Colombia los años del terror

Consecuencias de detener una tercera vía en Colombia a sangre y fuego


     Una navidad estuve en Bogotá y leí una consigna escrita sobre el friso que caía poco a poco de una vieja pared y ponía al descubierto el parapeto arcaico de un muro de tapias y bahareque, decía: “ESTE AÑO EL NIÑO JESÚS NACERÁ EN LAS MONTAÑAS DE COLOMBIA PARA QUE EL EJÉRCITO NO LO MATE”. Empezaban a asesinar a los candidatos presidenciales que de seguro habrían ganado. En 1990 caían abaleados impunemente: Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro, un año antes Luís Carlos Galán, ya habían asesinado a Jaime Pardo Leal en 1987.

     Esto me motivo recién estudiando la Maestría en Ciencias Políticas en la ciudad de Mérida, a escribirle una nota al entonces Presidente de la República Colombiana Andrés Pastrana, fue en las vacaciones de Agosto de 1999, la cual tiempo después y deferentemente me fue respondida por él mismo, hoy, con la lejanía de 10 años, la desempolvo y la doy a conocer nuevamente. Haciendo política comparada se demuestra que después de 10 años la situación social en Colombia ha empeorado marcadamente.

Horrible seria describir en estas sencillas líneas algunos casos como eran asesinados los revolucionarios Colombianos. Injustamente en aquellos días de los años ochenta y noventa fueron matados más de cinco mil dirigentes de la Unión Patriótica, Partido Comunista Colombiano y de la gloriosa Juventud Comunista Colombiana.

           Siguen masacrando de todas las más viles formas y maneras, en las veinte y cuatro horas del día con todos sus segundos, en los treinta días del mes y en los trescientos sesenta y cinco días del año y si el mismo es, o no bisiesto. No importa si el sol se oculta o cualquiera de las cuatro fases lunares salen, si están en equinoccio, o es el solsticio de invierno, primavera, verano, otoño y otra vez invierno, si son las estaciones de lluvia, sol y de nuevo lluvia, si algún volcán se activa o Colombia va al Mundial de Fútbol. Si en ese año se dan las mejores cosechas de café y de rosas. Cayó la pavura horrible del ya hoy inocultable narcoparamilitarismo de Estado Colombiano. 

Mérida, Agosto de 1999 

     Dr. Andrés Pastrana

     Presidente de La República de Colombia

     Casa de Nariño

     Santa Fé de Bogota 

     DE UN AMIGO QUE NO PUEDE PERMANECER MÁS EN SILENCIO 

        Un día leí que la cita para concertar la paz en Colombia seria en San Vicente del Caguán. A partir de este anuncio he visto con gran realismo lo que sucede en este país. He pasado nueve meses pensando sobre la realidad colombiana, el tiempo equivalente al de la gestación; hoy me atrevo a realizar este análisis político, meditado y que no puede ser guardado por más tiempo sólo para el consumo individual. Porque al igual que un recuerdo maligno, me persigue, me ahuyenta y me señala la responsabilidad en dirigirme a su máximo mandatario, Sr., Andrés Pastrana.

          Señor Presiente, al pensar en el país que Ud. y otros más dirigen actualmente, quisiera expresarle que vienen a mis pensamientos varios recuerdos los cuales trataré de expresar en esta interpretación. Nunca se podrán aceptar esas imágenes de tantos y tantos muertos, personas huyendo, niños aterrorizados que quién sabe lo que mañana serán, inmisericordes masacres, soldados, guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, gamines, policías, sobrevivientes, más y más muertes y todos aquellos que yacen bajo varios metros de tierra.

        En su país son miles los que ante la oscuridad del sol y la sombra de las estrellas, aguardan su “turno” en las listas de sentenciados para morir, unos antes que otros, pero todos ya marcados y unidos por un destino seguro: morir. Lo único tangible que poseen en esta marcada guerra y violencia.

        Sólo piense en la cantidad de madres que han tenido que enterrar a sus hijos, hermanos a hermanos, amigos a sus amigos y abuelos a sus nietos, solos, con puñados de arena, lanzándoles una y otra flor, dejando caer de sus manos al depositado de un cajón de madera y latas símbolos de dolor, terror y rabia.

         Luego el Palacio de Justicia, más allá Armenia, terremotos, pestes, enfermedades, desplazados, mutilados, quizás castigos provenientes quién sabe de dónde para presagiar que ya Colombia está olvidada, ya Colombia no está dentro de las suplicas de oraciones, penitencias, promesas o milagros que por tradición espera su pueblo, y todo esto Sr. Presidente lo crearon las oligarquías que han dirigido y manejado a su país bajo la cómplice mirada de todos sus gobernantes.

        Usted debiera preguntarse o mejor aun responderse quienes crearon toda esta violencia; le tocó la prueba de fuego, ceder frente a lo que otros mandatarios crearon y vacilaron, o quizás Ud ya no encontró otra formula para otra salida.

         La responsabilidad de otros gobiernos en crímenes, asesinatos y violaciones, en este momento Colombia se las esta cobrando. Colombia Sr. Presidente ya esta muerta, la tierra de Colombia se ahogó en tanta sangre que sobre ella cayó, se asfixio de tanta tierra removida y volcada sobre ella; murió del diluvio provocado por tantas lágrimas derramadas sobre la superficie del corazón de su pueblo. Murió golpeada por tantas conchas de bala que sobre ellas provocaron grandes hematomas, envenenada por tanto acido sembrado en sus suelos. Colombia, Sr. Presidente, ya murió, y lo único que reclama es que la mayoría de sus tierras sean declaradas un inmenso Campo Santo, hasta que de forma silenciosa el dolor taciturno de las balas se vuelva invisible hasta en su roce.

       Cierta vez estando en Bogota en tiempos cercanos a la navidad de 1988, pude leer en un informe sobre violaciones de Derechos Humanos una frase que rezaba: “Este año el niño Jesús nacerá en las montañas de Colombia para que el Ejército no lo mate”. Desde entonces este pensamiento no he podido borrarlo, así muchos recordamos lo que es Colombia.

        Posteriormente, asesinado Jaime Pardo Leal, luego le toco a Bernardo Jaramillo a quien logré estrecharle mi mano un día. Después les siguió un hombre que bajó de las montañas, entregó sus armas y engañado como a un niño se encontró con otro niño que le asesino de disparos por la espalda: El Guerrillero Pizarro.

         Un día coincidí en Bogota cuando fue asesinado Carlos Galán, vi, como la propaganda que anunciaba su candidatura era atravesada por un alinea de medio lado pintada de negro en señal de duelo, fui a su entierro en las filas del honorable Partido Comunista Colombiano, su sepelio partió desde el portal de lo que eran las ruinas del Palacio de Justicia el cual disimulaban las cientos de balas con una inmensa bandera nacional y desde allí, Colombia solo pedía ya: Morir…

        Colombia moría y muchos Latinoamericanos no nos habíamos dado cuenta, todo lo que de ella sale tristemente huele a muerte.

       Hasta los vallenatos de Escalona son tan tristes que parecen cantos fúnebres. Y lo más irónico es que todo esto sucede ante la insensibilidad de nosotros los venezolanos, los de este lado, los venecos como Uds., nos llaman, los que no terminamos de creer y de entender lo que sucede en esta patria vecina, allá donde sólo un par de siglos atrás un puñado de los nuestros condujo a nuestro Libertador Simón Bolívar para que muriera lejos de sus hermanos. Desde entonces la muerte construyó su casa y ya no quiere mudarse.

        Su país, Sr. Presidente, es un largo terreno de contrastes, variados y extremadamente complejos, desde el calor de sus costas al conservadurismo de su capital y al implacable frió de Pasto o de Ipiales, haya en el puente Ruminchaca.

        Su Nación a ofrecido cuarenta y tantos miles de kilómetros para una Zona de Distensión en un aparente “Proceso de Paz” donde va ganando quien se levante disparando primero, entre su Ejército, Castaño, Serrano, Marulanda y los carteles.

        Desde aquí, el panorama es el siguiente: “El Gobierno de Bogota”, —ahora trasladado a “Santa Marta” — espacio de terreno que tiene Presidente, Congreso, Senado, militares, policías y leyes; San Vicente del Caguán y la gran mayoría de zonas dominadas y manejadas por el control total de los insurgentes.

        Por otra parte un ejército que rara vez tiene enfrentamiento con los paramilitares, pero si contactos de complicidad, juntos inspeccionan lugares en busca de guerrilleros, de sus familiares y amigos sólo para asesinarles.

        El narcotráfico que ya es un poder en el mundo y que carga tras de sí una fosa de muerte. Por otro lado, tienen el poder de las oligarquías que dirigen el país y a usted Sr. Presidente, las mismas que han llevado al poder a Barco, Gaviria, Samper, y tantos otros. Como emblema de Colombia en todos ustedes está la mayor de las responsabilidades de esa crisis.

       Sr. Presidente, yo sin embargo, aún confió en sus buenas y nobles intenciones de llevar adelante una salida distinta, equitativa y justa, pero si esta salida fracasa solo tendría posibilidad una alternativa guiada por verdaderas fuerzas de paz internacionales, que no cometan el genocidio que acaba de cometer la OTAN en Kosovo, como una solución que acabe con los crímenes de los paramilitares, el narcotráfico y los abusos de las fuerzas gubernamentales.

        Sr. Presidente, le deseo suerte a todo su pueblo y a usted, que los ilumine el espíritu de tantos caídos y encuentren los caminos perdidos hacia un verdadero proceso de paz, condición indispensable para el crecimiento y desarrollo de su patria. 
 
 


(*) M Sc. en CIENCIAS POLITICAS

PARA: www.aporrea.org

venezuela01@gmail.com

30 de marzo de 2009



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Miguel A. Jaimes N (*)

Politólogo, Magister Scientiae en Ciencias Políticas y Doctor en Ciencias Gerenciales. Cursando Doctorado en Letras. Cursando postdoctorado, mención: Geopolítica del Petróleo, Gas, Petroquímica y Energías. Fundador y Director del Diplomado Internacional en Geopolítica del Petróleo y Energías-Venezuela. Creador de la web geopoliticapetrolera.com. Autor de los libros: Petrocaribe la Geogerencia Petrolera. El Oculto poder petrolero. poder de PDVSA Vs. Poder del Estado.

 venezuela01@gmail.com      @migueljaimes2

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