¡Cómo se goza en Tabay!

No desperdicio un bolívar en periódicos altamente contaminantes, que debieran prohibirse, no por la tendencia política (coherente con la de sus dueños, los dueños del capital, y allá los alienados que los leen con estulticia inducida) sino por salvaguardar la salud mental de lectores desprevenidos, ante el amarillismo exacerbado que practican, en eso de demostrar que la inseguridad nos devora (¡Ah!, estoy hablando de los periódicos de Mérida, fenómeno que debe común en el País).   Cuando consigo los periódicos de marras tirados por ahí o me los topo en Internet, tengo el resabio de curiosear sobre las refinadas formas de atacar todo lo que en Venezuela y el mundo signifique dignidad y humanidad, a pesar de repugnarme el indescifrable masoquismo de las autoridades que los financian espléndidamente, quizá para usarlos como la malvada madrastra de Blanca Nieves utilizaba su espejo mágico: periodiquito, periodiquito, ¿quién es el mandamás más buenmozo, más inteligente, más más de toda la comarca? (el espejito, que no el periodiquito, contestaría siempre ¡Chávez!, ¡Chávez!, para desesperación de la madrastra)

Satisfecha la manía de “politizar” todo lo que se lo merece, paso a exponer lo que me trajo por aquí:

Me topé en Internet con Frontera del 23/05/2012, exactamente “el Centésimo Nonagésimo Noveno Aniversario del Paso de Simón Bolívar por las Tierras Andinas, en la ruta de la Campaña Admirable del año de 1813” (SIC, todo lo encomillado), como reza el aviso que pagó la gobernación del estado, única mención en todo el pasquín del aniversario del arribo de Bolívar a la ciudad de Mérida, porque a los periodicuchos deformadores no les interesa la historia y menos lo que de ella se puede ordeñar.

Pero en esa edición del periódico de constructores camuflados encontré otra noticia de historia regional: “Establecen el 29 de agosto de 1619 como día correcto. Tabay tiene nueva fecha de fundación. El acuerdo número 26 será publicado en gaceta municipal y entrará en vigencia de una vez”, y de una vez se me alborotó la impertinencia de historiador.

En esa de cumplir con los trabajos de aumento y salir jubilado de eso que llaman titular, con un sueldo que casi alcance, debí escribir algunos libros, pero, decepción de decepciones, hoy descubrí que ni mis colegas inteligentes los leen.  Y fue que le regalaron a la historia del pueblo algo así como 18 días, pero le podaron casi 33 de su mejor historia, porque Tabay fue fundado el 22 o 23 de marzo de 1586.

A estas alturas de la vida prefiero trabajar con la historia de la propiedad territorial, determinar los mecanismos de cómo se expropió a indígenas y pequeños propietarios, a los municipios y al Estado, para conformar la gran propiedad privada; prefiero asesorar trabajos de historia a personas que tengan alguna obligación académica relacionada con el proceso revolucionario; y hasta no hacer nada.  Es decir, poco o nada me importa la labor de cronista temprano… a no ser que me den en la llaga.

Esos casi 33 años que le podaron a la historia de Tabay fueron los que le dan más consistencia a su pasado indígena.  Fueron los años de inflexible resistencia a cambiar su patrón de poblamiento, coherente, basado en la convivencia y la producción, por el español, dispuesto para adoctrinar y explotar con mejores resultados.  El patrón de poblamiento indígena era magnífico: casas próximas a los lugares de sembradío, comunicadas entre sí, que confluían en un centro ceremonial, lugar de esparcimiento y, frecuentemente, también residencia del sacerdote-médico.  El patrón español, artificial: casas dispuestas en cuadrículas cuyo centro era una plaza (allí se plantaba el famoso “rollo de la justicia”, el lugar de castigo), y frente a ella, la iglesia, el lugar de aculturación.

Y no era que los indígenas pudiesen escoger entre mudarse o no.  Eran constreñidos a “reducirse” al pueblo por las buenas o por las malas.  Tabay, por ejemplo, recibió en 1602 la “visita” de Antonio Beltrán de Guevara que constató que del pueblo “fundado” por Bartolomé Ruiz Naranjo en 1586, quedaba poco: la iglesia (describe una interesante “imagen a pincel”, y menciona un crucifijo de plata y un retablo) y uno que otro indio negligente, porque nunca faltan los explotados que se exponen a la explotación… los otros, huidos, resistiéndose al “pueblo de concentración”.

¡Pues violencia con eso!  El fulano de Guevara le ordenó al encomendero no ocuparse de otra cosa antes de reparar la iglesia y poblar los 170 indígenas que quedaban a su alrededor, para lo cual debía quemar inmediatamente las casas dispersas.  Este brutal expediente para reducir a pueblos se siguió practicando a lo largo de la historia; es el caso de las aldeas estratégicas, como creo eran llamadas las “fundadas” por los gringos en amplias zonas de VietNam.

El cuento sigue, pero es otra historia, como lo es la evolución hasta la privatización del extenso “resguardo”, que también fue “señalado” en esa oportunidad por Beltrán de Guevara.

En definitiva, si sólo es para la celebración -se sigue encomiando lo que se debe rememorar- de la fecha de fundación, igual da que sea en 1586 o 1619 (ojo, no acepto polemizar sobre el asunto, recuerden que estoy en “otras” actividades, ayudando en la pelea contra “otros” colonizadores); pero si es para enseñar en las escuelas, que todos niños de Tabay se enteren de que son descendientes de unos indios arrechos, que resistieron de muchas maneras la colonización europea, hasta que los reventaron, y que esa lucha estuvo planteada sobre todo entre 1552 y 1619.  Y que los cronistas de pueblos, además de cuidar la precisión de fechas, escriban sobre la historia que están viviendo, respalden a sus alcaldes bolivarianos con el contraste entre el hacer revolucionario y el pasado inmediato adecopeyano; con análisis de gestiones, con cifras, con testimonios… con cualquier herramienta de la historia.

Colorín, colorado.

<osoriof@cantv.net



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