Sobre el cardenal fascista y el regreso de Zelaya

¿Es un pastor de almas o es el lenguaje de un general golpista? Es la pregunta que se hizo el embajador de Honduras en la OEA Carlos Sosa, frente al gorilesco discurso del presidente de la Conferencia Episcopal hondureña, un discurso que como se pudo escuchar fue concebido para infundir miedo y legitimar a los golpistas. El cardenal Oscar Rodríguez, no precisamente apegado a los principios cristianos, se permitió advertirle a Zelaya que si regresaba a su país sería el responsable de un “baño de sangre”, lenguaje efectivamente propio de gorilas golpistas y sacerdotes torturadores al estilo del religioso hoy condenado a cadena perpetua Christian Federico Von Wernich, por crímenes de lesa humanidad cometidos durante el período 1976-1983 en la Argentina del católico Plan Cóndor.

Hablar de baño de sangre es exonerar de antemano a los militares, tristes instrumentos políticos por herencia de la Escuela de las Américas. La actitud de este cardenal, recuerda y casi reproduce la actitud que tuvieron nuestros jerarcas católicos antes, durante y después del 11 de abril de 2002. Ostentando una autoridad carismática hoy día degradada y deslegitimada por la aguda crisis moral por la que atraviesa la Iglesia Católica -convertida hoy día más bien en un reducto diáfano del fascismo y de la pederastia universal- aparece este señor citando y descontextualizando una encíclica de Juan Pablo Segundo para dar a entender que es bueno y necesario defenestrar a un gobernante elegido democráticamente siempre y cuando se haga pacíficamente.

La postura reaccionaria-fascista de este pastor de almas” viene a complementar el cinismo y la soberbia de un Micheletti que desafía abiertamente al pueblo que eligió a Zelaya y que por tanto exige su regreso, y a toda la “comunidad internacional” expresada en organismos multilaterales como la OEA y a ONU, y en auténticos bloques regionales emergentes y representantes de la nueva geopolítica mundial de la nueva época naciente, como la ALBA. Es en este punto que conviene que reflexionemos: El golpe contra Zelaya es contra la Alternativa Bolivariana, lo que es decir contra la Revolución Bolivariana; lo que es decir contra el epicentro del proceso de cambio de época que vive el mundo. En este sentido, a pocas horas del regreso de Zelaya a Honduras, sería conveniente aprovechar el siempre necesario látigo contrarrevolucionario para profundizar o dar inicio a una nueva etapa en el proceso hondureño hacia la emancipación y el socialismo.

Al terrateniente Zelaya no le perdonan su ingreso al bloque del ALBA y sin duda, este es un buen momento tanto para recordar el aprendizaje que nos dejó el golpe de abril, como para radicalizar el proceso de refundación soberana y democrática de la República de Honduras. Luego del inusitado regreso a Palacio del presidente Chávez en abril de 2002, en clara demostración de indulgencia y magnanimidad hizo un llamado a la Paz. No hubo sanción o cierre de empresas mediáticas. De los que firmaron el acta que avaló el carmonazo no hay que se sepa preso alguno, aunque es cierto que ya son varios los prófugos de la justicia venezolana que se han refugiado en Perú, renovado paraíso de los políticos criminales. Lo que vino después ya lo conocemos. Zelaya tiene la oportunidad de regresar convocando al poder originario, la Asamblea Nacional Constituyente. A fin de cuentas ya el pueblo está en la calle.

¿Es factible pensar en una eventual convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente con la supervisión del ALBA y las demás organizaciones multilaterales? Podría ser, lo que si es factible, posible, deseable y necesario, es la conformación de una fuerza militar del ALBA tal como la concibió Bolívar en el Congreso Anfictiónico de Panamá.

Los actores políticos en conflicto parecen estar bastante definidos, aunque la soberbia que demuestra Micheletti sólo podría provenir de alguien que se sabe apoyado por fuerzas superiores, la CIA y sus matones, por ejemplo. Micheletti no fue tan fugaz como muchos pensamos, a diferencia de Pedro el Breve parece tener la mayoría del ejército con él, y la intransigencia demostrada hasta ahora por la secta usurpadora presenta un cuadro donde la coacción internacional parece imprescindible. El tiempo y el pueblo hondureño dirán.

amauryalejandro@gmail.com


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