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Uribe Vélez: Más sobre su relación con el narcotráfico

Enviado muy gentilmente por Ivan Oliver Rugeles .

Edición 1338 de diciembre 2007

Durante cinco años, José Obdulio Gaviria ha sido un juicioso guardián de las tesis del Presidente desde su oficina de la Casa de Nariño, ubicada muy cerca del despacho presidencial.

A medida que avanza el período de gobierno, su biblioteca crece. De pared a pared y de piso a techo, aparecen libros de la política en Colombia, de guerra, de procesos de paz, de filósofos o de autores antioqueños que él necesita para alimentar con citas y argumentos lo que él llama la doctrina uribista. Desde su despacho salen a diario discursos, documentos, archivos, y artículos y reportes de medios de comunicación que José Obdulio organiza para tenerle al Presidente todo listo a la hora que él lo requiera.

En varias ocasiones le ha insistido a su amigo Álvaro Uribe en que su interés por la academia lo jala con fuerza y que un ofrecimiento de rector en alguna universidad lo tienta a alejarse del gobierno. Uribe, al parecer, siempre ignora esas ganas. Lo quiere, lo respalda, confía en él y lo necesita. José Obdulio tiene la enorme utilidad para el Presidente de decir lo que éste piensa pero que por su investidura no puede hacerlo.

Pero, después de los hechos de las últimas semanas, es cada vez menos útil para el primer mandatario. En estos 15 días, la presencia de José Obdulio en el gobierno generó una trifulca en la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores y la renuncia de dos altos funcionarios. La razón: su parentesco con Pablo Escobar Gaviria, el responsable del narcoterrorismo y el criminal más temido por los colombianos, y acciones poco claras de sus hermanos en la década de los 80. Su madre es la hermana de la del narcotraficante.

En la reunión de la Comisión, el miércoles 5 de diciembre, el ex presidente Andrés Pastrana acusó a José Obdulio de haber sido el abogado de Escobar, durante su secuestro en 1988. Días después, Rodrigo Lara, zar anticorrupción, dimitió y justificó en parte su decisión por lo que consideró una actitud poco transparente de José Obdulio. Dijo que el asesor le había ocultado que el diario El Nuevo Herald iba a publicar un informe sobre el asesinato de su padre, el ex ministro de Justicia, que dejaría mal parada a la familia del Presidente.

Y el miércoles pasado se conoció la renuncia de Carlos Medellín, embajador en Londres, quien había sido seleccionado, como jurista que es, para ir a La Haya y representar al país ante el gobierno de Holanda y la Corte Internacional de Justicia. Medellín, yerno del inmolado director de El Espectador Guillermo Cano, se va porque un hermano del asesor apareció vinculado con quien pagó los asesinos de Cano.

La noticia fue publicada por el semanario El Espectador, que en un informe sobre los cabos sueltos en la investigación por el asesinato, mencionó a Carlos Alberto Gaviria, hermano mayor del consejero presidencial. Según los documentos, éste habría prestado su nombre para ocultar el patrimonio de Luis Carlos Molina Yepes, quien aparece como el pagador de los asesinos de Cano. En 1988, en una inspección judicial, se descubrió que en el Banco Ganadero del sector del Poblado en Medellín había dos cuentas con recursos de Molina a nombre del hermano del asesor presidencial.

Ya era conocido que sus otros dos hermanos, Luis Mario y Jorge Gaviria Vélez, fueron procesados en 1983 por narcotráfico en Estados Unidos. Fueron capturados en este país mientras transportaban un cargamento de droga y pagaron su pena. Los dos iniciaron una nueva vida al regresar a Colombia guiados de la mano de su hermano mayor. Ambos han sido colaboradores de este gobierno en causas sociales y, según todos los testimonios, se han desempeñado de manera competente. Luis Mario coordinó por varios años la unidad territorial para el Urabá del programa Presidencial Acción Social. Jorge, por su parte, es el coordinador del programa de Paz y Reconciliación de la Alcaldía de Medellín, que es el responsable de la desmovilización de más de 4.000 ex combatientes.

Hasta ahora, José Obdulio había logrado huir de la sombra de su primo capo, al alegar -con cierta razón- que era injusto que debiera responder por las actuaciones de un primo e incluso de sus hermanos. En medio de rimbombantes términos y citas, escribió, el miércoles de la semana pasada, una columna en El Tiempo en la que argumenta que su resignación producto de su cristiandad le sirve para aguantar el palo. En esta afirmaba en forma convincente que nunca había sido abogado de Pablo Escobar. Menos convincente era su insinuación de que la razón por la cual su primo Roberto Escobar, el 'Osito', lo acusaba de ir a la Catedral a reunirse con el jefe del cartel de Medellín era que quería destruirlo. A renglón seguido, negó que los lazos de sangre tuvieran algo que ver con su vida y descalificó, que es lo que más le gusta hacer, a quienes le critican, al calificarlos como menos dotados intelectualmente.

Aunque nadie tiene que responder por la familia, ante la vulnerabilidad que tiene este gobierno por supuestos nexos paramilitares y enredos de helicópteros de hace un cuarto de siglo, la telaraña de José Obdulio y su familia no es un hecho políticamente neutral. La referencia que él tiene de su vida y de su carrera es Gerardo Molina, con quien fundó Firmes, un movimiento de izquierda que buscaba una renovación en el país. Quienes lo conocen no ven en su pasado sino actividades académicas y causas progresistas. Eso lo unió a Uribe cuando este último no era más que un joven liberal que había desafiado a los caciques políticos que controlaban la maquinaria en su departamento.

Sin embargo, para los críticos del gobierno, y ahora para el grueso de la opinión pública, lo que representa que José Obdulio sea el ideólogo de este gobierno no es la memoria de Gerardo Molina, sino la de Pablo Escobar. La renuncia de Carlos Medellín no es más que una expresión de esta asociación de ideas. Con el paso de los días, su permanencia en el gobierno se enreda no sólo por lo que significa su nombre, sino por él mismo. Su teoría de que en Colombia no existe un conflicto armado le ha traído tantas críticas como sus lazos familiares.

Lo cierto es que ante la subida de tono de la situación política, la permanencia de José Obdulio en la Casa de Nariño se ha vuelto un problema real. No tanto porque él tenga culpabilidad en el pasado de su familia, sino por el desgaste que entraña su defensa. Cabe preguntarse por que él, el Presidente de la República, o la República de Colombia tienen que pasar los próximos tres años explicando todo el tiempo y en todas partes unos hechos que desafían el sentido común y que le hacen daño al país.


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