Víctima de “la guarimba” opositora en Mérida

El asesino de Gisella Rubilar Figueroa

 

Mérida, 8 de marzo de 2014, alrededor de las 8 de la noche un certero disparo, en plena cara, mató a Gisella Rubilar Figueroa, mujer merideña (de origen chilena, pero merideña, al igual que Leticia que como ella también es merideña),  educadora, artesana, pero sobre todo luchadora… En pocos días se cumplirán  dos años de su asesinato y aún estamos esperando que ocurra algo parecido a la justicia.

En una nota publicada el 14 de marzo (1) el presidente Maduro afirmó en ese momento: “Las investigaciones están muy avanzadas, ya están identificados los asesinos, estamos tras de su pista” pero, repetimos, a casi dos años seguimos esperando algo parecido a la justicia.

Ayer (jueves 7), en “El mazo dando”, Diosdado Cabello anunció la detención de Ricardo García Sanz, militante de “Voluntad Popular” que estaba siendo solicitado como responsable material del asesinato de Gisella.  Y eso proporciona algo de tranquilidad pero no significa justicia,  de hecho nada está resuelto.  En días pasados se presentó en rueda de prensa en la ULA,  apoyado por el señor que dirigió las guarimbas en Mérida, Williams Dávila, que por ser diputado goza de inmunidad y de impunidad,  al delincuente Nixon Moreno.  Y no pasa nada, salvo algunas declaraciones aquí o allá, no pasa nada y menos cuando la aprobación de una “Ley de Amnistia” es inminente.

En días pasados el pequeño ser que ahora dirige la Asamblea Nacional, y discúlpenme, pero a una persona que habla así de otra persona muerta, sea amigo o enemigo, solo se le puede calificar de esa manera, se refirió a uno de los muertos de esos terribles días del fascismo desatado a lo largo y ancho del país como “el tal muerto ese…”. Está claro que para ellos Gisella es apenas la tal chilena muerta y estoy seguro que para ellos es importante insistir en que es chilena y no venezolana, para así justificar que lo de la bala certera fue un azar por estar metida donde no debía.

Y lo triste es que no son ellos los únicos, las cuentas oficiales hablan de 43 y cientos de heridos, las cuentas extraoficiales nos muestran muchos más. Cientos de camaradas muertos (campesinos, trabajadores, dirigentes, hombres, mujeres, jóvenes, niños) y la mayoría de ellos sin asesino identificado. Pero es una tontería insistir en el problema legal de la identificación policial de un responsable. Estos son víctimas de una guerra que existe así se quiera negar, aquí o allá: la guerra entre los desposeídos, los pobres empobrecidos, los proletarios y los desposeedores, los empobrecedores, los propietarios. Una guerra que existirá mientras exista un 1% de personas en el planeta que posea el 90% de las riquezas existentes y que necesita para mantener esa situación, someter al pueblo pobre y hacerlo a costa de lo que sea, incluyendo cualquier tipo o forma de represión. Es lo que Marx llamó “la lucha de clases” es decir la contradicción absolutamente antagónica entre la clase poseedora del capital, y la riqueza y los trabajadores que lo único que tienen es su capacidad de trabajar y producir.

Ningún paño tibio resolverá esto, y menos ningún acuerdo es posible. Está claro. La derecha, por ejemplo, va a aprobar, pronto, una ley que libere de culpa a los asesinos de Gisella aun antes de ser culpados y otra ley que le regrese al trabajo su condición de forma de control sobre los trabajadores. Ya lo decía bien claro uno de ellos: “La Ley del trabajo no puede favorecer al trabajador”. Es decir, ellos no pueden permitir la existencia de una ley de los trabajadores, solo de una ley del trabajo que haga legítima y ética la explotación. Y estos son solo unos pequeños ejemplos.

Y por eso hablábamos antes, de que dos años después de la muerte de Gisella, pero que son seis o 16 o quien sabe cuántos, en tantos y tantos otros asesinatos, apenas esperamos algo parecido a la justica. Y es que la verdadera justicia solo se logrará cuando la propiedad como forma de explotación, es decir el derecho de unos pocos a explotar a la mayoría, basados en el dios “propiedad” se termine. Pero eso significa una verdadera revolución, no un simple cambio de unos dueños por otros o el simple cambio de fachada de algunas cosas para seguir escondiendo la realidad. La verdadera justicia solo se logrará cuando el pueblo trabajador desmonte el capitalismo y construya un sistema social donde desaparezca la propiedad privada de cualquier  tipo, un sistema social donde el ser humano pueda dar según su capacidad y recibir según su necesidad.

Yo conocí a Gisella, como conocí a Leticia a la cual nombre al principio de esta nota, o como he conocido a tanta otra gente, por ahí, en la calle, en la acción, en los hechos concretos. La recuerdo como una mujer alegre, dispuesta a la tarea, activa, clara políticamente y muy merideña. Sus hijas menores son todas merideñas y ella, Gisella, estaba dedicada a trabajar por lo que consideraba su tierra concreta, pensaba como todos nosotros que “la patria es América” pero luchaba en lo concreto por su pedacito de patria en la cual le había tocado vivir.

Para la foto de esta nota hemos tomado esa, que es parte apenas de una foto más grande, y donde está ella como la recordamos, activa y sonriente. Y ese es el camino, la lucha por la igualdad, pero no basada en el odio de los pequeños seres, sino en la verdadera felicidad, esa de la que hablan Bolívar, el Che y Chávez y en la lucha por la cual, los mataron.

¡La lucha tiene que seguir!

 

Fuente: * TATUY TV  http://tatuytv.org/  - Viernes, 29 Enero 2016 



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