El Rey de España y el Niño Asesinado

El Rey de España no es mi buen amigo ni tampoco me junto con él por aquello de "dime con quien andas y te diré quién eres". Al fin y al cabo los buenos amigos son una especie en peligro de extinción, amenazada por la sociedad de consumo capitalista neoliberal globalizada, la cual, en su empeño por privatizarlo todo, ha privado a la mayoría de la humanidad de los bienes esenciales para la vida.

Digan lo que digan en los púlpitos los monseñores mentirosos e hipócritas, el rey tampoco es mi hermano; al fin y al cabo Dios le eligió para ser rey, y a mí para ser un soberano pendejo. Además, él es de sangre azul; yo no, la mía es como la de mi amiga Norma, que la tiene roja rojita. Por otra parte, él no hace pupú como el común de los mortales; según me contaba mi abuela, él pone su mierda envueltica en papel de regalo y perfumada con olorosa fragancia francesa, y la envía a sus amigos, quienes la reciben con mucho alborozo.

Otra razón más para no aceptarlo como amigo es que el rey es un chulo. Yo nunca he podido entender cómo el pueblo español acepta tan tontamente que un rey vividor y toda su familia se lo chuleen de lo lindo, es algo que me parece estúpido, pero bueno cada quien hace en su patria lo que mejor cree.

"¡El rey está desnudo, el rey está desnudo!" ¿Recuerdan al niño que gritaba eso en medio de la multitud, y que el rey, que era estúpido como la mayoría de los reyes, se puso una mano adelante y otra atrás pero se dejó destapada la boca? Bien, les cuento que Hans Christian Andersen quiso averiguar qué había sido de la vida de aquel niño, y nunca pudo saber. Yo sí supe. El rey ordenó que invitaran a toda aquella gente a comer y brindar. Y todos fueron llevados al estadio de Santiago de Chile. Allí el general Pinochet autorizó que los mataran, entre ellos al niño que gritó "¡El rey está desnudo".

Eso ocurrió el 11 de septiembre, el mismo día que los aviones se estrellaron contra las torres gemelas y mataron a un gentío, y dicen que otro se estrelló contra el Pentágono y otro en Pensilvania, pero el presidente Bush siguió leyendo de lo más tranquilo un cuento, y un niño que estaba muy aburrido comenzó a gritar: ¡El presidente es un asno, el presidente es un asno! Me dicen que Michael Moore quiso saber de ese niño, pero los del FBI le dijeron que era asunto de seguridad nacional.

Pero no es de ese niño que les quiero hablar, tampoco del niño iraquí que asesinaron los soldados estadunidenses en Faluya, tampoco del niño palestino que asesinaron los soldados sionistas en Cisjordania, tampoco del niño colombiano que masacraron los paramilitares de Uribe en Medellín. No es de esos pobres niños que les quiero hablar.

En Cubagua, los soldados del rey de España, codiciosos como su rey, obligaban a los indios guaiqueríes nadar hasta el fondo del mar y tenían que subir con una perla en la boca, si no, le daban palazos en la cabeza. El niño guaiquerí no consiguió la perla y ya no tenía oxígeno en sus pulmones y subió a respirar. El soldado del rey le pidió que le mostrara la perla y como ninguna llevó, le cortó la cabeza de un solo tajo con su espada Tizona, que así la llamaba. Pero tampoco es de ese niño que quiero hablarles.

En realidad quiero hablarles del asesinato de Alfonso, de 14 años; homicidio cometido –según dicen- por el rey Juan Carlos el Borbón el 29 de marzo de 1956 (Para mayor información ver: www.aporrea.org/internacionales/n118100.html). Alfonzo era el preferido de su padre, el conde de Barcelona Juan de Borbón, y según algunos allegados a su entorno, iba a ser elegido para sucederle en sus derechos dinásticos a la corona de España.

Para la fecha del asesinato, el actual rey contaba 18 años de edad y era un distinguido cadete de la Academia General Militar de Zaragoza, contaba con una amplia e intensiva instrucción militar y era experto en el uso y manejo de toda clase de armas ligeras.

Aquel fatídico día, Alfonzo estaba sólo con su hermano Juan Carlos el Borbón en una habitación, de pronto un tiro procedente del arma de éste le impactó la cabeza y cayó muerto. La dictadura de Franco se encargó de presentar aquel sangriento hecho como un accidente. Después Juan Carlos sería coronado rey de España luego de la muerte del mismo Franco.

Por eso digo: ni soy amigo, ni hermano, ni me junto con criminales.

ramiromen@gmail.com


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