Hussein. EEUU e Israel deben haber
calculado que un ataque seguido de invasión es capaz de derrocar el
poder iraní y establecer una vasta franja de control que comprende
casi todo el Medio Oriente y Asia Central, con un bajo costo militar
y geopolítico, contando con el absoluto respaldo de Europa.
Heniz Dieterich
afirmó en 2006: “Washington e Israel están terminando los últimos
preparativos para su agresión militar contra Irán. A diferencia
de la invasión a Irak, esta vez los dos principales enemigos de la
humanidad, el imperialismo estadounidense y el imperialismo europeo,
están plenamente unidos en el proyecto de agresión bélica.
Alemania, Francia y Gran Bretaña, las tres potencias más poderosas
de la Unión Europea, han cerrado filas detrás de Washington y Tel
Aviv. (…) El escenario de guerra es el siguiente. Washington y Tel
Aviv, con o sin el Consejo de Seguridad, lanzarán un ultimátum a Irán,
demandando que someta sus instalaciones y programas nucleares a las
inspecciones internacionales. En caso de que no se cumpla con
esa demanda, Bush y Olmert, con el apoyo logístico europeo, lanzarán
un devastador ataque aéreo con misiles cruceros y bombarderos no solo
contra los centros nucleares, sino también contra los centros de comunicación
y mando de las Fuerzas Armadas y del gobierno central. Si Teherán responde
con sus cohetes de medio alcance contra Israel, Arabia Saudita o los
bases militares estadounidenses en Medio Oriente, Washington e Israel
usarán armas nucleares. Estamos, en pocas palabras, ante el segundo
ataque nuclear preventivo de la historia mundial, después del ataque
a Hiroshima y Nagasaki, que fue una advertencia para la Unión Soviética.”
(Heniz Dieterich, MR Zine, 31/01/2006, http://mrzine.monthlyreview.org) Esta alerta fue hecha en 2006,
durante el reinado de Bush, y está de nuevo sobre el tapete en el curso
de la gestión “demócrata” de Obama, el hombre del “change”
y del “enchant” para bobos. El asalto a la Flotilla de la Libertad
fue una cínica provocación cuyo mensaje no puede ser más claro: Israel
(léase EEUU) gozará de plena libertad y de la más abyecta impunidad
para perpetrar el crimen, gústele a quien le guste. Al día de hoy
sólo falta que alguien mate al Archiduque Fernando para que se desate
la conflagración.
V
¿Cómo empalma
este escenario de completación de guerra en Medio Oriente con la movilización
militar en América Latina? Justamente, al vincular una cosa con la
otra es cuando cobra sentido la desproporción del despliegue en América
Latina. Aquí es donde comienzan a cuadrar las cosas, no sólo los aspectos
evidentes de la estrategia norteamericana, sino la sucesión de hechos
desencadenados principalmente desde el golpe de Estado en Honduras.
Los ataques y descalificaciones en contra del gobierno venezolano vienen
sucediéndose sistemáticamente desde diversas matrices (EEUU, Colombia,
España, Perú, Chile, medios, ONGs, etc.) El punto es que se está
tornando razonable que Venezuela (y probablemente Cuba) se conviertan
en objetivos militares en el marco de un escenario de intervención
a gran escala en la periferia energética. No es cosa de matar varios
pájaros de una pedrada (guerra total al “eje del mal”, desde los
insurrectos de América Latina hasta Korea del Norte), sino de garantizar
el suministro de petróleo en previsión de complicaciones en el curso
de una guerra de ocupación en Irán. No hay que perder de vista que
de ser inevitable una resistencia prolongada en Irán el teatro de guerra
comprendería el vasto territorio que ocupan Irak, Irán, Afganistán
y Pakistán, es decir, casi todo al antiguo Imperio Persa y gran parte
del Imperio de Alejandro. Una obstrucción al estrecho de Ormuz, aunado
a la posible destrucción de instalaciones petroleras, podría contraer
la oferta y elevar sustancialmente los precios del crudo. Tampoco se
pueden descartar las medidas que adopte la OPEP o alguna parcialidad
de sus miembros, ni una posible reacción generalizada del pueblo musulmán
que amenace la estabilidad política en los reinos árabes.
En fin, ni
EEUU ni nadie puede predecir las consecuencias inmediatas y a largo
plazo de un ataque y ocupación en Irán, a despecho del mejor optimismo
fundado en el poderío bélico. Realidad que con absoluta certeza ha
llevado a los estrategas yankis a plantearse el aseguramiento energético
en las zonas productoras situadas fuera del Medio Oriente, y una de
ellas es América Latina. Lo más significativo es que viene a completar
el cuadro el notable incremento de reservas probadas de crudos pesados
de la Faja del Orinoco, cercana a los 200 millardos de b/p, lo que sitúa
a Venezuela en una posición más que estratégica. Los yacimientos
de la Faja probablemente sean tan grandes o mayores que los yacimientos
sauditas, ya en declinación. Resulta vital para EEUU que, en el caso
de emprender acciones contra Irán, los suministros árabes y de América
Latina estén absolutamente asegurados. El problema objetivo que se
presenta es la limitada capacidad de incrementar la oferta en el caso
de una escalada de precios. Lo que acentúa la necesidad imperial de
disponer de los pozos latinoamericanos a discreción. Venezuela es el
tercer suplidor de petróleo de EEUU.
VI
México no
representa ningún problema en lo inmediato al imperio: allí, aunque
las condiciones objetivas están servidas, las fuerzas revolucionarias
están fragmentadas, bastante lejos de constituir un movimiento democrático
insurgente. Brasil tampoco es una amenaza, pese a ciertos “desencuentros”
desagradables como la mediación en Irán. El eje ALBA sí es un problema.
La ALBA es, para EEUU, un enemigo histórico que debe ser derrotado
o neutralizado. Su impotencia ha sido la imposibilidad de derrocar a
Chávez, dificultad multiplicada en países energéticos como Ecuador
y Bolivia, miembros de la ALBA. El sólido lazo Venezuela-Cuba es intolerable
para EEUU, y ahora más que nunca el imperio requiere arrancar la raíz
de la insurgencia. Al fallar todos los intentos por derrocar al gobierno
y no contar con una reacción competente, Venezuela adquiere la solidez
y permanencia que desde 1980 ha tenido la Revolución Islámica en Irán,
fortalecida por la determinación popular. Si bien el suministro ha
sido garantizado (excepto durante el sabotaje de 2002), EEUU no tiene
el control directo de los yacimientos ni puede decidir la política
comercial. En toda la historia de la explotación petrolera en América,
es la primera vez que EEUU pierde realmente el control efectivo sobre
el negocio petrolero (hay precedentes de tentativas relevantes, aparte
de las nacionalizaciones pírricas, por ejemplo, cuando el gobierno
de Venustiano Carranza, aplicando la Constitución de 1917, llevó a
declarar la propiedad del subsuelo afectando los intereses de la Standard
Oil, “instando” a Wilson a apuntar las cañoneras contra el puerto
de Tampico).
Habiendo
fallado toda sedición, los gurús del Pentágono deben haber perdido
unos cuantos pelos rascándose la cabeza en procura de una solución.
No es sencillo lo que necesitan resolver: a) una “transición
democrática” creíble, que ponga un gobierno genuflexo y suficientemente
capacitado para reprimir con dureza la respuesta del pueblo revolucionario;
b) legitimación internacional (en la OEA, en la ONU, ante la UE, etc.);
c) conculcar de facto y de jure el dominio soberano sobre
el negocio petrolero; d) garantizar que el gobierno títere tenga la
sartén por el mango en lo militar, o se apoye en la asistencia militar
directa del imperio; d) evitar la destrucción de la infraestructura
productiva petrolera. El modelo de Honduras se antoja ideal para enmarcar
un protectorado que derogue en los hechos la soberanía sobre el petróleo.
La dificultad es que tal gobierno de derecha no puede contar con la
Fuerza Armada Bolivariana, razón misma que imposibilita el golpe de
Estado. El modelo de Honduras tendría que combinarse con el
modelo Iraquí: un protectorado con asistencia militar directa, incluyendo
“compañías” mercenarias listas para “proteger” a los agentes
de la “reconstrucción” y algunas bases “provisionales”.
La clave
de la solución yanqui puede estar precisamente en la conexión con
la eventual guerra en Irán. Recordemos cómo cuando EEUU se incorporó
a la Primera Guerra Mundial la democracia Nº 1 del mundo impuso acciones
coercitivas internas y externas para alinear al continente americano
y la clase obrera a la política guerrerista. La agresión contra México
es un ejemplo palmario, así como la imposición del reclutamiento forzoso
y la represión brutal contra los miembros del Industrial Workers of
the World (IWW). El mismo espíritu sobrevino después del 11S con la
Ley Patriota y la excusa criminal de “lucha contra el terrorismo”.
De hecho, el precedente más importante de la Tormenta del Desierto
fue la invasión a Panamá y la destrucción del barrio de Chorrillo,
crimen de guerra que pasó liso entre la “comunidad internacional”.
Con la derrota de Vietnam las agresiones se habían tornado de baja
intensidad, pero desde la invasión a Panamá, finalizada ya la Guerra
Fría, el imperio recobró la osadía apoyado en su modernizado poderío
bélico. El libertinaje total llegó con la invasión a Afganistán,
no importándole un comino a EEUU la desaprobación de la ONU ni dejar
al desnudo la falacia de la legalidad internacional y la hipocresía
de la burguesía global.
Ahora, la
variable determinante puede estar en manos del Comandante Chávez y
del pueblo revolucionario, una vez se desate el armagedón en Irán:
¿qué acción corresponde asumir para repudiar eficazmente la agresión?
¿Qué se debe plantear en el seno de la OPEP? ¿Debemos conformarnos
con una actitud de protesta pasiva como ocurrió con el golpe de Estado
en Honduras? EEUU debe haber calibrado la eventualidad de un embargo
petrolero, contexto que puede hacer rendir la pedrada: un corte del
suministro es la ocasión para una intervención directa en Venezuela.
Descartado el embargo, quedan restringidas las opciones para la escalada,
pues la tesis de la guerra con Colombia tiene un punto débil, a saber:
la destrucción de la infraestructura petrolera, que puede restar de
la oferta unos 3 millones de b/d a ambos lados de la frontera. ¿Ha
calculado EEUU el costo / beneficio de una destrucción “a lo Irak”,
con una guerra convencional de difícil control?
El ejército
de Colombia (por sí sólo) no puede ser el instrumento bélico
de ocupación. Resulta además ilógico que sea usado en exclusiva para
hostigar o desarrollar una guerra de posición y desgaste. Recuérdese
el efecto de la guerra Irak / Irán en cuyos 8 años de duración se
produjo más de 1 millón de muertos y no concluyó en la derrota de
la Revolución Islámica. Una agresión militar contra Venezuela sólo
puede tener sentido como “blitzkrieg”, derrocar al gobierno “limpiamente”
y tomar por asalto las infraestructuras productivas fundamentales con
el mínimo daño, fijar en lo inmediato fecha de “retorno” y poner
un gobierno de “transición”. El analista Michael T. Klare, refiréndose
al “Informe Cheney” que plasmó la actual política de seguridad
energética gringa por las buenas o por las malas, comenta lo siguiente:
“Los esfuerzos por asegurarse fuentes adicionales de crudo foráneo
seguramente conducirán a desórdenes violentos y a resistencia en muchas
áreas de producción clave. Aunque los funcionarios estadounidenses
prefieran evitar el uso de la fuerza en tales situaciones, pueden concluir
que la única manera de garantizar un flujo continuo de energía es
custodiar con soldados los campos petroleros y los oleoductos.” (Michael
T. Klare, La estrategia energética Bush-Cheney: Los cuatro rincones
del petróleo. Mundo Árabe 2000-2007 Madrid-España, www.mundoarabe.org) Esta doctrina, impuesta en Medio
Oriente, puede ser importada a América Latina en circunstancias consideradas
graves, o simplemente como culminación de un concienzudo plan de último
recurso contra nuestro gobierno socialista.
Destaca adicionalmente
Klare: “Venezuela se considera vital porque posee enormes reservas
de crudo convencional y aloja vastas existencias del llamado crudo pesado,
un material viscoso que puede convertirse en petróleo convencional
mediante un costoso proceso de refinación.” Añade luego: “…los
arquitectos de la política Bush-Cheney saben que asegurar su acceso
a algunas fuentes petrolíferas puede resultar imposible sin el uso
de la fuerza militar. La estrategia militar del gobierno asume el punto
enfatizando fuertemente el requisito de proyectar capacidad de fuego
en campos de batalla claves. `Estados Unidos debe retener la posibilidad
de enviar fuerzas bien armadas y con buen apoyo logístico a puntos
críticos por todo el globo, incluso frente a la oposición del enemigo´,
señala el Quadrennial Defense Review.” (Ibidem) Debemos subrayar
lo de “puntos críticos por todo el globo”. Con participación o
no del ejército de Colombia, EEUU sólo puede concebir una intervención
si involucra su sofisticado aparato bélico con poder de fuego para
una ocupación rápida, destruyendo o neutralizando el parque de defensa
convencional y orientando esfuerzos tácticos contra los focos de resistencia.
Según comentaban los medios durante la Tormenta del Desierto, toda
una operación “quirúrgica”. La ocupación debe disponer unos 80
o 100 mil soldados en las principales ciudades e instalaciones clave
para reprimir y garantizar el “orden”. Con el actual despliegue,
y contando con las bases e instalaciones que cercan a Venezuela, EEUU
puede movilizar estos recursos en tiempo récord en una atmósfera de
“shock” global ante un ataque nuclear contra Irán.
El peligroso
escenario de una conflagración en Irán se observa como un momento
propicio para desencadenar una eventual intervención contra Venezuela,
e incluso contra Cuba y países de la ALBA . La probabilidad o no del
evento, así como su costo político y complejidad, dependen de factores
preexistentes y futuros que pueden madurar muy velozmente en el contexto
de alineaciones y reacciones. Un factor preexistente es el plan
bajo la manga del Pentágono, con todos sus teatros probabilísticos.
Este plan debe contemplar con toda seguridad celadas y provocaciones
para asestar el golpe en el instante de menor riesgo, buscando la mayor
legitimación. Otro factor es el papel del gobierno colombiano, que
puede poner el detonante para catalizar la invasión yanki. Las señales
de la ofensiva envolvente son claras: imposición de las bases colombianas;
sanciones y bloqueo naval a Irán; movilización militar en Asia Central;
recrudecimiento de la guerra en Afganistán; incursiones en Pakistán;
provocación a Korea del Norte; ataque a la Flotilla de la Libertad;
invasión a Costa Rica; intromisiones constantes y ataques mediáticos;
provocación del gobierno colombiano para tensar y romper relaciones
con Venezuela. Ante el reto de la amenaza latente, que adquiere mayor
corporeidad en los últimos días, la Revolución y la Alianza Bolivariana
deben ahora más que nunca sellar el pacto de defensa y asistencia militar,
además de profundizar la cohesión del poder popular junto a la Fuerza
Armada como el mejor disuasivo de una agresión de cualquier clase y
magnitud. Ante la eventualidad de un plan sin retorno queda, parafraseando
a Fidel, el deseo sincero de estar equivocado. Por lo demás,
“aventurar hipótesis sería pura ciencia ficción de mi parte”
(Fidel Castro, 27/06/2010).
Fuentes citadas:
José
Steinsleger: Israel, peligro para la humanidad La Jornada 10-06-2010. www.jornada.unam.mx
Heniz Dieterich,
MR Zine, 31/01/2006, http://mrzine.monthlyreview.org
Michael T.
Klare, La estrategia energética Bush-Cheney: Los cuatro rincones
del petróleo. Mundo Árabe 2000-2007 Madrid-España, www.mundoarabe.org
Fidel Castro.
Guerra podría estallar antes de cuartos de final del Mundial de Fútbol.
Agencia Venezolana de Noticias - Aporrea, 28/06/2010.