Manifiesto contra la insensatez

Está llegando la situación a unos extremos que, a medida que se va desinflando el globo de miedo y de histeria hinchado a lo largo de casi dos años, la sociedad civil va a ir reaccionando en todas partes contra el poder político, el médico y el de los Laboratorios sobre todo, que están asfixiando a la ciudadanía.

Pues está visto y comprobado que, a pesar del dramatismo que han imprimido y siguen imprimiendo los medios a sus comunicados y argumentos sobre la situación sanitaria, a los ciudadanos ya no les impresiona tanta aparatosidad desplegada con unas consecuencias casi triviales en comparación con las muchísimas causas de enfermedad y de muerte y la desatención que sufren tantos pacientes por prestársela excesiva a los del virus de moda. 90.000 fallecidos, sin autopsias por medio, en casi dos años, es un número en cierto modo irrelevante al lado de los fallecidos por enfermedades respiratorias, cardiovasculares, cáncer, y de toda clase. El caso es que la ciudadanía se siente cada vez menos concernida por la permanente alarma sobre un virus de cuya "realidad" depende de la escasa confianza que tiene en sus gobiernos hasta el punto de sospechar la patraña. Cada día son más los indiferentes a las causas, próximas o remotas, de una situación que roza el esperpento. Cada día cree menos en una enfermedad que no sea otra más (y ésta no tan mortal como quiere hacérsenos creer), de las muchas que forman parte del vivir. Cada día cree menos en las explicaciones peregrinas que inducen a las mentes a justificar la inoculación en el cuerpo de la gente un suero experimental que no desean recibir, bien porque va contra la naturaleza de unas personas o porque simplemente ven en ello un grave peligro, a la corta o a la larga, para su salud precisamente. Cada día la ciudadanía teme más que, pasado el tiempo, semejantes sueros provoquen alteraciones graves orgánicas y neuronales. Cada día recuerda más los engaños de que es capaz el poder, y en este caso varios poderes concertados.

¿Les parecen a esos poderes estas razones insuficientes o poco consistentes? Pues si es así, si van a seguir apretando las clavijas a la población de todos los países, tarde o temprano van a tener que vérselas con los ciudadanos en las barricadas de todo el mundo.

Ahora, en relación al asunto voy a mi actitud estrictamente personal…

En primer lugar tengo un sistema inmunológico impecable. En segundo lugar, nunca he contraído una enfermedad vírica salvo una gripe hace 40 o 50 años. En tercer lugar, a mis hábitos saludables añadí una alimentación equilibrada. Soy sobrio por naturaleza. Y por último, si a pesar de todo contrajese la dichosa enfermedad, estoy convencido por lo dicho de que saldría adelante. Pero si falleciese a causa de ese real o supuesto y maldito virus, a mis años 83 años me es indiferente irme a la otra vida por ésta o por cualquier otra causa. Y por eso, en modo alguno lamentaría no haberme sometido a la insensatez de quienes, con muchas probabilidades, han puesto en marcha un engranaje de ambición y perversidad combinadas con altas dosis de histeria y de estupidez...

Razones más que bastantes para no estar dispuesto a correr ningún riesgo, por pocos que sean, y mínimo el de fallecimiento, permitiendo la inoculación en mi cuerpo de un suero experimental que llaman torticeramente vacuna; un suero cuyos efectos letales en numerosos casos repartidos por todo el planeta son conocidos por quienes no nos ceñimos a la información/desinformación de la cocina de los noticieros nacionales.

Por otra parte me parece otra insensatez haber empezado a inyectar esos sueros en personas mayores, a las que los médicos consideran más vulnerables. Pues siendo vulnerables y precisamente por serlo, más probabilidades hay de que sufran los efectos funestos de la pócima en organismos ya quebrantados por la salud o por la edad. Si bien, en la mayoría de los casos, esos efectos no se conocerán, pues, como decía Chesterton, los periódicos -luego los medios- se inventaron para conocer la verdad, y más adelante se utilizan para ocultarla.

Pero es que tampoco creo, ni mucho menos, que sea yo el único en percibir de este modo el asunto. Estoy convencido de que ha de haber millones y millones en el mundo que discurren y sienten como yo…



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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