La Asamblea Mundial de la Salud concentró su atención
en la seguridad de las reservas del virus de la viruela en manos de
Estados Unidos y Rusia, pero otro asunto importante es si, en caso de
un resurgimiento de esa enfermedad, todos los países tendrían acceso a
las vacunas y los fármacos necesarios.
En recientes discusiones entre diplomáticos y creadores de políticas
sobre la erradicación del virus de la viruela, incluso en la última
Asamblea Mundial de la Salud, la principal preocupación fue la
seguridad de las reservas del virus almacenadas en laboratorios de
Estados Unidos y Rusia. Sin embargo, otra cuestión fundamental es si
los países tendrían acceso a vacunas y medicamentos antivirales en caso
de que se produjera una liberación accidental del virus o de que
resurgiera la enfermedad.
El problema de la disponibilidad
La Asamblea Mundial de la Salud autorizó la conservación temporal de
las reservas del virus en laboratorios de Estados Unidos y Rusia, para
que se realizaran ciertos tipos de investigaciones. Resoluciones
anteriores de la Asamblea solicitaban al director general de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) que garantizara la
disponibilidad de los resultados y beneficios de esas investigaciones
para todos los estados miembros.
Dos de los principales resultados de las investigaciones deberían ser
vacunas y medicamentos antivirales. Varios de los fármacos (o sus
componentes) desarrollados han sido patentados o se encuentran con
patente pendiente, y esto afectará su disponibilidad en caso de que
sean necesarios.
Es posible entonces que el trabajo de Estados Unidos sobre los
antivirales variólicos, aun si resulta exitoso contra todos los
pronósticos, no produzca beneficios para todos los estados miembros de
la OMS.
Si se toman en cuenta los riesgos de accidente y las altas
probabilidades de fracaso, así como la existencia de medios de
diagnóstico rápido y de vacunas eficaces, resulta evidente que la
investigación antiviral no es esencial para fines de salud pública.
Aun si tuviera éxito, es muy discutible que la investigación
beneficiaría a todos por igual, debido a los reclamos de derechos de
propiedad intelectual sobre los productos. La falta de acceso a drogas
antivirales para el tratamiento del VIH/sida y, más recientemente, para
la epidemia de influenza aviar, es una tragedia de la salud pública.
Los altos costos de los fármacos, impuestos por las empresas
propietarias de las patentes, están fuera del alcance de millones de
personas, en especial en países en desarrollo. Como resultado, los
pobres no reciben un tratamiento adecuado.
Los problemas de acceso a los tratamientos para el sida y la influenza aviar podrían repetirse entonces con la viruela.
Fármacos antivirales
En Estados Unidos hay dos compuestos principales en estudio para su uso
como antiviral variólico. Se trata de los análogos del cidofovir y el
SIGA-246, también llamado ST-246. Ninguno de éstos cuenta con
aprobación reglamentaria, ni tal aprobación parece inminente. Sin
embargo, en caso de que los compuestos sean autorizados, ambos podrían
quedar cubiertos por derechos de propiedad intelectual que
obstaculizarían un acceso libre y rápido a los fármacos antivirales.
Pero los eventuales reclamos de propiedad intelectual contradirían
resoluciones aprobadas por la Asamblea Mundial de la Salud. En la
resolución 55.15 (2002), la Asamblea solicitó al director general de la
OMS que garantizara la disponibilidad de los resultados y beneficios de
las investigaciones para todos los estados miembros. En otras palabras,
cualquier nuevo tratamiento u otros avances que surjan de las
investigaciones con el virus variólico deberían estar a disposición de
todas las personas, sin importar su lugar de residencia ni su condición
económica.
Pese a esta decisión de la Asamblea, los análogos del cidofovir para el
tratamiento de la infección variólica están cubiertos por patentes
emitidas a favor de la Universidad de California. Las patentes
estadounidenses incluyen la número 7.034.014 (emitida el 25 de abril de
2006) y la 6.716.825 (emitida el 6 de abril de 2004).
El inventor en ambos casos es Karl Hostetler, un investigador que
colabora con científicos del ejército estadounidense que realizan
investigaciones con el virus de la viruela. Ambas patentes
estadounidenses llevan el título de “compuestos de fosfonato”. Otros
países han presentado solicitudes, entre ellos China (solicitud número
CN1414854, del 30 de abril de 2003), Sudáfrica (ZA200204194, del 20 de
agosto de 2003), Brasil (BR0016058, del 15 de julio de 2003) y México
(MXPA02005490, del 9 de octubre de 2004).
Además, como revela la solicitud de patente internacional de la
Universidad de California (WO0139724), esa institución intenta
conseguir la patente en muchos países en desarrollo, entre ellos la
mayoría de los africanos y muchos de Asia y América Latina.
El otro compuesto antiviral variólico en consideración en Estados
Unidos es el SIGA-246 (ST-246). Se trata de un compuesto patentado que
pertenece a SIGA Technologies, una empresa de biotecnología con sede en
Nueva York. SIGA es financiada por el gobierno de Estados Unidos y
colabora con científicos de la Universidad de St. Louis, que han
manipulado genéticamente ciertos ortopoxvirus para aumentar su
letalidad.
Vacuna antivariólica
Además de las patentes sobre antivirales variólicos, existe al menos
una patente, emitida en Europa, sobre la vacuna antivariólica. Un
artículo publicado en el diario británico The Independent el 7 de mayo
de 2006 informó que la empresa danesa Bavarian Nordic posee una patente
europea sobre una vacuna MVA, y que la firma demandó a Acambis, un
grupo de biotecnología de Cambridge con sede en Washington, por violar
su patente. Acambis planea obtener parte de un contrato de 1.900
millones de dólares para proveer vacunas antivariólicas al gobierno
estadounidense.
Según el informe, Bavarian Nordic alega que la vacuna MVA de Acambis
infringe la patente sobre su producto, basado en la misma cepa del
virus. Bavarian Nordic podría procurar una orden judicial de exclusión
que de hecho detendría toda vacuna en la frontera. También inició
juicios en Delaware, Estados Unidos, y en Austria, donde Baxter
Healthcare, socio de Acambis, fabrica sus vacunas.
La vacuna MVA está destinada a pacientes inmunodeprimidos que podrían
experimentar graves efectos colaterales si recibieran la vacuna
antivariólica convencional. Acambis sostiene que la patente europea de
Bavarian Nordic, otorgada en diciembre de 2005, es “nula e
inaplicable”, porque la información sobre la cepa MVA del virus está
ampliamente disponible y además el Instituto Nacional de Salud, del
gobierno estadounidense, proveyó la cepa a Acambis, dice el informe.
Bajo el proyecto BioShield, el presidente de Estados Unidos, George W.
Bush, asignó hasta 1.900 millones de dólares en 2004 para acumular
vacunas antivariólicas en previsión de un eventual ataque biológico.
Como primer paso, el gobierno realizó un pedido de veinte millones de
dosis de la vacuna MVA. A unos quince dólares estimados por dosis, la
primera parte del pedido costaría trecientos millones de dólares. El
programa prevé la posibilidad de obtener otros sesenta millones de
dosis, así como la financiación de pruebas clínicas del tratamiento.
Las patentes otorgadas o pendientes sobre productos antivirales
variólicos y las disputas legales en torno a una patente sobre una
vacuna antivariólica dejan en evidencia los problemas relacionados con
la propiedad de las reservas del virus de la viruela, la concesión de
patentes sobre fármacos derivados del virus, y la disponibilidad de
éstos, en especial en países en desarrollo, en caso de que sean
necesarios.