Crónicas desde El Trigal

El 13 de febrero fue el día de la espectacularidad para un pequeñito sector de la oposición. Convocados por su “gran líder” a una protesta colectiva pero con Guarimba, los chamos exaltados de ahora, por un enfermizo adoctrinamiento, estaban convencidos de que atrincherarse en sus sitios de hábitat, era acabar con el gobierno. Ignoraron su condición de simples marionetas. Nadie les explicó que así no se tumba un gobierno. Nadie les dijo que, como lo vio la rana, el cielo no es del tamaño de su charca. Nadie les contó que existen otros conglomerados, otros grupos sociales, otras urbanizaciones, muchos barrios y una realidad que es de todos los días. Nadie les explicó que cientos de miles de personas se levantan todos los días en la madrugada, salen a trabajar, están todo el día en un ajetreo constante, y deben llegar en la noche para resumir el día, y prepararse para el nuevo día como si el viento no se detuviera. Nadie les dijo que el país no es del tamaño de sus deseos, sino que la nación está llena de muchos deseos y que todos esos deseos deben juntarse, porque ninguno puede quedarse fuera. Nada de eso ocurrió. Solo los envenenaron, les dieron muchos recursos para protestar y pagar a asesinos, a sicarios, los auparon como carne de cañón a poner el pecho, y sobretodo los hicieron entrar en su mundo del Play Station. Les hicieron creer que estaban en el Matrix, y que su labor era acabar Neo, Morfeo, Trinity y finalmente matar al Oráculo. Es por ello que los de la urbanización Prebo en Valencia se hacen llamar “Espartacos”, que es la serie actual de Universal Picture. Son las máquinas y las “inteligencias” artificiales que esclavizan a los humanos. Por ello los seres humanos de esas urbanizaciones como El Parral, la parte baja de Naguanagua, El Bosque y algunas otras, son los esclavos de estas máquinas, las máquinas que buscan a un Oráculo para aniquilar.

Pero quizás el escenario más brillante de ese Matrix, es la urbanización El Trigal de Valencia. Aislada geográficamente, no solo la separa la autopista, sino que en sus inicios la separaba el río Cabriales. De allí quedó la expresión “voy a cruzar el charco”, cuando sus habitantes debían salir de allí para hacer las diligencias que no podían hacer dentro. Misma situación de hoy, solo que hoy es casi autosuficiente. En sus inicios, eran parcelas de agricultores, hasta que el crecimiento de la ciudad y el urbanismo, la convirtió en una moderna urbanización de la clase media. Una clase media que es alta, compuesta por contratistas e industriales cuando había industria en el país. Pero también hay una clase media-media que tiene comercios o son profesionales de altos salarios. Y una clase media que es baja que son jubilados o gente de escasos ingresos, herederos de las viviendas de sus padres, fracasados, equis de la vida. Hay muy poca burguesía, u oligarcas, apellidos de abolengos. Aunque todos quieren ser burgueses, no son más que asalariados de alto nivel. El Trigal de hecho son siete urbanizaciones, ubicadas en la parroquia San José del municipio Valencia. Fue fundada a mediados de los cincuenta del siglo pasado, por lo que la mayor parte de sus habitantes tienen más de 50 años.

Esa generación tiene a los hijos de ahora. A los niños que los quieren hacer de papá, que les dan todo, comenzando por el viaje a Miami que es casi como un bautismo inaugural al arte de viajar por kilos, concepto real de turismo. Son muchachos de entre 15 y 25 que no piensan en nada. No les interesa el pasado y mucho menos el futuro, su visión de la vida es poner un negocio, y ahora raspar la tarjeta. Y mientras esperan a que papá o mamá busquen los reales, compran Samsung de 40 mil, van a la playa, acomodan los carros y juegan Play Station. No maldicen solo a Chávez o a Maduro, maldicen a todo aquel que no esté dispuesto a complacerlo. “Metete pa´dentro vieja del coño” le dijeron tres de ellos de 19, 20 y 21 a la vecina que los alimentó, bañó y vistió cuando eran niños mientras su madre iba a trabajar. La vieja del coño que cometió la osadía de decirles que así no iba a tumbar a Maduro. O aquellos cuatro niños con cuerpos de hombre, si acaso de 16 que querían quemar el Centro Comercial Patio Trigal y se encolerizaron tanto contra sus propios mayores, anormales iguales que ellos, pero que por una pizca de racionalidad, les pareció una estupidez que mar el centro comercial.

No les ha parecido una estupidez llenar de basura todo El Trigal. Tampoco les ha parecido una estupidez tumbar los árboles de Guayaba en plena carga, o de Pan de Palo, o tumbar árboles centenarios con una motosierra. También asumieron la condición de chusma de los habitantes del sur. Aprovecharon para sacar lo que no les servía. Las barricadas tienen neveras, lavadoras, colchones, camas, jergones, computadoras, microondas y sobretodo mucha basura, desechos, mierda, porquería. Desde las Chimeneas hasta Mañongo, más de 200 barricadas comienzan a expeler los terribles olores de la putrefacción, mezclados con humo de cauchos y plástico. También las ratas se ven más gordas y con mucha regularidad. Y ni hablar de cucarachas y chiripas. Pero lo más terrible es una mácula de moscas que se ven cuando aprieta el sol. Son muchas, grandes, verdes, que juntas emiten ese terrible sonido de la desesperanza, cuando la muerte se acerca.

Nadie se atreve a pedir que se recoja la basura en El trigal. Una señora de unos 70 años, pidió permiso para ir a la clínica a tomarse la tensión y las máquinas de Matrix se lo prohibieron. No son muchas esas máquinas. Si acaso 200, pero con una potencialidad violenta que todo el mundo se aterroriza.

Ya nadie sabe cuál es el principio o cuál es el fin; o si alguna vez comenzaron a quemar y destruir su propio lugar por una razón especial. Es una autoflagelación, se autocastigan por alguna razón. Son las máquinas de Skynet que se apoderaron de los humanos, y a la vez son los humanos de El Trigal atrapados por sus propios monstruos.

Y cuando esas máquinas se sientan derrotadas, quién canalizará toda esa frustración. ¿En qué depósito serán guardados hasta que los reactiven de nuevo?

Definitivamente, la rana mira el cielo del tamaño de su charca.


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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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