Alcaldesa belga se niega a firmar órdenes de expulsión de inmigrantes ilegales

La alcaldesa de Mortsel, un pueblo del norte de Bélgica, causó polémica en el país al decir que a partir de ahora no firmará ninguna orden de expulsión  de inmigrantes

La alcaldesa de Mortsel, un pueblo del norte de Bélgica, causó polémica en el país al decir que a partir de ahora no firmará ninguna orden de expulsión de inmigrantes

Credito: bbc

Mortsel, 06 de agosto de 2007 / La alcaldesa de Mortsel, un pueblo del norte de Bélgica, causó polémica en el país al decir que a partir de ahora no firmará ninguna orden de expulsión de demandantes de asilo que vean rechazada su petición, desoyendo así las directrices del Ministerio del Interior.

La alcaldesa, Ingrid Pira, nos recibe en el ayuntamiento, en cuya entrada se alza una enorme estatua cilíndrica con fotos de caras de niños de muchas partes del mundo.

"La ley de inmigración belga dice que los alcaldes tenemos que firmar la orden y, después, enviar una carta directamente a los inmigrantes, ir a verles con la policía para convencerles de que se vayan y llevarles incluso al aeropuerto", le explica Pira a BBC Mundo.

"Y eso es inhumano y absurdo. No voy a hacerlo más", añade la funcionaria, quien gobierna desde hace seis años esta pequeña localidad en la región de Flandes.

# Convivencia

"Hacía tiempo que me dolía firmar las órdenes de expulsión. Sin embargo lo hacía consciente de que es mi obligación aplicar las leyes federales", dice.

"Pero cuando el 10 de julio leí que el propio primer ministro criticaba la política de inmigración de este país, me sentí atrapada en un dilema moral".

"Si el propio jefe de gobierno cuestiona la ley, ¿cómo puedo yo, que también la considero nefasta, aplicarla?".

En Mortsel, sus 25 mil habitantes conviven actualmente con un centenar de familias demandantes de asilo a las que, de ver rechazada su petición, las autoridades belgas acabarán queriendo repatriar.

# Casos excepcionales

"Cada año tendríamos que expulsar entre 25 y 30 personas, todas con su vida y sus circunstancias", explica Pira.

"Algunas de ellas ya están integradas, sus hijos hablan perfectamente flamenco (la lengua de la región). Les vemos por aquí muy a menudo".

"El problema es que la ley no tiene en cuenta casos excepcionales. Y eso no puede ser".

No se trata -matizó- de abrir las puertas a todo el mundo, pero sí de que se tengan en cuenta más casos excepcionales, sobre todo cuando hay niños de por medio, y de que los alcaldes tengan más poder de decisión, "pues somos nosotros los que estamos más cerca de las familias".

Por las ventanas de su despacho se cuela la luz del típico día gris del norte de Europa, y en su mesa de trabajo se amontonan los recortes de periódico que se ocuparon de propagar su "hazaña".

# Rebelión ideológica

Aunque su propuesta cayó bien en la opinión pública, no tardaron en aparecer críticas, sobre todo de la mano del partido ultranacionalista flamenco Vlaams Belang, que envió una carta a un periódico pidiendo una investigación del pasado de Pira, para saber si esconde algo sucio.

La Oficina de Extranjeros del Ministerio del Interior evadió criticar la actitud de la alcaldesa y aseveró que ley de asilo especifica claramente quién tiene derecho al estatuto de refugiado, algo que en 2006 sólo consiguieron 3 mil de los 12 mil extranjeros que lo solicitaron.

Pero la alcaldesa sabe que su desobediencia no implica la salvación de los pendientes de expulsión, pues la Oficina de Extranjería puede proceder igualmente a pesar de no tener su firma.

Es sólo una decisión ideológica, pero de momento ya ha servido para que otros alcaldes de otros pueblos se hayan sumado a ella y para que las políticas de asilo y de inmigración vuelvan a ponerse sobre la mesa de negociaciones del nuevo gobierno belga.

"Queremos cambiar una ley que promueve la atracción de fuerza laboral nueva por un lado y por otro expulsar de nuestro territorio a niños y a jóvenes que están perfectamente integrados y a formarse para ser útiles a nuestra sociedad", aseveró Pira.

# Armenia en Mortsel

Pira tiene la esperanza de que este acto de rebeldía sirva para "salvar" a gente como Ali y Asha, dos hermanos armenios de 11 y 10 años sobre cuya familia pesa una orden de expulsión que podría ejecutarse en los próximos meses.

Los encontramos a la salida del ayuntamiento, sentados en las escaleras, junto al director de su escuela. Sus rostros se parecen a algunos de los de la estatua cilíndrica.

"Sus padres no han querido venir. Tienen miedo de que sus caras salgan en los medios de comunicación. Por eso les acompañé yo", nos dice el director, Voen Van Grootel.

La familia llegó a Mortsel hace seis años huyendo de la violencia política de su país, y desde entonces intentaron regularizar su situación demandando asilo, pero el pasado marzo recibieron una carta de las autoridades en la que se les comunicaba que no reúnen las condiciones para quedarse.

"Yo no quiero irme. No recuerdo casi nada de Armenia. Casi no hablo la lengua y mis amigos están aquí. De mayor quiero ser informático", nos dice Ali.

Si sus vidas dependieran sólo de una firma, podrían estar tranquilos. Al menos en Mortsel.


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La fuente original de este documento es:
Venezolana de Televisión (http://www.vtv.gov.ve)



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