¿Apropiación de la tecnología o participación activa en el desarrollo tecnológico?

Hablar de apropiación de la tecnología resulta inapropiado e indigno, algo parecido a robarse una cosecha que no se ha sembrado. Además, no tiene sentido, por cuanto no es posible la apropiación, ni la transferencia de un conocimiento o aprender un arte, adquiriendo productos cuyo proceso de fabricación y funcionamiento se desconoce. Tampoco es un robo, pues la mayoría de las veces se pagan altos precios por productos de una tecnología obsoleta.

Por ejemplo, si en la importación de carros existiera transferencia tecnológica, nosotros seríamos los mayores expertos en tecnología automotriz del mundo. Por cuanto, durante décadas hemos importado cuanto modelo y marca de carro existe.


La supuesta transferencia tecnológica, es más bien, una triste práctica de países colonizados y de ingenieros frustrados por los intereses de las grandes compañías transnacionales, que no les permiten aplicar los incipientes conocimientos adquiridos en la universidad y aprender haciendo. Por ello, creen que existen productos “perfectos y terminados” y se resignan, en aras de un supuesto pragmatismo e “inmediatismo” a importarlo todo, pues siempre resulta más fácil y rápido comprarlo que hacerlo. Cual consumistas nuevos ricos compramos cualquier coroto inútil.

En Mérida se importaron unos trolebuses como la solución más económica y rápida a los problemas del congestionamiento del transito y a la contaminación. El gobernador de la época, aseguró que en dos años se instalaría el sistema trolebús. Han transcurrido once años, de grandes incomodidades y desastres urbanos y posiblemente se requieran otros tantos para concluir su instalación. Lo que hemos podido constatar todos los merideños, en el transcurso de los años, ha sido que su instalación no es rápida, ni económica y ni tan siquiera es solución, por cuanto, ha aumentado enormemente el congestionamiento de transito. El trolebús de Mérida pasará a la historia como el más costoso e ineficiente. Constituye un ejemplo de compra nerviosa y de nuestra dependencia e ignorancia tecnológica, pues se adquirieron sin tener idea de su posible ruta por las angostas y congestionaras avenidas de Mérida.

El proyecto de instalar un trolebus en Caracas, no sabemos si atribuirlo a la ignorancia o a la corrupción. Aparentemente, existe un deliberado interés de ignorar el progreso tecnológico.

El surgimiento de nuevas baterías de mayor capacidad, duración y rápida recarga convierten al carro eléctrico en una extraordinaria realidad y han sepultado a los trolebuses.

Con anterioridad al descubrimiento de dichas baterías, muchos países prefirieron los autobuses eléctricos a los trolebuses, debido al elevado costo de los postes y cables aéreos que estos requieren, los cuales constituyen un riesgo, obstruyen y afean la ciudad.


El progreso, la independencia y la soberanía de un país no es posible sin participar activamente en el desarrollo científico y tecnológico. Ni existe revolución sin electricidad, como ha mencionado recientemente nuestro Presidente.

Nos conmueve oír a nuestro Presidente mencionar el ferrocarril de la integración latino americana, que irá de Caracas a Buenos Aires y nos preguntamos como será este ferrocarril, ¿Será nuestro o importado? ¿Será un tren moderno a 500 Km/h o un tren lento, decimonónico y colonial, como el de Caracas-Valles del Tuy?

Nos preocupa saber que una compañía francesa pretende vender a los argentinos su obsoleto TGV. Los países que desarrollaron los trenes rápidos de tracción rodante como el TGV, AVE, ICE saben mejor que nadie, que han sido ampliamente superados por la tecnología de tracción, guía y sustentación electromagnética. Dentro de pocos años, los trenes rápidos de tracción rodante no los podrán vender. Su obsolescencia, no es en cuanto a su velocidad, sino a su seguridad, a su posibilidad de descarrilamiento, a su limitada tracción y frenado y a sus altos costos de mantenimiento.

Ello, nos recuerda cuando la compañía del metro de París (RATP) vendió a los mejicanos y chilenos su metro propulsado y guiado con cauchos. En esa época, ellos ya sabían, por su linea en París, que sus inconvenientes superaban a sus ventajas. El proyecto del metro de Caracas del año 56, era también el mismo. Aparentemente, el derrocamiento del presidente Pérez Giménez nos libró de esa “tecnología de punta”. El actual metro de Caracas es de la misma compañía, sin embargo, no tiene cauchos. Lo cual demuestra que ellos se equivocan y aprenden de sus errores, nosotros no nos “equivocamos”, pero subsidiamos sus investigaciones y pagamos sus errores.

Cuando apostamos al desarrollo científico y tecnológico, hace más de cuarenta años, lo hicimos también a nuestra capacidad de llevarlo a cabo y no hemos descubierto ninguna razón técnica, ética o genética que lo impida. Las dificultades técnicas siempre se resuelven con el progreso tecnológico. Los únicos fracasos, sucesivos y concomitantes, han sido siempre en la obtención de los recursos para realizar los proyectos. El día que apostemos, en verdad, a nuestra capacidad científica y tecnológica invertiremos más en trabajar y menos en comprar, como hacen todos los países desarrollados.

Nuestro principal proyecto ha sido construir nuestros ferrocarriles, como han hecho todos los países desarrollados. Para demostrar nuestra capacidad de construir un tren moderno, nos hemos siempre propuesto la construcción de un prototipo y un tramo a escala real, pero debido a los escasos recursos tan solo hemos podido construir modelos a escala 1/10. No obstante, el exitoso funcionamiento de dichos modelos que hemos expuesto en los últimos treinta años y obtenido promesas de todas las administraciones de financiar el tramo experimental (incluyendo la Universidad de Los Andes, ver Correo de los Andes, Mérida, jueves 13 de Junio de 1991), seguimos esperando los recursos.


Nuestras instituciones para el desarrollo de la ciencia y tecnología, aparentemente no saben que las investigaciones científicas y tecnológicas jamás concluyen y que la realización de cualquier proyecto se lleva a cabo con investigaciones inconclusas.

Con el debido respeto, le rogamos al Ejecutivo y a la Asamblea Nacional estudien las consecuencias de importar apresuradamente una red ferroviaria, anticuada, insegura, lenta y de altos costos de mantenimiento. Les sugerimos comparar, por ejemplo, los viaductos del tren Ezequiel Zamora en los estados Miranda y Aragua con el viaducto del Transrapid de Shangai y averiguar sus costos.

Son bien conocidos los males producidos por el desarrollo tecnológico, pero ellos son debidos en gran parte a la codicia y estupidez humana. (Ver, por ejemplo, ¿Quien mató al carro eléctrico? http://www.whokilledtheelectriccar.com/)


Cuando por ignorancia es mal utilizada una tecnología importada, los males resultan peores. El desarrollo tecnológico no tiene freno ni retroceso y paradójicamente sus males son sólo subsanables con más y mejor tecnología. Como dice Poincaré en El valor de la Ciencia, “La ciencia no puede darle la felicidad al hombre, pero hoy sería menos feliz sin ella”.


Alberto Serra Valls, coordinador del Grupo Telmagv

albserra@cantv.net



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