La derecha está clara: sabe que no es Henrique Capriles el llamado a reconquistar el poder que siempre empleó para subyugar al pueblo. Los sobrevivientes de esa burguesía parásita saben que el candidato derrotado perdió el brillo de los condones nuevos. Es hora de desecharlo.
La derecha ya cocina el sustituto. Lo hace a fuego lento en la vieja y oxidada hornilla de la fantasmagórica especulación astrológica. Tan amargo es el fracaso obtenido con la ensalada golpista-electoral, que opta ahora por aderezar con el para muchos atractivo ingrediente del más allá. “Lo desconocido os proveerá”, parece decir.
Tímidamente lanza un globo de ensayo. Una despatillada y desestabilizadora página web, lo publica. Lo disfraza de profecía. Pretende camuflajearlo y mostrarlo al pueblo creyente, al que aún supone inocente, como el mesías. Asevera que su segura aparición en la arena política es consecuencia de una visión. Bendita además, pues, “será del color de Venezuela y además “caminará al éxito”, entre otras cosas porque es “muy parecido al líder mundial que cumple su momento en el ahora”. ¿Obama?, claro. Sello y etiqueta gringa. De otra manera ¡imposible! Que lo diga María Corina y Ramón Guillermo.
La receta no deja fuera un lugar común, tan necesario en aventuras de esta naturaleza: “ha venido a gobernar en nombre de los débiles”. O sea, Cuarta República en acción que, para variar, incluye su capítulo castrense, pues, junto al “líder” “caminará un hombre de uniforme militar, brillante, y muy tenaz”.
Es lento el accionar del cucharón con el que menean la pócima contra Capriles. Lento pero seguro. En su momento le darán la puñalada trapera. Aunque joven, el recién llegado tiene ya cierta notoriedad. Quienes a estas alturas del artículo no sospechan de quién se trata, la profecía los ayuda: garantiza que será conocido por “lo que escribe”. Es un hombre de medios, posición ideal para –mínimamente- obtener cierto centimetraje semana a semana.
¿Adivina usted quién es? Yo, creo saberlo.
