El discurso de José Mujica: Entre la lástima y la bronca

Pensar que el hombre se habrá jugado la vida con la decisión de los elegidos, y habrá visto a muchos de sus iguales morir de plomo y conocido a otros triturados por la tortura; él mismo sobrevivió a seis balazos en el cuerpo y a la inconcebible soledad de un hueco infame que sirvió de cárcel durante once años. Hay que dejarse de joder: José Mujica, dirigente tupamaro, presidente del Uruguay, fue expresión de la lucha de clases más radical: la lucha armada. Por eso escucho su discurso ante el Congreso Nacional y frente a su pueblo reunido en la Plaza Independencia entre la lástima y la bronca, porque se me ocurre que hay claudicación en sus palabras y una manera casi impúdica de darle la espalda a la historia de un país que ha sufrido desaparición, cárcel, picana y submarino, bastante hambre y mucho exilio, durante los doce años de dictadura militar, y más hambre y exilio durante otros diez de democracia blanca y colorada. Y sólo por mencionar la época que a uno le toca de cerca. Las condiciones objetivas para perseguir sin tregua un cambio profundo en la estructura de la sociedad uruguaya, ¿de verdad son tan diferentes a la que los tupas reconocieron en los años sesenta?

“La macroeconomía tiene reglas ingratas pero obligatorias”. “Vamos a ser ortodoxos en la macroeconomía”. “Es inútil querer igualar de arriba hacia abajo”. Si el presidente fuera Lacalle o hasta el mismo Astori, actual vice-presidente y liberal por donde se lo mire, un discurso así habría sido de esperar. Pero si lo pronuncia Mujica (no me jodan, el tipo fue tupamaro), esas frases arrastran una pesada desesperanza. Que intente hacerle creer al 20% de los uruguayos que reciben apenas el 5% de todos los ingresos que produce el país, que sus condiciones de vida pueden mejorar sin tocar las estructuras que permiten la obscena opulencia del 20% de los uruguayos que disfrutan del 50% de los ingresos, es una estafa; que justamente él trate de convencerlos de que la riqueza de los pocos no se sustenta en la pobreza de los muchos, es una verdadera vergüenza. De esta manera, las alusiones sinceras del presidente Mujica a la educación, educación, educación y educación, pueden llegar a ser un verdadero saludo a la bandera: si el plan Ceibal ayuda a graduar corderos técnicamente muy bien preparados para los caprichos del capital, a mí me disculpan, pero los uruguayos están jodidos. Y estoy seguro que no votaron por Mujica para eso. Tampoco creo que lo hayan votado para escuchar frases como estas, para mi gusto, mucho menos educativas (los énfasis los pongo yo): “No vamos a inventar nada, vamos con humildad detrás del ejemplo de otros países pequeños,…”. De la “Suiza de América”, ilusión colectiva que sirvió para esconder a un país hecho pedazos (y son los tupamaros hijos de esa mentira tardíamente develada), a la “Nueva Zelanda” o a la “Dinamarca de América”. Aquí hay otra: “Si el país fuera una ecuación, diría que la fórmula a intentar es agro + inteligencia + turismo + logística regional. Y punto. Esta, es nuestra gran ilusión. A mi juicio, la única gran ilusión disponible para el país.” En el discurso de Mujica, el hombre como objetivo esencial de las actividades de una sociedad, que resumía el proyecto tupamaro, no aparece de la manera como debería aparecer. No vale que lo mencione de refilón, por ejemplo, haciendo votos para que se funden empresas autogestionadas. De José Mujica esperaríamos que la transferencia de todo el poder al pueblo fuera una política de Estado. Sin embargo, las alusiones a la insaciable búsqueda de nuevos mercados, es decir, el alimento del capital y sus desigualdades, aparecen en el discurso de manera clara y repetida. ¿Entiende por qué la bronca, por qué la lástima? ¿Entiende por qué me paso todo el discurso a las puteadas? Y para colmo, al día siguiente, leo a Lacalle alabando en un 70% el discurso del nuevo presidente. Saque sus conclusiones. Si uno se guía por este primer discurso del nuevo presidente del Uruguay, a mí me parece que va a hacer como que gobierna para asegurar la gobernabilidad del país. José Mujica: representante de ventas del poder económico uruguayo. José Mujica: todavía rehén de los burgueses y sus milicos. ¿No fueron los tupas los que eligieron la vía armada porque, entre otras cosas, la izquierda uruguaya de entonces se había adaptado muy bien al sistema y era incapaz de generar una idea de cambio profundo?

Entiéndase bien: no cabe duda que el gobierno del Frente Amplio de José Mujica, así como lo fue el de Tabaré Vázquez, será infinitamente mejor que cualquiera conducido por alguno de los bandidos de los partidos Blanco o Colorado, aún cuando la coyuntura mundial actual no se mantenga. Esta coyuntura ha permitido que los precios de los alimentos, primera fuente de ingresos del Uruguay, anden por las nubes; y los ingresos de las exportaciones le han permitido al gobierno uruguayo llevar a cabo una buena cantidad de programas sociales que sin duda alguna han mejorado las condiciones de vida del pueblo. Las estadísticas del gobierno del Frente Amplio son impecables, pero son coyunturales. Y la vulnerabilidad del esquema económico exportador, por más mercados que se consigan, es bien conocida en el Uruguay: así se vino abajo el Estado de bienestar batllista en la mitad del siglo XX y con él la famosa “Suiza de América”. ¿Acaso los tupamaros no reconocieron el carácter dependiente de la economía uruguaya como fuente de los problemas que aquejaban a la sociedad de la época?, ¿acaso no se proclamaban anti-imperialistas porque sabían que éramos las víctimas de la perversa división internacional del trabajo que el Imperio aún impone? Y es aquí donde no entiendo el imperdonable olvido de José Mujica; no entiendo cómo hace para mirar al futuro sin verse a él en el pasado, agarrándose a balazos con los milicos por un Uruguay con estructuras sociales y económicas completamente distintas; no me explico cómo es que prefiere los paradigmas que nos enseñan a no reconocer lo que somos y a creer que alguna vez, si nos portamos bien y tomamos toda la leche, seremos europeos o japoneses; o con qué derecho (no me jodan, el tipo es tupamaro) se pone a blandir valores “científicos” y “modernos” propios del batllismo, los mismos que ya llevaron al país a la mismísima mierda. Y, finalmente, cómo fue que olvidó que, mientras el capital ande especulando por los rincones, no habrá país que en algún momento alcance para todos. La historia del Uruguay, aunque Mujica lo niegue en su discurso, podría empezar con su gobierno; así que le retruco con una frase parecida a la que él dijo a su pueblo en la Plaza Independencia: nada va a cambiar si no empezás a cambiarlo vos, Pepe.

acalafat@unet.edu.ve


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