A propósito de la Misión Ciencia

La Humana Ciencia

Hace poco se ha iniciado el debate acerca de la “Ciencia” a propósito de la Misión Ciencia, que se adelanta desde el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el cual está liderizado por la Ministra Yadira Córdova, mujer. Hago énfasis en el asunto de género, pues creo firmemente que el reconocimiento a unas/os y otras/os debe ser explícito e implícito. La igualdad de hecho, es tan necesaria como la igualdad de derecho, ambas se complementan, y el reconocimiento al proceso de exclusión que se ha dado durante siglos para con la otra mitad de la especie: la mulier sapiens aún no ha sido conjurado. El enfoque de genero debería ser un eje transversal que cruce todas las vertientes del proceso que conforma la Misión Ciencia, ya que al hablar de “Ingenieros, consultores, promotores y becarios” no me siento reconocida y no se sentirán reconocidas quienes se incorporen a esta nueva tarea. El Lenguaje genero-inclusivo no es un asunto caprichoso, sino un derecho legítimo que tiene la mitad de la especie a ser reconocida. Sino estaríamos haciendo vino nuevo en odre viejo.

Tradicionalmente se asocia la Ciencia con el homo, ya que constituye parte del proceso de dominación que ha regido a la especie. Es así como desde niña a una le inculcan que los niños son muy buenos en matemáticas, química y física y las niñas en corte y costura, artes plásticas y castellano, como si estos últimos, en todo caso, no tuviesen su ciencia. La ciencia no tiene sexo. Un niño puede coser y una niña puede trabajar la madera. Por esta razón considero que es impostergable que se incluya la necesaria visibilización y reconocimiento de las mujeres como parte fundamental de la especie. El lenguaje y su construcción discursiva puede liberar, así como también puede oprimir, la historia es la mayor prueba. Es la herramienta fundamental de todo o toda aquella que pretenda impulsar procesos de transformación social-humana.

El debate, de manera sui generis, en esta misión esta girando entre otras cosas, en torno a lo que se entiende por ciencia de manera general y los mecanismos o formas factibles para consolidar “redes de innovación productiva” a objeto de alcanzar la liberación científica, en armonía con el proyecto de país. Quizás el término “innovación productiva” limita a lo preexistente, posiblemente hablar de “redes de revolución productiva” invite a quienes cuenten con potencial, habilidades y destrezas a crear lo nuevo en este aspecto importante sin temor a ser desconocida/o por carecer de formación tradicional.

La ciencia, en estos tiempos de transformación, no puede estar divorciada de su fin: nosotras/os y el mantenimiento o cuidado de nuestra pachamama. Debe ser repensada y popularizada en todos los sentidos, de manera que, la concepción que de ella surja en el proceso colectivo, cuente con la real articulación a lo humano y se disminuya la posibilidad de que el lado oscuro de la ciencia posea al lado positivo, humano y beneficioso de ésta. Se trata de rescatar la Ciencia.

Más allá de la noción etimológica scientia, que significa conocimiento verdadero, se crea la inquietud en torno a delimitar lo que significa de manera concreta, más no abstracta, la misma, es decir, ¿Ha tenido el “conocimiento verdadero” sentido humano? Resulta que la Ciencia, ha sido victima de un divorcio parcial de la especie humana, más aún de “lo humano” como esencia. Y es que lo humano traspasa o desborda la lógica filosófica que pretende colocar barandas gnoseológicas y axiológicas al asunto, el ser humano y humana se han constituido en este tercer milenio en el centro de todo el quehacer colectivo, nos estamos viendo. No se trata de una versión posmoderna del “antropocentrismo” aristotélico, para nada, se trata de reconocer que lo humano es infinitamente inmensurable, impredecible, indeterminable e incontrolable. Algunos pensarán que estoy reduciendo el asunto a una categoría naturalizada de lo humano, sin embargo les digo que no es así, para comprender lo que quizás es realmente el verdadero proceso de transformación profundo e histórico que estamos viviendo, debemos entender que la emancipación de la especie estará consumada cuando se realice la revolución humana.

Revolución humana que deberá estar cruzada por la revisión en palabra y acción de las relaciones de convivencia que nos une o desune, no solo con el resto de la especie sino con todo el ecosistema. Los asuntos cotidianos de la gente son vitales para alcanzar la meta, lo cotidiano es ciencia y tiene su ciencia.

El lenguaje es el elemento más poderosos y popular para democratizar la Ciencia. No desde el lenguaje técnico, académico que excluye a quién no comprenda tales signos. No se trata de hablar para que solo una minoría selecta me entienda. Sino hablar al otro/a para que me comprenda y aprehenda y viceversa, ayudarle al otro/a a elevarse, eso es revolucionario.

Siempre me he preguntado como sería la cotidianidad de Einstein y, si en realidad desconocía el poder destructivo de sus descubrimientos y el posterior y macabro fin que se le dio a los mismos; Nagasaki e Hiroshima son testimonios vivientes del poder demoledor que representa la ciencia en manos de gente inescrupulosa. La Ciencia, ha sido ciertamente también una aliada fundamental de la especie para su sobrevivencia, pero su cara oscura es intimidante.

Leer acerca de la posibilidad de concienciar a quienes desde nuestra cotidianidad hacemos y deshacemos cosas y, que implique reconocer en ello un quehacer científico, significa coser la brecha existente entre la ciencia y lo humano. Desmitificar la relación aparente del sujeto (sea cual fuera su naturaleza) como ajeno al objeto (sea cual fuere su naturaleza) genera y generará resistencia, esa será la lucha. Los y las maestras conjuntamente con los y las niñas en las escuelas hacen a diario ciencia, el punto es en estar conciente de ello y estimular el poder creador presente en la especie, y entender que tal cualidad no es privilegio de pocos sino imperio de todas y todos.

Todo aquello que de manera directa o indirecta se vincule con la humanidad debe ser reconocido en su justa dimensión, es decir, quién investigue acerca de procesos químicos en los alimentos debe comprender que tal investigación tendrá un inevitable impacto en la gente, por ende significa reelaborar discursos formativos en la academia acerca de la ciencia y la nueva escala de valores necesaria para la emancipación humana. Finalmente para mí María, hacer arepas, tal como lo expresó la Ministra en reciente ocasión, tiene su ciencia y haber parido tres hijas/os logrando que estos fuesen contribución para la especie también ha tenido su ciencia. Es decir, lo cotidiano tiene su ciencia. Reivindiquen la ciencia con las especie.

Ingrid Castillo
Docente UBV
11.055619
ibecast@gmail.com


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