O propiciamos el parto del Poder Popular o mutará una nueva clase burguesa

La revolución bolivariana se encuentra  enfrentada hoy con sus contradicciones: por un lado un plan de gobierno socialista que integra el aspecto económico, cultural, educativo, político y social, además de sus relaciones con la geopolítica; por  el otro, un estado que se rehúsa  a transformarse, bloqueando cualquier intento de avance a la profundización de nuestro proceso.

El comandante heredó un estado ineficiente que aun no se ha podido desmontar, pero entonces, ¿cuál ha sido la razón de mantener una dualidad, o un paralelismo en cuanto  al funcionamiento del estado?

Sencillamente,  Antonio Gramchi lo describió como aquello que no termina de morir y aquello que no termina de nacer.  Lo que no termina de morir se refiere a este estado burgués que impera y se alimenta de la revolución: un estado formado con una cultura neoliberal; este estado es alimentado por los profesionales capacitados en las universidades tradicionales, creadas para producir lo que ellos llaman capital humano, formados para administrar bajo la concepción dictada por el imperialismo.

Esta situación nos produce altas contradicciones a la hora de gobernar con justicia social, ya que para esos funcionarios es incomprensible lo que se les pide. La visión de servidor público se limita a cumplir con un horario, sin preocuparse si su trabajo es productivo  o no.

Por otro lado algo que no termina de nacer, referido a esa nueva sociedad que debe aparecer para ser motor del socialismo del siglo XXI. Ésta nace a cuenta gotas, contra todos los desmanes y envenenamiento sistemático del sistema capitalista, quien asfixia y entorpece este parto. ¿Cómo crear una nueva economía con economistas seguidores de Adam Smith? ¿Cómo educar una sociedad nueva con maestros seguidores de las doctrinas de la fundación Ford? ¿Cómo redescubrir nuestra cultura con el bombardeo permanente de los largometrajes de Hollywood?   Es iluso pensar que con los institucionalistas existentes darán el salto adelante, el whisky y el churrasco, los centros comerciales; son demasiado atractivos para que renuncien a ellos, y harán todo lo que estén en sus manos para evitar que avance la profundización.

Al parecer estamos ante un círculo vicioso, cada plan que inicia el ejecutivo es saboteado, dilatado, y detenido por estos saboteadores públicos, sin olvidar que muchos de esos mismos planes no resuelven las necesidades de la población, solo son paños de agua caliente y esto se debe a que dichos planes ya son ineficaces desde su confección, y es lógico pensarlo. ¿Cómo se puede crear un plan eficaz, si nunca se ha tenido contacto con el pueblo, con  el hambre, con la miseria, con la  realidad de la gente? Ya lo dijo Marx: para tener conciencia, debemos ser primero seres sociales.

Hoy nuestro proceso está entrampado en la falacia de la inclusión, lo que nos lleva a aceptar a los opositores, pero por otro lado excluimos a los aliados, buscándoles las mil y una fallas para justificar su salida o su impedimento a formar parte del gobierno. Es falso aquel lema que dice: "no me importa quien mande, yo solo cumplo con mi trabajo". Por más capacidad y competencias que se posea, si no se cree o se quiere lo que se está construyendo, la labor no será desempeñada con convicción y ánimo, más bien entorpecerán los procesos: nadie puede defender  a lo que no cree o conoce.

Una de  las líneas de acción para desmontar al estado burgués, es la estructuración del estado comunal. Sin embargo, ese nuevo espacio de poder está siendo alimentado por las instituciones existentes, lo  que trae como consecuencia que éstos nazcan con los mismos vicios y mañas  de la institucionalidad tradicionalista. Se pueden observar consejos comunales o salas de  batalla que se transformarán en comunas, aplicando procedimientos utilizados por los partidos o instituciones anacrónicas, que manejan cuotas de poder a través de la resolución de necesidades y otorgamiento de beneficios a cambio del apoyo irrestricto a su planteamientos .

 La lucha de poder que impera hoy en las organizaciones de base ha provocado la dilatación del empoderamiento popular, donde se impide la participación del colectivo al tratar de conformar parcelas de dominio, incitados por el mismo funcionariado saboteador, que insiste en manipular  a las organizaciones con la aprobación de recursos. En muchos de los casos se ha nombrado como coordinadores de salas de batalla, comunas o consejos comunales, a personas que pertenecen o pertenecieron a instituciones, argumentando que son los más capacitados por poseer la experiencia en el servicio público, alegato aceptado por  el pueblo.

Estos expertos de la institucionalidad, han utilizado los nuevos espacios de poder, para catapultarse políticamente al formar a través de sus discursos trillados, bloques de fuerza, para exigir cuotas de poder, no para la liberación del pueblo, sino mas bien para su propia mejora económica.

Para crear una nueva geometría del poder, no basta con la entrega de recursos directamente al poder popular. Antes se debe evaluar, cómo funciona y qué saldo organizativo posee cada organización, a través de un diagnóstico participativo objetivo, que permita mostrar la realidad de cada una de ellas, además de exigir la capacitación de sus voceros, con una nueva doctrina socialista. Ya lo dijo el filósofo mexicano Fernando Buen Abad: "no podemos caer en la trampa del empirismo". La academia es necesaria para construir el socialismo, pero eso sí, una academia que coloque al ser humano como centro de todo.

Se hace obligatorio que el poder comunal  inserte, la nueva clase profesional que hoy está formada, donde se les dé la oportunidad de gerenciar y administrar los recursos ¿Quien mejor que el mismo pueblo, formado y capacitado para regir su destino? No se puede aceptar que existan profesionales habitantes de la comunidad que se encuentren aislados y desconectados de las organizaciones de base, ya sea por su apatía, o por conveniencia de los señores feudales modernos.

Los profesionales, egresados de las misiones, deben ser parte del perfil necesario y obligatorio de los encargados de constituir  las nuevas estructuras públicas; no podemos  dejar a criterios ortodoxos de la clase burguesa a que acepte o no a alguno de ellos. Hasta ahora ha ocurrido así, argumentando que cada profesional debe hacerse su profesión, lo que ha provocado que tengamos, muchos  egresados, sin estar desarrollando una actividad para la que fue formado. Por tanto es estratégico y fundamental, insertar a esta clase profesional al aparato del poder.

Los ministerios existentes no hallan como evitar la entrada de los gestores sociales, gestores ambientales, abogados, comunicadores sociales, educadores y demás profesionales formados por la revolución. Los manipulan con conformación de empresas, fundaciones, organizaciones civiles, grupos de voluntariados, además del otorgamiento de contratos leoninos llamados honorarios profesionales, donde muchos de  las tareas que se le encomiendan son improductivas, con la intención de alegar que no sirven, o que están mal formados, unido a una retribución paupérrima que evita que puedan desarrollarse bien en su área.

Sería una locura no alimentar al poder popular con estos nuevos profesionales: ellos tendrán la encomiable labor de lograr nuestra verdadera nivelación, de lo contrario araremos en el mar.

Los espacios de poder que hoy se pretenden constituir, podrían convertirse en nuevos santuarios de politiqueros consagrados, al  permitirles su participación en los roles gerenciales o más bien ser la puerta para lograr el empoderamiento del pueblo, esto solo se lograra si le damos oportunidad a que éste tome el control de su porvenir, sin pensar en que pueda equivocarse: ellos también tienen derecho a hacerlo.

El poder popular será  verdadero, si la nueva casta asume su papel, que es el de lograr la liberación de la sociedad de las garras del capitalismo. Ya no existen excusas. Tenemos personal capacitado para crear, inventar y ejecutar políticas públicas. Ese futuro se palpa hoy. El pueblo está formado  con dignidad y moral. Así que, o propiciamos el parto del poder popular, o mutará una nueva clase burguesa.


orangelcultura@gmail.com



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