Eurocapitalismo

Aparentemente las políticas económicas de cada país de la Unión Europea son singulares y parte de la idiosincrasia de cada una de las naciones. Pese a la conciencia popular de la existencia de directrices económicas comunes para toda la UE, la realidad estructural en cada país parece ante nuestros ojos como algo distinto. Así, el modelo sueco dista del francés, como este del español o del polaco. Sin embargo estas diferencias no son más que divergencias estratégicas en lo social, en la educación, la sanidad o lo laboral, enmarcadas todas en un mismo camino, una misma vía económica y política bien definida: el Eurocapitalismo.

El capitalismo como sistema económico de primacía del capital sobre el trabajo, es esencialmente mundialista. La aplicación mundial de este sistema crea, obviamente, diferencias prácticas según la zona donde se trata de articular. Es por ello que para referirme al capitalismo de Europa hablo de eurocapitalismo, para diferenciarlo de los distintos capitalismos existentes en el mundo y, sobre todo, para analizarlo en un territorio concreto, en una nación de naciones -una patria grande- como es Europa. El eurocapitalismo es junto al capitalismo estadounidense el mayor empuje de desigualdad, alienación laboral y pobreza mundial. Si bien el eurocapitalismo actúa en Europa, sus consecuencias y repercusión son mundiales.A diferencia del capitalismo estadounidense -y dejando de lado al Reino Unido-, el eurocapitalismo no ha llegado a su etapa final, a la última fase capitalista. Mientras el capitalismo “yankee” ya ha prácticamente superado la etapa de conquista, de primacía total del capital sobre cualquier otro valor, ya sea humano, laboral, social o natural, y está desarrollando la fase imperialista, el eurocapitalismo -pese a conquistar las estructuras de la UE- siempre ha encontrado trabas más o menos eficaces contra su avance, que si bien no han conseguido pararlo, han creado una situación bastante extraña: esos mismos pasos anti-eurocapitalistas han asentado el propio sistema eurocapitalista, lo han asumido en gran medida e incluso lo han nutrido de apoyo popular.
El capitalismo europeo ha avanzado fácilmente durante épocas de bonanza económica, es un análisis bastante claro y diáfano que no necesita más explicación. Cuando este sistema -basado en crisis permanentes por territorios y mercados- entra en crisis completa, ya sea financiera, industrial o propiamente mercantilista, son las clases trabajadoras las que asumen el peso de la caída, las que sirven de colchón al hundimiento de ese sistema. Porque, pese a las severas y científicas críticas hacia el sistema eurocapitalista, los sectores reformistas -contaminados y pusilánimes- han creado movimientos, corrientes y políticas que palien el problema social con políticas sociales proteccionistas, en vez de utilizar el derrumbe, el fracaso y la caída de un sistema para subvertir y cambiarlo, para pavimentar una revolución social que aniquile el sistema que ha creado el problema: pobreza y desigualdad social.

Gracias a esos reformistas ( grandes sindicatos, partidos socialdemócratas e izquierdas involucionadas) la contrarrevolución eurocapitalista ha triunfado en Europa, con el apoyo de la derecha liberal, timorata y eurocapitalista en esencia. Bajo el denominado “Estado del Bienestar”, que bien se parece al del politoxicómano que acaba de inyectarse su dosis de “estar-bien”, se esconde y se alimenta el ya mencionado capitalismo europeo. Los reformistas no sólo han aplacado cualquier impulso antisistema o contracapitalista, sino que han creado la medicina que mantenga vivo el eurocapitalismo, y es el mencionado Estado del bienestar. Este medicamento, esta aparentemente política social, no es más que una forma de ensamblar, de reforzar, las cuerdas y los hilos de este Frankenstein que es el eurocapitalismo.A cada nueva crisis del estado del bienestar capitalista, los reformistas añadirán suero, parches, vendas, derramas sociales y paragüas sindicales para que el monstruo siga caminando. Y para que este eurocapitalismo resulte más simpático al pueblo, le engalanan, le disfrazan, le pintan de sistema de protección subsidiaria, de buenismo estúpido e infantil: el ya mencionado Estado del Bienestar. Así, la masa crítica europea recibirá periódicamente su “chute” de aparente bienestar, dejándola grogui, conformista, indolente y sumisa.

El sistema eurocapitalista seguirá avanzando ad æaeternum mientras la sociedad no se conciencie de la problemática real. Si bien es cierto que sólo en épocas de crisis es posible aniquilar al monstruo, más cierto es que sin una conciencia crítica, sin una masa subversiva estructurada, poco se cambiará cuando llegue alguna de las crisis periódicas propias del capitalismo. Mientras nuestros conciudadanos sigan siendo yonkis del estado, mendigos -en su sentido más amplio- del sistema o putas del capital, la revolución socialista y popular jamás llegará. Por eso es preciso agitar, concienciar, escribir, luchar y subvertir en tiempos de “bonanza” económica (dentro de los parámetros capitalistas, obviamente no sociales), para alimentar y sustentar los cuadros, la masa social y popular del cambio de la Europa del siglo XXI.

Ved en los reformistas los colaboracionistas del eurocapitalismo. Desengañaos de remesas, limosnas y tiritas presupuestarias. Desconfiad del posibilismo, pues hace posible la perpetuación de este sistema. Abrid los ojos y observad, unid en sinergia los esfuerzos contra el capitalismo. Sólo el pueblo europeo puede liberar a Europa del eurocapitalismo, como solo el pueblo mundial puede hacer lo mismo con el capitalismo global.

diego_m_urioste@yahoo.es



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