Respuesta a José L. Díaz

A propósito del neoliberalismo de la Misión Boves

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Desde que lanzamos a la calle el planteamiento de la Misión Boves referido a la necesidad de acabar con el ordenamiento jurídico del Estado burgués, requisito ineludible e inaplazable para proceder a construir una sociedad de nuevo tipo, nos llovieron las críticas, señalamientos, amenazas y órdenes de silenciamiento. Cosa que esperábamos; nadie ha dicho que el cambiar una sociedad por otra, y siquiera el acto de soñar esa otra sociedad, es una tarea fácil y ligera. Ningún país cambia sin que los defensores del estatus lancen sus pancadas de ahogados, se molesten, disparen sus dardos o misiles, reviren. Para todo ello estamos y estamos preparados, básicamente porque nos alimenta una convicción: cualquier tombo o malandro es capaz de liquidar físicamente a una persona si se lo propone (o si se lo proponen), pero nadie, sea ministro, sindicalero o funcionario de segunda o tercera categoría, puede acabar de ninguna manera con el impulso vital, con el fuego interior que llevará inevitablemente a nuestros pueblos a construir otro mundo.

Dicho lo anterior, paso a comentar un curioso episodio de la todavía tibia batalla nuestra por demoler el susodicho ordenamiento jurídico adeco, anacrónico y pequeñoburgués, en una etapa que nos toca de cerca: el de las leyes y estructuras que sostienen el armatoste en descomposición integrado por el periodismo y la Comunicación Social en Venezuela. Curioso, sí: un defensor de ese reducto de adecos y sindicaloides enfermos de clientelismo llamado Colegio Nacional de Periodistas, y de la Ley de Ejercicio del Periodista, ha dicho que nosotros defendemos prácticas neoliberales por pretender acabar con una Ley refrendada en 1972, entre otros insignes revolucionarios, por Rafael Caldera y Carmelo Lauría.

Esgrime el defensor de disparates, a manera de argumento "concluyente e irrebatible", el hecho de que la SIP y otros clubes de propietarios de medios se opusieron alguna vez a esa Ley. Cosa que habla mucho de la solidez de su lógica. A ver, una demostración de esta nueva hermenéutica:

A.- Lusinchi tiene diferencias irreconciliables con Marcel Granier.

B.- Chávez tiene diferencias irreconcibliables con Marcel Granier.

C.- Conclusión: Chávez es lusinchista y Lusinchi es chavista.

El señor licenciado ha dicho, en un artículo publicado en esta misma sección (titulado: "Planteamientos de la Misión Boves coinciden con los objetivos del Bloque de Prensa, la SIP y el SNTP"), lo siguiente: “…podemos decir que la industria periodística siempre ha enfilado sus baterías hacia la posibilidad de construir su imperio informativo con mercenarios subpagados, altamente serviles y sin ningún tipo de referencia ética ni profesional. Es decir, independientemente de la posición política que se tenga (sea de izquierda o de derecha), la licenciatura en Comunicación Social y la colegiación profesional seguirán siendo elementos de equilibrio para quienes ejercen el oficio de manera profesional, y referencia para los usuarios de los medios”.

Según el "análisis", la maravillosa Ley de Ejercicio del Periodista ha impedido que en los medios privados pergeñe multitud de sujetos “altamente serviles y sin ningún tipo de referencia ética ni profesional”. ¿Qué mierdas son entonces los coñastres que pululan en El Universal, Globovisión, El Nacional y demás joyas del periodismo? ¿De modo que “la industria periodística” todavía no ha coronado sus anhelos, y la Ley vigente es tan gloriosamente infalible que ha logrado que en los espacios periodísticos de este país reinen la pulcritud y el periodismo excelso producto de una universidad excelsa? ¿Cuándo impidió ese asco de Ley adeca que los periodistas al servicio del diario Vea sean los peor pagados de Venezuela? ¿Cómo puede alguien llamar neoliberal a un grupo que se ha propuesto echar al pote de basura de la historia la putrefacción de semejante estructura reaccionaria?

Si algo añoramos en la Misión Boves es que nuestras palabras sirvan para fomentar el debate y la reflexión creadora de nuestros compatriotas. Pero hay ciertos requisitos tácitos en esto de discutir con un mínimo de seriedad. Amigo José Luis Díaz: antes de saltar al ruedo es preciso tener a la mano argumentos suficientemente sólidos. Su descalificación automática hacia nuestro planteamiento definitivamente no califica como argumento, y ni hablar de su solidez. Sea serio, o al menos sea capaz de defender su falta de seriedad con armas mejores que la simple enumeración de eslogans manidos ("Con mis privilegios sindicales no te metas") e insultos prefabricados, mismos que nos siguen sabiendo a mierda.


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José Roberto Duque


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