“A Dios rogando, y con el mazo dando”

El ministro aviador y las siembras aéreas


La reunión de París, conocida como COP-21 e iniciada el 30 de noviembre de 2015, finalizó el día 11 de Diciembre dejando a la humanidad un montón de tareas pendientes. Una de ellas es el ambicioso Acuerdo de París, documento de 12 páginas firmado al día siguiente de la culminación, por los 195 países participantes; el cual constituye un consenso global que busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, para mantener el calentamiento global "muy por debajo de 2° C". Dicho Acuerdo constituye un "punto de inflexión histórico" tras el objetivo de reducir el calentamiento global, pero lamentablemente y como muchas decisiones políticas de gran trascendencia histórica, tiende a ser extemporáneo; con el agravante de que si la reacción mundial no es muy rápida, eficaz y contundente… será DEMASIADO TARDE para todos.

Desde hace varios años hemos estado muy interesados en alertar al mundo, sobre el deterioro antropogénico sufrido por el planeta a partir del modo civilizatorio europeo, exacerbado en las décadas más recientes por el “American way of life”; a quien acusamos de ser el máximo responsable por el terrorismo mundial. Esta acusación ha sido explicada en nuestro libro “Cuestionamiento indiano al paradigma de La Bastille”, del cual poseen copias: el presidente Maduro, el actual ministro de Agricultura, la vice canciller Claudia Salerno y varios diputados de la Asamblea Nacional, entre otros actores y decisores del acontecer venezolano.

Es por ello que, asumiendo plenamente nuestra venezolanidad y aunque existen soluciones teleológicas en cuanto a responsabilidad personal y ciudadanía, como pudiera ser la concienciación total de los venezolanos a partir de un proceso educativo, el cual no debería llegar al adoctrinamiento ni el fanatismo; hemos querido aportar nuestro granito de café. Siendo muy serios y pragmáticos, a la luz de algunos artículos de nuestra Carta Magna como el 62°, el 305° y especialmente el 326°; estamos proponiendo aquí soluciones inmediatas y efectivas, las cuales pudieran impedir un colapso económico, una hambruna generalizada o una explosión social, sin que estos tres eventos tan dramáticos sean ilusorios, ni excluyentes, ni lejanos.

No es nuevo para nosotros, que en la Venezuela petrolera importemos más del 70% de lo que nos comemos. Como lo citan los profesores Elba Marina Mora y José Rojas López, en su trabajo publicado por ULA-Mérida en diciembre de 2007 “Los cultivos líderes de la agricultura venezolana” (análisis de 22 años: 1984-2005):

Durante los veinte y dos años del período 1984-2005, la agricultura venezolana estuvo influida de modos distintos por diversos factores... (…) En todo caso, la producción nacional siguió siendo insuficiente para cubrir la creciente demanda de alimentos para la población y de materias primas para la agroindustria, acudiéndose a las importaciones de alimentos procesados, cereales y aceites principalmente (Morales, 2002).

Dicho estigma importador nos ha seguido doblegando, como lo expresa Ileana García Mora en un artículo de “El Mundo” fechado en Caracas, el 28 de enero de 2013 (http://www.elmundo.com.ve/noticias/economia/agro/compras-de-cereales-crecieron-57--hasta-octubre-de.aspx#ixzz3xhVXZNLs):

Según las cifras publicadas la semana pasada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), las compras foráneas de los cereales experimentaron un crecimiento de 57,2% en volumen en los primeros 10 meses del 2012.

Entre los meses de enero y octubre se trajeron de diferentes países 3.882 millones de toneladas métricas de distintos cereales básicos como trigo, arroz, maíz, sorgo, avena y cebada.
Y ahora, en los inicios de 2016, después del balde de agua fría que nos hizo aterrizar a todos y sacó a muchos políticos de la burbuja espacial en la cual residían; corresponde a mi tocayo y paisano Wilmar Alfredo Castro, una demostración de pilotaje más difícil que aterrizar un F-18 sobre un portaviones que navega frente al Cabo de Hornos (vientos de 120 nudos y grandes olas). El presidente anunció que el Plan de Siembra 2016, contempla el cultivo de 2 millones 459 mil hectáreas para producir alimentos, con lo cual se incrementa el área en un 26% con relación al 2015.
Es un reto de altura, digno de un gran aviador: En un país cuya factura petrolera genera 96% de las divisas, con precios acercándose a los 20 $/barril y con enormes dificultades para volver a producir tres millones de barriles diarios; además de tener compromisos adquiridos por más de 1,5 MMBD y un costo de transporte cercano a los 20 $ por cada barril entregado a China; al camarada Castro le corresponde comandar en 2016, la nave que garantizará la comida a Venezuela… ¿Fue un voto de confianza o una condena a la hoguera?

Porque aun sin Guerra Económica, esas son circunstancias muy difíciles de manejar, y para colmo de males… ¡El Niño! Un niño más terrible que Jaimito y Daniel “el travieso” juntos. Más malo y poderoso que un Gremlim en medio del Poltergeist, es decir, un granuja tan perverso como el jinete del caballo apocalíptico que representa el HAMBRE, y que se hizo presente para dejarnos sin agua… ¿Siembra seca? Me explico: No hay condiciones para disponer de alimentos, porque no tendremos agua para regar cultivos, ni dólares para importar comida. ¡Ni lo uno, ni lo otro! Nanay-nanay

Entonces, ¿Qué hacer hoy? …Además de llamar a María (Recomendación N° 8), frente a este inconmensurable reto hemos vislumbrado siete líneas de acción; las cuales pueden adoptarse separadamente, pero realmente son complementarias y usadas en conjunto, darían resultados óptimos. Ojalá que pudieran formar parte de un Decreto productivo, transversal a todas las actividades socio-económicas del país.

Leamos:
Manos a la siembra: Toda la patria, una huerta; todo terreno, un conuco.
Alimentación endógena. Execrar el pan y volver al casabe o la arepa; eliminar la pasta y volver al topocho y la papa. Arroz, sólo regalado (porque es hidrófago).
Optimizar el transporte: producir lo más cerca posible de los centros de consumo (desarrollo endógeno) y masificar volúmenes de carga (trenes, cabotaje, etc.).
Privilegiar el riego. Re-potenciar urgentemente todos los sistemas de riego en la RBV; comenzando ya, por los que requieren menos inversión.

Racionar el agua. Eliminar fugas de agua y poner en funcionamiento todas las instalaciones de cultivo controlado, especialmente las que utilicen riego por goteo.
Racionar la energía. Usar mínima labranza en áreas grandes y tracción de sangre en áreas pequeñas. Apagar muchos motores y TODO el alumbrado público diurno. Corregir factor de potencia eléctrica en industrias y grandes usuarios (ciclo cero).
Uso de energías alternativas: utilizar fuentes eólicas, solares, geotérmicas y otras, para generación eléctrica, secado, transporte, etc.

Prender velas y clamar a la Virgen de Coromoto y San Isidro Labrador.
Una solución puntual aplicable en esta situación extrema, es el “bombardeo” o siembra de las nubes; un trabajo de aviadores que sirve para forzar a la Naturaleza, a darnos agua. Pero mientras buscamos el yoduro de plata para sembrar las nubes (y los dólares para comprarlo), esperaremos optimizando y rezando para que el país pueda ser alimentado por: El ministro aviador y las siembras aéreas.


Alfredo Mendoza
Caficultor Bolivariano

Biscucuy, 19-ene-2016


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