Experiencia vivida el 11 de Septiembre de 2001

Tal día como hoy

Recordar el pasado sólo es útil para aprender de la experiencia y enmendar lo erróneo; regocijarse en ello es signo psicopatía. Por ello este día debe ser objeto de estudio productivo y no remembranza morbosa de lo trágico. Hace ocho años rapaces halcones imperiales intentaron poner el mundo al revés. El vetusto término “comunismo” ya no tenía poder de convicción, por lo que brillantes cerebros decantaron la palabra “terrorismo” para invadir el mundo so pretexto de salvarlo de tan salvaje flagelo. Mientras aquí en Nueva York veíamos las Torres Gemelas arder, implotar y caer, nuestro flamante presidente Bush reía estúpidamente a niños en un Kinder de la Florida como si nada. Extrañamente empresas como Lloyd’s, Halliburton y otras vendieron acciones un par de días antes de la catástrofe. Un puñado de jóvenes (varios de la realeza Saudita, aliado fiel de Estados Unidos) infiltró al país más poderoso del mundo, secuestró cuatro aviones y ya sabemos lo que pasó. Ese día se pretendió sin éxito partir el mundo en dos, repartírselo a voluntad y establecer un nuevo orden mundial. Fracasaron estrepitosamente. Su antiguo aliado, Osama Bin Laden -monstruo creado por la misma CIA y el Pentágono- fue acusado del desastre. Se invadió Afganistán e Irak y luego de ocho años no logran dar aún con los cerebros del mortal golpe, ni siquiera con su cabeza más visible. Cada año que pasa se teje sobre los hechos una mortaja de suspicacia, duda y misterio. Aún no sabemos -y quizás no vivamos para saber- lo que pasó. Se manipuló y aterrorizó tan vilmente a la sociedad norteamericana que a cada hora lanzaban una alarma terrorista en Nueva York. A los dos meses cayó “accidentalmente” y en extrañas circunstancias un quinto avión de la misma aerolínea en la ciudad y eso nos llevó del espanto al paroxismo. Aun no siendo esto suficiente un extraño sujeto empezó a enviar por correo cartas con Ántrax, un mortal virus que le quitó la vida a varias personas. En ese estado de cosas los habitantes de de Nueva York estábamos al borde de la esquizofrenia. Por órdenes del Departamento de Salud debíamos vaciar el buzón de correo con guantes quirúrgicos y tapabocas, reportar cualquier actividad “sospechosa” que viéramos en “otros” y desconfiar hasta de la propia sombra. Las palabras “terror” y “terrorismo” eran repetidas sin cesar en prensa, radio, megáfono, prensa, televisión, videojuegos y lenguaje de señas. Los restaurantes dejaron de servir vino francés porque Francia se opuso a la invasión. Los musulmanes fueron acosados y estigmatizados. Las mezquitas eran allanadas constantemente. Todo nombre arábigo era visto con sospecha. Hasta camisetas con las frases “Islam is Pig Worship”, “Kill Them All”, “We’ll Prevail” (“El Islam es Adoración de Puercos”, “Mátenlos a Todos”, “Venceremos”) y otros mensajes xenofóbicos y aberrantes eran usadas por hombres, mujeres y niños. Unos meses después fui a una tienda de juguetes y vi un Libro Parlante para niños. Tocabas la cara del Presidente Bush y escuchabas: “Presidente George W. Bush, líder de la guerra contra el terrorismo”. Y no contamos aún con una Ley de Educación que prohíba tal aberración.

(*) Abogado
Long Beach, NY
juancarlos@lezamaetalia.com


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