(VIDEO) Ibéyise Pacheco deambula por las calles en busca del amor que Bobolongo le negó

Así paga el Diablo a quien le sirve.

Así paga el Diablo a quien le sirve.

Credito: VTV

Después de ser la "periodista estrella" Ibéyise Pacheco va en caída libre. Un editorial del El Nacional, donde elípticamente es acusada de "guerra sucia" contra el panfleto, es el detonante público de un drama que carcome el corazón del escualidismo.

Una verdadera cloaca ha sido abierta con el despido de Ibéyise Pacheco del diario El Nacional. Desguazada por los perros de presa de Miguel Henrique Otero, la patética periodista ahora se refugia en el único albañal donde ha sido admitida: El Noticiero Digital. Desde este santuario de pajizos anónimos del cotilleo pseudopolítico de internet atina en su desconcierto a completar algunas frases:

"No tenía un sueldo millonario" contesta ante la afirmación del editorial donde Simón Alberto Consalvi descarga todo su veneno. Y ¿quién no sabe que los periodistas son subpagados en los medios capitalistas? Sólo algunos "mercenarios estrellas" como Roberto Giusti o Miguel Angel Rodríguez completan la arepa semanal. Los demás se montan con denuedo en la enorme fila del matatigrismo esperando que alguna agencia o medio poderoso les tire algo. A Manuel Felipe Sierra, otro de los zombies de El Nacional recién defenestrados, le prometieron "publicarle un libro" al igual que a Ibéyise. El cortejo avanza, van los dos a la fosa y sin mortaja.

Pero el vía crucis sigue. Nuestra deliafiallesca periodista muestra sus desencuentros: "En el ínterin, una secretaria me informó que mi columna no saldría publicada. Nadie me oficializó mi salida definitiva, me enteré por comentarios de pasillos". Entretanto, el diente roto de Otero, ahogaba sus penas en un crucero por El Mediterráneo, calificado por el rémora de Simon Alberto como "merecido " en su editorial.

Continúa Ibéyise: Después, Miguel Henrique Otero a través de un amigo, me mandó a decir que por cuestiones de “rediseño” yo estaba fuera. Se niega la consideración, el habla y hasta la mirada a la cortesana caída en desgracia. Sólo a través de "amigos" (¡y vaya amigos!) se le informa al reo de su ejecución. El ostracismo es total.

Pacheco mirará el teléfono esperando la llamada salvadora. Quizás el "amigo Brownfield" pueda aclarar las cosas. Tal vez el banquero este, o el político tal me puedan ayudar. Pero nadie contesta. "Sí. Teodoro es el hombre", se apresura a elucubrar. Pero nadie, nadie, derramará una lágrima por un verdugo que pide clemencia y que, como burro flautista, creía tener agarrados por las bolas a medio mundo.

¿Y mañana? ¡Ay mañana! Ibéyise despertará en su pesadilla, repetida ad infinitum en un eternorretornograma. Aprenderá de la experiencia, pero se dará cuenta que esta es un ticket al teatro una vez concluida la función. Y la vida seguirá. Y Miguel Henrique seguirá hasta que la entropía lo consuma.




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