Comunicado de prensa

Ante las derivaciones del conflicto agropecuario

Antes de lo previsto el gobierno de Cristina Fernández se ve afectado por una severa crisis política. Y esto ocurre en un momento crucial de la situación latinoamericana. Es urgente asumir el desafío que tenemos delante.

Las cuatro entidades del campo enfrentaron con un lock out agropecuario el aumento de las retenciones dispuesto por el gobierno el 11 de marzo, que sube del 35 al 44% el gravamen a los cereales oleaginosos. El tipo de retención fluctuante a partir de ese porcentaje y según el precio internacional, apunta a congelar el precio de la soja, principal grano de exportación, en 280 dólares la tonelada.

Luego de 14 días de paro con corte de rutas, la Presidenta hizo conocer su tardía reacción. El contenido y la forma de su discurso, agravado por el hecho de que toda la semana anterior había estado de vacaciones, desató en la noche del 25 una erupción social de alcance nacional.

Esto sucede cuando el paro ha provocado ya un marcado desabastecimiento de alimentos en los centros urbanos, lo cual agrava un cuadro signado por el aumento de precios que para marzo se estima entre 3 y 4%.

De esta manera Argentina pisa el umbral hacia un terreno de desestabilización, que de no ser revertido de inmediato y con medidas de fondo, llevará a una crisis de gobernabilidad. Ésta a su vez necesariamente pondría en evidencia el carácter ficticio del auge económico actual y ambos factores, entrelazados y alimentándose mutuamente, pondrían al país en caída libre.

El capital financiero internacional y los partidos locales funcionales a éste está impulsando ese desenlace. Los estrategas estadounidenses tienen claro que, en el cuadro actual, la desestabilización de este gobierno sólo puede favorecer al imperialismo y sus socios locales.

El objetivo central es arrancar a Argentina de la línea de convergencia suramericana; sea presionando al punto de lograr que Fernández se eche a los brazos del Departamento de Estado, sea provocando una situación que culmine con la caída del gobierno.

Una vez más un episodio catalizador del irresuelto cuadro económico y social pone al trasluz la gravedad de la agonía política que vive Argentina. Para muchos se trata de una sorpresa. Además, la insólita alianza entre pequeños campesinos y grandes terratenientes que utilizan a estos como fuerza de choque, desdibuja el contenido real del problema y desvía hacia un abismo el accionar político de organizaciones y cuadros movidos por un compromiso cierto con los intereses populares.

Así, un sector de la militancia ve la explosión social ocurrida anoche como un intento de golpe de Estado y sale en defensa irrestricta del gobierno. Otros, por el contrario, se desentienden del problema y buscan acelerar la crisis. El oficialismo, por su parte, no da muestras de saber qué hacer.

La forma en que se presenta la crisis induce a la confusión. El entremezclamiento de clases e intereses manifiesto en la movilización, así como las medidas y métodos adoptados por el gobierno, constituyen una encerrona estratégica para la nación frente al imperialismo y para los pequeños productores del campo y la clase trabajadora frente a la burguesía.

No será posible salir de esa trampa sin un plan de acción que apunte directo a las insanables debilidades estructurales de la economía argentina.

En efecto, las retenciones son un paliativo para limitar las fabulosas ganancias de los terratenientes y evitar el impacto del alza mundial de alimentos sobre los precios internos. Pero es un paliativo insuficiente que, a término, provoca distorsiones inmanejables para cualquier gobierno, tanto más para uno como éste que, como ahora queda a la vista, carece de toda base social y política propia: ¡la masa de chacareros, pequeños productores y trabajadores del campo que hoy se levanta contra Fernández es precisamente la que la votó en octubre pasado!

Los efectos del paro sobre los precios se sumarán a la presión inflacionaria y con certeza mellarán también el respaldo que Fernández tuvo en franjas obreras y juveniles. Así, la crisis política está a la vuelta de la esquina.

Frente a eso el gobierno está desvalido. El hecho de tener que recurrir a la patota de Moyano para enfrentar los cortes de rutas, o de depender de grupos como la FTV y otros menores para contrarrestar la erupción de capas medias en Buenos Aires (en el resto del país no hubo respuesta de ése ni de ningún otro tipo), es indicativo de la soledad oficial.

Que nadie tenga dudas: apoyado en la burocracia sindical y en pequeños grupos sin raigambre ni programa, el gobierno no podrá sostenerse. El imperialismo y sus esbirros ya se relamen. Y desde el propio aparato corrupto con el que se quiere revivir al PJ se prepara ya un cambio de frente. En este cuadro no es menor el hecho de que en 110 días de gobierno la Presidenta haya tomado 30 días de vacaciones y en el tiempo restante sehaya limitado a mantener la inercia del período anterior. La desaforada voracidad del gran capital que, empujada por la crisis mundial, se descarga también sobre el campo, es la que ha puesto en estado de desesperación a cientos de miles de chacareros, sin que el gobierno se haya ocupado en lo más mínimo de impedir la concentración y extranjerización de la tierra.

Del mismo modo, en lugar de recuperar la propiedad y el control sobre nuestras riquezas naturales, el gobierno sigue privatizando, como hizo días atrás cuando renovó la concesión de los yacimientos gasíferos y petrolíferos de Cerro Dragón, situados en Chubut y en la propia provincia de la familia gobernante, renegociando por otros 30 años un contrato con la Pan American Energy.

Y esto se hace en el mismo momento en que sobreviene una crisis energética, cuya amenaza está en la raíz de la urgente necesidad oficial por obtener mayores ingresos fiscales y el torpe aumento de retenciones al agro.

Todas las fuerzas revolucionarias, con mayor o menor proximidad con el gobierno, debemos asumir la gravedad de la situación. Y tomar medidas urgentes.

En primer lugar, se trata de acordar un programa de acción para la coyuntura. La UMS adelanta la propuesta de cambiar las retenciones por la nacionalización del comercio exterior y la fijación de los precios internos de acuerdo con el valor local de los productos, en lugar de someterlos a la especulación internacional. Estas medidas son inseparables, además, del establecimiento del control de cambios.

Paralelamente, es imprescindible frenar la extranjerización de la tierra, impedir el accionar de fondos de inversión locales y extranjeros que se han lanzado a la especulación con el suelo y la producción y, de manera inaplazable, abocarse a la realización de una revolución agraria que acabe con la concentración de la tierra y la producción en pocas manos, dando lugar a un proceso de cooperativización que mantenga unidades de producción en gran escala pero cambie de raíz la forma de propiedad y el destino del producido.

La recuperación para la nación y el pueblo de la renta de la tierra es inseparable de la recuperación de la propiedad y el control de la riqueza energética y minera del país.

Sólo con tales medidas será posible evitar el saqueo y salir de la dependencia,

el subdesarrollo, la marginalidad y la pobreza que están en la base de la situación actual, en definitiva idéntica a la que produjo el colapso de 2001.

Estas tareas, insoslayables y, como se ve, inaplazables, no serán posibles si no se logra recomponer la unidad social y política de las grandes mayorías explotadas y oprimidas.

Como lo muestra la explosión de los chacareros y su impacto en buena parte de la juventud, eso es imposible con la actual política.

Los revolucionarios debemos defender la institucionalidad frente a la descarada marcha de la oligarquía y el imperialismo para recuperar una primacía perdida en 2001. Eso significa, sin rodeos, que enfrentaremos cualquier intento de desestabilización.

Al mismo tiempo, no permitiremos que se tuerza el rumbo de un programa de transformación verdadera y se continúe avanzando hacia el precipicio de una fractura social promovida y anhelada por el imperialismo, empeñado en sacar al país de la línea de convergencia suramericana que ha predominado desde la caída de De la Rúa. Aun con las particularidades propias de esta crisis con el campo, la coyuntura en Argentina se inscribe en la gran batalla latinoamericana en curso.

Convocamos a todas las fuerzas políticas, sociales y culturales, a promover encuentros que por sobre identidades ideológicas y alineamientos partidarios permitan avanzar hacia un Congreso Nacional del Pueblo, que discuta y resuelva democrática y masivamente el futuro del país y un plan de acción para hacerlo realidad.

Ya mismo: ¡¡manos a la obra!! ¡¡Unámonos a los chacareros, pequeños productores y trabajadores rurales para elaborar un plan de acción común y edificar la herramienta política para llevarlo a cabo!!

Buenos Aires, 26 de marzo de 2008


Comité Ejecutivo Nacional
Unión de Militantes por el Socialismo

ums-argentina@fibertel.com.ar


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