Durante mis diez años al frente del programa de radio "Aquí no es así" por Tecnológica 93.7FM, no solo se aprende mucho, también se cultivan buenos amigos, gente maravillosa que a veces comparten y a veces no la visión que uno tenga del mundo y de la vida.
Lamentablemente no pude seguir porque nunca conseguí apoyo económico para mantenerlo, como no lo ha conseguido la radio, por lo que debía sacar de mi bolsillo una especie de aporte solidario al técnico para que me sacara al aire. La única vez que la radio recibió apoyo de algún tipo, fue de una empresa del Estado, pero el dinero de la publicidad, que pagaron muchos meses después, se lo robó el rector de una universidad, quien previamente había hecho acuerdos con Edgardo Parra, el ex alcalde preso por ladrón, para sacarme de la radio. El síndrome de "persigue al que te critique, pero ayuda al que te alabe", aunque sea de la oposición. Es un estigma ser crítico en este proceso.
En tantos años de programa que durante dos horas compartían con los carabobeños de 7 a 9 de la mañana, invité a muchas personas, algunas conocidas y otras no. Y algunas fueron invitadas producto de una relación que se estableciera por correo, y que a la larga se convirtió en amistad.
Así conocí a Iñaqui de Tejada, vasco de nacimiento, venezolano de corazón y de alma. Intercambiando correos, no solo descubrí que sabía de muchas cosas, sino que era un excelente conversador que incluso escribía artículos para sus amigos. Era un hombre enorme de casi dos metros, con unos penetrantes ojos azules y un mordaz sentido del humor, producto de su elegante y a veces sarcástica inteligencia. Es de él la frase más genial que yo escuché de la guarimba del 2014: "La estupidez de esta gente es inversamente proporcional al tamaño de su camioneta".
Finalmente, un día lo convencí de que asistiera al programa, aunque no quería, al que luego fue en tres oportunidades más. En sus bien entrados ochenta años, con la agilidad de un chamo de 30, recordaba cuando llegó con sus padres a Venezuela antes de los diez, su periplo por la escuela primaria y por la Escuela Técnica Industrial Manuel Caballero Mejías, ubicada en Los Chaguaramos. Con una sangre vasca y en plena efervescencia de las luchas políticas de los 60, era previsible que Iñaqui se convirtiera en un comecandela. Y la formación de esas escuelas de entonces, lo convertían en casi un universitario, en su caso en casi un ingeniero. Por ello en la radio conversábamos, más bien nos explicaba de cosas tan interesantes como el proceso industrial del país, que vivió y ayudó a crear, la fabricación de acero, todo el desarrollo del aluminio y la conversión en universidades petroquímicas de los institutos tecnológicos, por cierto, una exigencia de Chávez que sus enemigos internos, o sea chavistas, que nunca cumplieron. Todavía no entiendo -y lo conversaba con Iñaqui- como es que un país que va a tener gas por 700 años, no tenga desplegada una política hacia la captación de jóvenes que se incentiven a formarse académicamente en esa infinita y complejísima rama de la industria, cuando sabemos que más de un 70% de los productos de uso cotidiano, son producto de la industria petroquímica. Hasta en eso traicionaron al pana Hugo.
Pero de tantas cosas que el "carajito" Iñaqui y yo conversamos, siempre caíamos en un tema que creo es mi única fijación y que el vasco explicaba muy bien: la fabricación de un carro. Siendo yo reportero de últimas Noticias por allá en el 2000, recuerdo que un grupo de estudiantes junto a su profesor, le llevaron a Chávez un carro hecho por ellos en la Universidad Simón Bolívar. Para entonces, El Arañero de Sabaneta hacia su programa en Radio Nacional, allí en Chapellín. Yo -como periodista- estaba al lado de Chávez cuando el profesor le explicó todo el proceso para su fabricación. No solo eso, Chávez se montó en el carro y lo manejó hacia atrás y hacia adelante.
Iñaqui nos explicaba durante el programa de radio que efectivamente hoy día ya no era tan complicado la fabricación de un carro. Un carro muy elemental por supuesto, sin mayores pretensiones ni alta tecnología, pero si un vehículo con motor 1.600, con un aire acondicionado de dos velocidades, incluso de manillas para subir las ventanas manualmente, y cosas por el estilo. Un carro sencillo cuyo 95% de sus componentes, fueran hechos en fábricas venezolanas. El viejo vasco explicaba que, por más sencillo, sería el punto de partida y desarrollo de un vehículo que no solo fuera para los venezolanos, sino un excelente dinamizador de la economía, pues la fabricación de un vehículo requiere al menos de la creación de unas 4.000 fábricas que absorberían una mano de obra gigantesca, además de los terciarios. Es decir, cuando Chávez habló de la fábrica de fábricas, ya Iñaqui, por lo menos dos años antes, lo había explicado en mi programa de radio. A pesar de su ochenta y pocos, se mantenía al pie del cañón frente a la computadora y no paraba de investigar y curiosear.
Por ello al salir del programa, nos sentábamos a tomar café en la panadería de abajo, y a "hacer" la revolución. Es decir, utópicamente respondernos cómo construir un aparato económico, donde la industria, con un nuevo concepto, fuera parte del camino de la dinamización del país. Iñaqui nos explicaba que Venezuela tenía todas las condiciones para encontrar ese camino y que la explotación del hombre por el hombre se pudiera abolir. Era un chavista con inteligencia, no con fanatismo. Estaba convencido de que Chávez era la única salida para el país, como lo estamos quienes seguimos aquí.
Luego de eliminado el programa, teñíamos contactos esporádicos. El martes pasado me emocionó ver su nombre en la pantalla de mi teléfono. "Mi querido hermano" le dije. "No hombre, soy la esposa de Iñaqui. Por fin me puedo comunicar contigo". Juro que me entró una especie de escalofrío. "Iñaqui murió". Son noticias de esas que uno nunca quiere escuchar. Murió el 19 de julio, es decir, que, gracias a las comunicaciones, lo vine a saber casi un mes después. Tenía 85 años, su esposa, hijos y nietos, fueron a Puerto Cabello a esparcir sus cenizas, cumpliendo el deseo de aquel hombre que tenía una seria y muy polémica definición de Dios. Yo me quedé sin ese amigo que impartía tanta sabiduría, me dejó como un preterido por no haberme dejado su inteligencia. Siempre planeamos hacer juntos un Marmitaco, plato vasco que amo y que aprendí a hacer con mi amiga Rosamari en La Candelaria en Caracas y con mi camarada Alberto Nolia, buen cocinero, con quien nos reuníamos un grupo de amigos para saborear sus exquisiteces.
Iñaqui fue una de las tantas personas que llegó a mí a través de "Aquí no es así". Solo lamento haber aprovechado tan poco de él, y que este proceso no lo haya llamado, aunque fuera para que diera orientaciones sobre cómo hacer algunas cosas en materia industrial, una industria que está en el suelo y que nada apunta a su recuperación.