Sandino, a 74 años de su asesinato: “No me rendiré y aquí los espero”

Sandino

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Credito: Archivo

Caracas, 21 Feb. ABN (Lena Jahn).- Su consigna era “Patria libre o morir”. Hablaba, en nombre de la justicia, de una soberanía “que no se discute, sino que se defiende con las armas en la mano”. Murió como rebelde para “no vivir como esclavo” y en sus palabras, pronunciadas siempre en contexto de lucha nacionalista, dejó el vestigio irrefutable del espíritu que lo movía: el de la libertad.

Bajo esos preceptos vivió Augusto César Sandino, campesino, patriota y revolucionario llamado el “General de los hombres libres” por su férrea resistencia al ejército de ocupación estadounidense en Nicaragua y su constante esfuerzo por alcanzar la paz en su tierra.

Este sucesor del Libertador Simón Bolívar revalidó el Juramento del Monte Sacro en su Manifiesto Político, emitido el 1 de julio de 1927 en Nueva Segovia, en el que juró ante la patria y ante la historia que su espada defendería “el decoro nacional” y sería “redención para los oprimidos”. Así fue. Tuvo que correr mucha sangre, incluyendo la suya; pero así fue.

Traición al redentor

Lo que se inició como una guerra civil entre liberales y conservadores, más adelante adquirió matices oscuros y se convirtió en una guerra entre patriotas e invasores estadounidenses que, a la fuerza de su política intervencionista, se fueron adueñando de territorios estratégicos de Nicaragua, pasando a un segundo plano el combate político interno.

En la unión estuvo la fuerza: más de 6 mil hombres y algunas mujeres -encabezados por Sandino- conformaron el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional, el cual propinó sucesivas derrotas a los marines norteamericanos, no acostumbrados a pelear en las espesas selvas tropicales. El 1 de enero de 1933 las fuerzas invasoras abandonaron el territorio nicaragüense, sin haber podido eliminar o capturar a su enemigo, y menos aún vencerlo.

Una vez retirados los estadounidenses, Sandino envía al nuevo presidente liberal, Juan Bautista Sacasa, una propuesta de paz, que es aceptada. El 2 de febrero de 1933 termina oficialmente la guerra y el ejército sandinista, exceptuando a un grupo de protección de 100 hombres, es desarmado. En esos tiempos, Anastasio Somoza García -jefe director de la Guardia Nacional de Nicaragua, ejército entrenado, equipado y financiado por EEUU y comandado por oficiales de esa potencia- estaba deseoso de hacerse con el control total del país, propósito que vislumbraba factible sólo mediante la desaparición física de quien se jugó la vida por devolverle a su país la soberanía que por principio le era inherente.

El 21 de febrero de 1934 Sandino, en compañía de su padre, el escritor Sofonías Salvatierra (ministro de Agricultura) y los generales Estrada y Umanzor, acudía a una cena en la La Loma (Palacio Presidencial), invitado por Sacasa. A la salida del evento el vehículo en el que viajaban fue detenido y un cabo de guardia, que en realidad era un mayor disfrazado, les condujo a la cárcel de El Hormiguero.

Sandino, Estrada y Umanzor fueron llevados al monte llamado La Calavera, en el campo de Larreynaga, y allí, cerca de las 11 de la noche, el batallón que custodiaba a los prisioneros abrió fuego matando a los tres generales.

Al día siguiente, la Guardia Nacional destruyó la cooperativa que Sandino estableció en el poblado de Wiwilí, matando o haciendo prisioneros a sus integrantes.

Dos años después, Anastasio Somoza García, quien afirmó haber recibido órdenes del embajador norteamericano Arthur Bliss Lane para llevar a cabo el asesinato de Sandino, se haría con el poder del país, derrocando para ello al presidente Sacasa.

Movido por la unidad latinoamericana

Augusto Sandino consideraba a Bolívar como uno de los espíritus guía de la humanidad. Al menos así lo aseguró alguna vez Ramón de Belausteguigoitia, periodista vasco que tuvo la oportunidad de entrevistar al líder nicaragüense en febrero de 1933.

“El gran sueño de Bolívar está todavía en perspectiva. Los grandes ideales, las ideas todas, tienen sus etapas de concepción y perfeccionamiento hasta su realización. Yo no sé cuándo podrá realizarse todo esto, pero nosotros iremos uniendo las piedras”, dijo Sandino en respuesta a una pregunta que le hiciera Belausteguigoitia, en la que interrogaba acerca su movimiento y la convicción que tenía con los ideales hispanoamericanos.

Y es que el hilo conductor de su obra respondió siempre a una motivación muy nacionalista pero también trabajó con gran espíritu expansionista e integracionista, considerando a América Latina como un todo. Inspirado por completo en el pensamiento bolivariano, el “Plan de Realización del Supremo Sueño de Bolívar” es el botón para la muestra de lo que fue el deseo ferviente de Sandino de materializar un ideal.

El embajador de la República de Nicaragua en Venezuela, Ramón Leets, relata que, de acuerdo con este plan, se conformó una asamblea permanente que llevaría a cabo conferencias periódicas con representantes exclusivos de la llamada Nacionalidad Latinoamericana, sin injerencia de otras nacionalidades, con el propósito de que latinos y caribeños consolidaran una alianza que hiciera efectiva la soberanía de estos territorios. También se constituiría la Corte de Justicia Latinoamericana y un Ejército para la defensa y sostenimiento de dicha soberanía.

Señala Leets que en la redacción de este documento presentado por Sandino se presume la participación de Carlos Aponte, venezolano que participó como teniente coronel del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional. Añade que Gustavo Machado, compatriota de Aponte que introdujo el pensamiento marxista en Venezuela durante las primeras décadas del siglo XX, fue estrecho colaborador del revolucionario nicaragüense.

Entre proclamas y versos

“Los grandes dirán que soy muy pequeño para la obra que tengo emprendida, pero mi insignificancia está sobrepujada por la altivez de mi corazón de patriota”, dijo Sandino en su Manifiesto Político. Casi todos sus escritos, cargados de gran estética literaria, revelan enorme sensibilidad y reflejan una de sus principales musas: el poeta Rubén Darío.

Oda a Roosevelt, obra que entre versos condena fuertemente la política intervencionista norteamericana, fue una de las mayores inspiraciones del patriota.

“Bolívar y Rubén Darío fueron determinantes en Sandino, influyeron mucho en su proceder”, asegura el embajador nicaragüense, quien considera que el nacionalismo y el socialismo fueron las corrientes que perfilaron su ideología.

“Su objetivo principal era sacar a los invasores estadounidenses, lo cual lo situaba en una posición nacionalista; pero, a la vez, trabajó de la mano con el pueblo y en pro de su bienestar, lo cual lo hacía un hombre socialista”, analiza.

Con distinta forma pero con el mismo fondo lo dijo alguna vez, en entrevista con Belausteguigoitia, el propio Sandino: “Este movimiento es nacional y antiimperialista. Mantenemos la bandera de libertad para Nicaragua y para todo Hispanoamérica. Por lo demás, en el terreno social, este movimiento es popular y preconizamos un sentido de avance en las aspiraciones sociales”.

Para los coterráneos de Sandino y para toda Latinoamérica su ejemplo es su mejor legado. La lealtad a la patria y la lucha incansable sería el estandarte de los pueblos del siglo XXI que persisten unidos en la conquista plena de su soberanía. En otras palabras, responder siempre como respondió el nicaragüense a Gilbert Hatfield, capitán estadounidense que le solicitará deponer armas y entregarse: “No me rendiré y aquí los espero (...) No les tengo miedo; cuento con el ardor del patriotismo de los que me acompañan. Patria y Libertad”.


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La fuente original de este documento es:
Agencia Bolivariana de Noticias (ABN) (http://www.abn.info.ve)



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