Censura, sin censura / Autonomía, sin autonomía

En días recientes fui invitado por un grupo de compañeros profesores del Pedagógico de Maracay a dictar una pequeña charla sobre los temas “ética, política y pedagogía” era un foro de discusión sobre la temática, donde cada quien ponía su posición al frente, y tenía el derecho a debatirla y confrontarla con los otros. Todos los profesores que participamos, en cuestión somos relativamente de nueva data en la universidad y conservamos todavía (creo), ese espíritu de confrontación de las ideas porque de ellas es que hemos ido aprendiendo. Empezamos como a las ocho de la mañana y en franca oposición (intelectual) a mis compañeros, fuimos construyendo el debate que cada vez se colocaba más y más interesante. Me veía como uno de los pocos, que dentro del recinto apoyaba otras formas de pensar la cuestión de la ética y de la política, sin embargo eso no amainó el esfuerzo de seguir debatiendo el asunto y de seguir escuchando a los participantes. Todo iba muy bien, hasta que en un momento determinado como a eso de las 9:30, y cuando había una ponencia que no quería perderme, porque el debate se colocaba sabroso, alguien desde fuera del recinto me solicitó. Extrañado salí de la charla por unos minutos para saber de qué se trataba. Un periodista del diario local “El Aragüeño” y de relativa importancia, quería tomar unas declaraciones mías al respecto del foro. No entendía muy bien por qué, ya que, yo no era organizador del mismo, sino apenas un invitado a las conferencias que llevaba un pequeño trabajo sobre “Primo Levi”. No pude preguntar el porqué lo hacían conmigo, pues, en ese preciso instante otra profesora me antecedía en la entrevista en cuestión. Es de hacer notar que la profesora que hablaba (y con la cual se estuvo más o menos unos 15 minutos de entrevista) opinaba y pensaba exactamente lo contrario de mí. Apenas ella, hubo terminado. Me tocó el turno. Al principio el periodista me preguntó sobre qué trataba mi trabajo y le expliqué el asunto, eso pareció no importarle mucho, porque casi inmediatamente increpó sobre mí, en torno al tan debatido tema de hoy, la autonomía universitaria. Yo, como si creo que vivimos en un país con libertad de expresión aboné el terreno sobre la idea de que sí debía existir una relación Estado – Universidad en referencia al tema de la autonomía. Al respecto argüí que: si del Estado emanan unas políticas de educación, y en materia de Educación Superior, la universidad no puede estar o parecer ajenas a estas, al menos como yo lo veo. Además agregué que si bien creía en la autonomía de cátedra, también creía que el estado tenía cierta injerencia sobre las actividades administrativas de la universidad, pues es este quien otorga el gran aporte del presupuesto nacional a estas instituciones.

A mi parecer hay una estrecha y compleja relación entre Estado – Educación – Política – Economía, y no pueden ser tratados y aislados unos de otros. Estaba yo, muy emocionado, cuando me di cuenta que el periodista, quien había preguntado por el tema álgido, al escuchar que defendía (digamos) la tesis del estado, aquella de estudiar la autonomía de otra forma, que no es la que hasta ahora hemos compartido, apagó su grabador y prácticamente ignoró mi comentario, eso me extrañó un poco, sin embargo como no era el único que estaba allí grabando, sino que también estaba la compañera de prensa del pedagógico y ella si continuó tomando la declaración, pues yo pacientemente seguí arguyendo lo que pensaba; que no olvidemos era exactamente opuesto a lo de mí colega. Noté en el periodista anterior (todavía aún) un cierto malestar, pero nada dije. El fotógrafo que lo acompañaba tomó unas fotos más y al rato se marcharon. Contento porque iban a salir una palabra mías en la prensa al día siguiente, me dispuse a estar atento para no dejar de comprarla y leer la diatriba que se iba a suscitar (obvio que pequé de ingenuo). Mi sorpresa recobró fuerza y extrañeza, cuando al día siguiente en la nota en cuestión apareció la extensa nota y entrevista que se le había hecho a la otra profesora (totalmente antigubernamental, anti-estatal en sus posturas) y de mi declaración (también obvio que a favor de las tesis del estado) no había aparecido ni siquiera la mención de que otros profesores también habían participado.

No quisiera ser suspicaz, ni pecar de juicios a priori, pero me atrevería a pensar que el periodista o el director de la redacción, alguien en el entorno, inclusive la mala praxis o una postura anti-ética del periodista, “censuró” mi comentario, y me parece que la respuesta es simple, ninguno de los medios de propaganda (como yo les llamo)no sólo el aragüeño sino también los otros que coliden hoy, tienen una postura equilibrada por lo tanto bastante alejada de lo que es ó significa la libertad de expresión. No hay nada que pueda probar que la entrevista fue desechada por censura, pero como diría el príncipe Hamlet “algo huele mal en Dinamarca”.

Por ello pienso que, todas, absolutamente todas las notas y comentarios que aparecen en estos medios privados de propaganda, son expresamente el resultado de posturas tendenciosas y anti-gubernamentales (y creo que esto, para nadie es un secreto). Un poco molesto, debo confesarlo, a partir de allí pensé y luego dije que esa actitud, validaba sin más ni más, la aparición de cualquier lista que pueda aparecer en medio de nuestros lugares de vida. Entonces, desde allí se me ocurre preguntar ¿Con esa acción qué se valida? Obvio (¿o no?), se valida, no al debate y la confrontación, no la diferencia y la divergencia, sino que se valida la división entre los que estamos o pensamos de un lado y los que están o piensan de otro.

Al Gobierno hoy se le acusa mucho de cercenar la libertad de expresión, pero los medios privados de propaganda (salvo muy honrosas excepciones como el diario Últimas Noticias), también la cercenan y combaten esa famosa libertad. Y peor aún lo hacen exprofeso y con conocimiento de causa.

Cuando un medio privado decide simplemente no poner la voz del otro, porque no le interesa que otra cosa se diga, entonces si hemos visto amenazada nuestra libertad de expresión. Hoy en día en Venezuela son los mismos medios quienes han violado todas las normas éticas y morales para la difusión de la información. Creo que ello está claro. Por eso a partir de allí no logro comprender bien de que se trata, cuando se habla en nombre o se trata de decir que es la libertad de expresión. Y partir de eso me pregunto, ¿Qué se defiende a decir que defendemos la libertad de expresión? Algo más grave aún me parece al respecto y es que la universidad no produce todavía debate alguno en torno a ello, porque en el marco de esa acumulación de pseudo-líderes, pseudo-asambleas que también aparecen por los medios sesgados, desde dónde se propaga vertiginosamente lo que Baudrillard ha llamado correctamente esta cultura del simulacro. En última instancia, no importa mucho, realmente si mi comentario fuera publicado o no, pero es el riesgo de esta intolerancia lenta, suave, pacífica (y dígase lo peor aún) lo que me llama a una profunda reflexión. En este sentido, creo que es emblemático el ejemplo del “Diario de Caracas” cuando el 11 de julio de 1995 deja de circular por una supuesta quiebra financiera y un cúmulo de periodistas, sin aviso y sin protesto son vetados por los medios económicos más poderosos de este país con la cabeza visible del Sr. Granier, siendo despedidos sin ningún tipo de reivindicación salarial o laboral. El gobierno de aquel entonces objetó poco y nada al respecto, de hecho no se recuerda ninguna acción tomada por estos. A estos periodistas que inician un debate sobre el periodismo en Venezuela, se les niega cualquier posibilidad de retomar la empresa en sus manos y levantarla de nuevo, (véase el excelente documental realizado por Carlos Azpúrrua en torno al tema). La empresa 1BC ya no le interesaba manejar esta periódico y lo cierra impunemente, allí nunca se .

Peor aún ocurre ahora, cuando confundimos informar con formar. En el día nacional del periodista, en una entrevista que se hacía a uno de ellos, este expresaba: “que la función del periodismo era formar, más que informar” No soy periodista, y realmente conozco poco de una teleología de la comunicación social, y del periodismo (que son a mi parecer dos cosas bien distintas) pero a propósito de ello si el periodista debe formar: ¿Quién informa? Y luego más grave y doloroso aún ¿Quién forma? Soy profesor no de profesión sino de oficio (como digo yo…) no intento formar a nadie, ni para nada uniformarlo, sólo expongo en mis clases algún debate de ideas para que ellas empiecen a articular en los otros algunos intereses, experiencias, sugerencias; que la formación o más allá aún, sea un aliciente para la creación y la imaginación para la apropiación de palabras, frases, ideas, sentidos frente a otros sentidos, pero no trato jamás de informar, porque siento que eso no me toca. Si eso que llamamos educación fuera información entonces un poco parafraseando a Edgar Morin “no tenemos la cabeza bien puesta”. No aspiraría jamás a qué ningún tipo periodismo tratara de formarme, porque el periodismo no tiene que ver con los problemas fundamentales del conocimiento. Y si de allí algún pasquín intenta concluir mis reflexiones, vetándolas, censurándolas, coartándolas o dándolas a entender como no se hayan dicho jamás, las cosas seguirán estando muy mal. Un profesor amigo me preguntó en estos días: ¿Cuál periódico lees? ¿Cuál noticiero oyes o ves? Le dije que básicamente ninguno, y que desde hace muchos años no lo hacía. Y créanme que no es con ánimo de ofensa a la profesión del comunicador o algo parecido, pero en vista de este sesgo profundo que sufren hoy los medios de comunicación, se torna o se vuelve absolutamente inhóspito, políticamente incorrecto, incólume, ignominioso, especulativo, etc. leer, mirar u oír, cualquier periódico, canal o emisora de radio. Mi amigo el profesor se alarmó, y me dijo que no lo hiciera más porque a través de estos se podía pulsar el día a día de la cultura de un país. Hoy lo recuerdo, y aún más me digo, que no es cierto lo que él me dijo, porque entre la entrevista de la profesora y la mía sólo se puede pulsar la visión que ella tiene, la mía no está ni estará, e inclusive a lo mejor ni siquiera la de ella, sino más bien la que el periodista colocó o quiso colocar allí, por cierto, por esto de las autonomías, que tanto se va debatiendo también en las universidades ahora…

dimeo@dimeo.com.ve


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