Una vía alterna que no tiene alternativa

Desde el mismo inicio del gobierno de Chávez, estoy escribiendo sobre la vía alterna al actual puente que cruza el Río Chama en la población de El Vigía, estado Mérida. En un principio, recabé un conjunto de ideas y las adecué a mi criterio; le agregué algunas mías, y las denominé: “Anteproyecto de la Zona Especial de Desarrollo del Sur del Lago de Maracaibo (ZEDESUR)”.

Este conjunto incluía la nueva vía alterna como obra referencial de un desarrollo planificado para la región; pero, a diferencia de la mayoría, sostenía que la opción más viable era aguas abajo de la actual, porque debería diseñarse dejando el espacio para la vía férrea y construirse con la adecuada resistencia para ello. La autopista complementaria partiría desde cerca de los límites con Táchira e iría hasta un poco más allá de Río Frío.

Esta ubicación debería complementarse con una canalización de concreto que iría dese un puente al otro y permitiría reforzar la protección del área de La Motosa, por la orilla izquierda y de los platanales, por la derecha.

Luego de “clamar en el desierto merideño”, sin obtener respuestas, el anteproyecto se envió al extinto Congreso y posteriormente a la otrora Vicepresidenta Adina Bastidas, quien designó a una de sus asistentes para definir los términos conmigo; esta última recibió las copias de la serie de artículos de “Aló Presidente”, en los que se establecían los fundamentos.

El proyecto tomó forma con la Ley Orgánica de las Zonas Especiales de Desarrollo; se concretó en el decreto que creaba ZEDESUR y se consolidó con la designación de un Ministerio para las Zonas Especiales de Desarrollo, cuyo representante regional era Corpoandes.

Pero, como ocurre con la mayoría de los sueños, no pasó de ahí: el ministerio desapareció antes de que el ministro se diera cuenta de que existía y la proposición de la vía alterna inicio un nuevo viaje hasta la capital estatal, en donde se estancó de nuevo, porque “algunos” la consideraron como un atrevimiento de los “pueblerinos vigicianos”, los cuales también osaban aspirar un Hospital Tipo IV, para detener el flujo de pacientes hacia la ciudad que “detenía todas sus ilusiones”. El hospital estaría ubicado cercano a la nueva vía, para facilitar el acceso.

Pasaron los años y las “amenazas de financiamiento” asomaban una y otra vez; pero, aún no se han podido hallar. Ahora, llego el momento en el cual la vía alterna ya no tiene alternativa: una falla de borde, un derrumbe, o la caída de un pequeño puente, puede ser solventada en poco tiempo; pero, el potencial colapso del Puente Chama por fatiga metalúrgica, crearía un caos de proporciones inimaginables.

Su construcción, bajo la opción propuesta, no sólo brindaría los beneficios tantas veces señalados, sino que permitiría disponer de nuevos terrenos urbanos que le facilitarán al gobierno cumplir con la promesa de construcción de las miles de viviendas que le corresponderían a la zona; al tiempo que sería de gran publicidad que los viajeros del tren, o de los vehículos que circularán por la nueva vía, contemplaran las promesas cumplidas.

A través del préstamo que China concedió a Venezuela, aquella nación está construyendo vías férreas y viviendas en la nuestra; ¿no sería una buena oportunidad para que los orientales apliquen toda su tecnología en nuestro país, y con la velocidad que los caracteriza, construyeran el puente, con el espacio para la vía férrea, la autopista complementaria y las viviendas prometidas?


luiserangel@hotmail.com


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Luis E. Rangel M.


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