Cuando Marcel Granier hizo de la “Mamá Dolores” de Carlos Andrés Pérez

Jaime Lusinchi había llegado a la presidencia de república con un hándicap muy grave: siendo casado convivía con la secretaria de la sección parlamentaria de Acción Democrática, la señora Blanca Ibáñez. De esta mina (unión extramarital) pensaban sacar hasta el último filón tres sectores: los más importantes medios de comunicación (representados por Gustavo Cisneros, Marcel Granier, Miguel Henrique Otero y Rafael Poleo), la Iglesia y el empresariado. Aliados además en todos los frentes expoliadores del Estado. Apenas asumió el gobierno, Miraflores se vio inundado de obispos que le prometían a Blanca Ibáñez el perdón y el cielo. Más de mil millones de dólares en forma de ayuda, extrajeron del tesoro público todas las arquidiócesis de Venezuela. Los empresarios se hicieron con todos los dólares baratos del Régimen de Cambio Diferencia, Recadi, y todas sus viejas deudas les fueron condonadas. Los medios no se iban a quedar rezagados y solicitaban la mejor parte de este gran saqueo. Buscaban todos los contratos para la repontenciación de la Armada, de las Fuerzas Aéreas, del Ejército, buenas pautas oficiales y la exclusividad de muchos productos que requería el Estado. Antes tenían que hacer sentir sus terrores y Marcel Granier comenzó a exponer al escarnio público a las amantes de los ex presidentes de la república Carlos Andrés Pérez (doña Cecilia Matos) y Jaime Lusinchi. Con agudeza y sutil maestría jugaba al mismo tiempo a través de sus medios (Radio Caracas Televisión, RCTV y el Diario de Caracas) a tratar de defenderlas. Lusinchi cayó en cuenta de la trampa que se le tendía y en varias reuniones privadas con Marcel Granier quiso ponerle coto a aquella peligrosa emboscada. El país podía irse por el despeñadero de una rebelión, de un golpe de Estado, de una insostenible inestabilidad social. La telenovela “Por estas calles”, fue hecha adrede como un experimento devastador que tuvo sus consecuencias. Como veía que con Marcel por las buenas no estaba llegando a nada, en una ocasión perdió el control, y le gritó el presidente:

- ¡Eres un cobarde y un miserable, no mereces el apellido de tu padre!

Marcel asomo una sonrisita cínica y serena que terminó en mueca, y le respondía:

- Señor presidente, me preocupa que reaccione de esa manera porque el país con esta clase de actitudes se nos puede descarrilar…

Pero Lusinchi no podía contenerse y le volvió a repetir:

- ¡Miserable!, yo le voy a mostrar al país el delincuente que eres: todo lo que te has robado, el montón de hampones que componen tu empresa. Vamos a ver quién manda aquí, grandísimo y asqueroso hijo de puta.

- Usted tiene todo el poder del mundo en este país para encarcelarme –le respondió Marcel con sus palaciegos bigotitos a lo Proust. – Proceda, presidente. Estoy ya preparado, y desde hace mucho tiempo para enfrentar cualquier abuso de autoridad. Con su permiso.

Lusinchi reventaba de ira, y pudo ver como el grosero empresario de la familia del estadounidense William H. Phelps, salía de aquella reunión con sus pasitos cortos y con su enhiesta espalda.

El presidente tenía perdida aquella guerra. Entonces, en medio de su gran desesperación, lo que se le ocurrió fue llamar a Rafael Poleo y pedirle que creara urgentemente un diario para hacerle la competencia al Diario de Caracas (de Marcel Granier), a El Nacional, y para mantener a raya con severas denuncias los oscuros negocios de las empresa 1BC ((1 Broadcasting Caracas) cuyo director general es el señor Granier. Fue así como nació El Nuevo País.

Recordaba Lusinchi que Radio Caracas Televisión era verdaderamente intocable. Que sus transmisiones fueron suspendidas en 1976, por tres días, por difundir “noticias falsas y tendenciosas”; que en 1980, durante 34 horas dejó de salir al aire por haber lanzar programaciones sensacionalistas con cuadros sombríos, y “relatos de hechos poco edificantes”; en 1981, había sido sancionada durante 24 horas, por la difusión de “una cinta de corte pornográfico” y amonestada en 1984 por ridiculizar “en forma humillante” al entonces presidente Luis Herrera Campins y su esposa. Nombrado como mariscal de aquella guerra contra RCTV a Rafael Poleo, Lusinchi se sintió algo tranquilo. Conocía de las agallas y ambiciones de este canalla que ya para aquel momento había prostituido a su hija Patricia para buscar las glorias del poder. Rafael Poleo, quien aspiraba a convertirse en el Hearst de Venezuela, se lanzó frontalmente contra Pérez y su amante, y a la defensa de Lusinchi y de Blanca Ibáñez. Poleo recibió del presidente Jaime Lusinchi más de cien millones de bolívares para la fundación de su diario El Nuevo País. Rafael Poleo, quien aspiraba a convertirse en el Hearst de Venezuela, se lanzó frontalmente contra Carlos Andrés Pérez (aliado clave de Marcel) y su amante, y a la defensa de Lusinchi y de su Blanca Ibáñez. Poleo recibió del presidente Jaime Lusinchi unos cien millones de bolívares para empezar con la fundación de El Nuevo País. En la inauguración de este diario, Lusinchi se prestó para aparecer en la primera página del primer número con un ejemplar de El Nuevo País en el bolsillo de su paltó, sonriente, victorioso, bonachón.

Viéndose atacado Carlos Andrés Pérez por el conglomerado de los medios de Poleo con el asunto de su amante y del escándalo caso que abrasó a la nación con lo de la estafa del “Sierra Nevada”, tuvo que desembolsarles más de un millón de dólares a Granier y a Gustavo Cisneros (para no hundirse del todo, y para contar con la puerta abierta en una posible reelección presidencial). El diario El Nacional entró en el negocio de chantajear al gobierno con el asunto de la amante del Presidente Lusinchi, por lo que tuvo un enfrentamiento feroz con Rafael Poleo. En El Nuevo País y el las revistas Auténtico y Zeta (también de Poleo) comenzaron a sacarle todos los trapitos sucios a Miguel Otero Silva, los negocios de su “Premio Stalin”, en Rusia, con su “ridículo Canto a Stalingrado”; de cómo había recibido favores de todos los gobiernos de la IV república, de su literatura humorística con “cara de perro”, de cómo era un feroz aliado de la embajada norteamericana y de muchas empresas transnacionales, al tiempo que se hacía pasar por comunista.

En fin, toda la década de los ochenta se convirtió en una guerra de medios, unos defendiendo y otros atacando barraganas, ladrones, poniendo sobre el tapete contratos a dedo, mafias y empresas fantasmas que solicitaban dólares preferenciales de Recadi. La cadena Capriles también quiso coger su parte de este bochorno juego y sacó partido de ambos contendientes.

En la década de los ochenta, el ministro de Comunicación del partido Copei, Rodolfo José Cárdenas, puntualizó lo siguiente[1]:

 Si Radio Caracas Televisión hubiera seguido disfrutando de los contratos del Hipódromo Nacional sin pagar un centavo; o si no estuvieran planteadas algunas reformas del Reglamento de Televisión que corrigen abusos en la propaganda de licores y cigarrillos –reglamentaciones tímidas porque en la televisión americana, que tanto nombran, existe prohibición total de propagandizar  en TV cigarrillos y licores-; o no estuviera el Congreso Nacional discutiendo el artículo 10º del Proyecto de Ley de Educación; no hubiera el doctor Marcel Granier capitaneando una campaña llena de impropiedades, utilizando tendenciosamente a todo el mundo, desde el señor Ministro de Información pasando por el ex Presidente Caldera, hasta el propio Presidente Herrera. Y no le hubieran metido al gobierno un viaje de “noticieros” que son el ejemplo de lo que un noticiero no debe ser. Un noticiero es el que da noticias  no el que hace campañas de propaganda política. Tienen el derecho de criticar todo lo que quieran. Pero no de engañar al pueblo haciéndole creer cándidamente que le están dando noticias cuando le están inyectando propaganda política y posiciones comprometidas.

El doctor Marcel Granier capitaneó una campaña como si yo hubiera propuesto la liquidación de un régimen mixto de los medios televisivos. Muchas veces he dicho y repetido que lo importante no es tanto quien tiene las acciones como quien hace las programaciones (…) Pero así como estoy en contra del monopolio estatal de la televisión estoy también en contra del monopolio privado de la televisión en manos de grupos tan emparentados por el dinero, por la sangre, por la clase, y demás intereses creados que eliminan la competencia. (…) Viven tomando  Estados Unidos de modelo, pero cuando uno dice que imitemos lo positivo de la reglamentación de la televisión norteamericana, también se aterran. En USA la televisión llena cometidos superiores a los que llena en Venezuela. En nuestro país no tienen tanto la culpa las plantas sino primordialmente los gobiernos que han presidido al país desde Pérez Jiménez. En Estados Unidos la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) ha revocado más de dieciséis licencias a plantas abusadoras; y que yo sepa en Venezuela todavía ninguna.


(…) Ojalá el Ministerio de Comunicaciones (un contrasentido, debería ser el de Información) estudie la reglamentación beneficiosa para el pueblo, que garantice un auténtica competencia. Para que ninguna planta privada de televisión tenga su “lista negra” de personas censuradas; ni para que los hechos se canalicen o se sublimen de acuerdo a intereses secundarios. A uno le gustaría participar en la competencia para mejorar un medio tan importante para el pueblo, que no solamente debe ser negocio, sino que en definitiva es el más importante de los servicios públicos, como que toca a la salud física, moral, intelectual y espiritual del pueblo venezolano.

 [1] Revista Resumen, Nº 344, de 8 de junio de 1980.


jsantroz@gmail.com

 


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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