Binoculo Nº 510

Hace 50 años

El 11 de septiembre de 1973, yo hacía vida política entre el Pedagógico de Caracas, donde tenía vinculaciones con un grupo teatral, que en realidad era una militancia clandestina y mis estudios en educación en la UCV. En la organización donde militaba, en el análisis de la situación sobre Chile, estábamos convencidos de que no solo era inevitable el golpe de Estado, sino que vendría un baño de sangre. La soldadesca chilena tiene formación prusiana, al estilo de los viejos káiser alemanes. La crueldad está por encima de cualquier cosa. El terror es un arma de mucha fuerza.

Una vez ocurrido el golpe, la ausencia de redes nos impidió ver muchas cosas, pero sabíamos que las matanzas se esparcieron por todo Chile. Era entonces Carlos Andrés Pérez el presidente de Venezuela, y en uno de los mayores gestos de solidaridad, pidió que los presos fueran enviados a Venezuela. Al menos los que estaban en el campo de Chacabuco. Recuerdo que el gobierno ocupó todo el hotel Veroes que queda en la avenida Urdaneta y allí metió a vivir a aquel montón de jóvenes en su mayoría, que venían tristes, y la mayoría muy adoloridos por efectos de las torturas. Es importante aclarar que todo el mundo fue torturado en Chile, hasta el perro. A través de José Vicente Rangel, hicimos contacto con ellos. Nos conocimos en la UCV a donde iban a esparcir sus penas y a contar en foros todo lo que habían vivido. Pero establecimos una estrecha relación sobretodo con dos que eran del MIR. Habían sido muy torturados. A uno incluso le habían amputado el dedo meñique, a quien por cierto le habían matado a su hermana mayor el 12 de septiembre, cuando los soldados allanaron su casa y la mataron a ella y a sus dos hijas de 8 y 9 años. El marido estaba escondiéndose en algún lado. Un año después apareció en Cuba.

Como entendíamos que no sólo no tenían amigos, sino todo lo que habían vivido, el grupo mío se acercó más a ellos. Así que los visitamos con regularidad en el hotel, a donde llevábamos vino, hacíamos comida, los panas y algunos de ellos tocaban guitarra y entonaban canciones para el consuelo. Me hacían cantar, porque mis camaradas se burlaban de mí. Y tenían razón, yo cantaba peor que Chávez, pero me animaba: "voy a cantar el corrido/ de un hombre que fue a la guerra/ y anduvo en la sierra herido/ para conquistar su tierra… lo conocí en la batalla/ entre tanta balacera/ quien es revolucionario/ puede morir donde quiera/… mi padre fue peón de hacienda/ y yo un revolucionario/ mis hijos pusieron tienda/ y mi nieto es funcionario.

Y en eso pasábamos el tiempo. Había una chica que la notamos muy depresiva y cómo enferma. Era muy inexpresiva. Pero una camarada que era médico, fue ese día con nosotros y le dijo que la dejara chequear. Estaba como aterrorizada. Tenía mucha fiebre. Así que la llevamos al Hospital Clínico Universitario. Ella era la viva representación de la barbarie que se cometió allá. Estaba embarazada cuando la atraparon, al marido lo habían matado una cuadra antes. A patadas le hicieron parir al niño y se lo desaparecieron. Le habían dejado la placenta adentro y tenían un gravísimo proceso infeccioso. Estuvo cerca de una septicemia durante 8 días en terapia intensiva. Antes de enviarla a Venezuela, los militares le dijeron que el niño había muerto.

Los exiliados nos dijeron que una de las prácticas era agarrar a los niños y robárselos para venderlos o entregárselos a la Cruz Roja. Así que nos dimos a la tarea de comenzar a buscar al niño. Nos fue de gran ayuda un dirigente del MIR venezolano llamado Jesús María Pacheco y José Vicente Rangel. Yo era amigo del poeta adeco, pero gran ser humano Armando Track, quien nos ayudó mucho con diplomáticos en el exterior. Así que nos tiramos una dura campaña y un mes después encontramos al niño. La Cruz Roja se lo había entregado a una pareja en Suiza, que lo devolvió. Tres meses después el bebé estaba en Venezuela. Su madre, la chica que ayudamos era historiadora y se quedó en Venezuela, donde al tiempo se casó con un camarada venezolano, ingeniero. Aquí hizo equivalencias y hasta un postgrado en historia universal. Muchos años después, nos encontramos en una conferencia de Lima, me dijo que tenía tres hijos más, y todavía pariría un cuarto. Después nos topamos en Caracas. En el 2005 era una chavista furibunda, y aún no había perdido del todo su acento. Me contó que iba poco a Chile porque los recuerdos se le alborotaban de inmediato y la hacían llorar mucho. "Es de inmediato Rafael que se me salen las lágrimas y no puedo parar de llorar". Hace tres años vi a otro de los chilenos que se quedó en Venezuela y que contó que 8 meses antes había muerto a los 73 años, su esposo había muerto cinco años antes.

Como dijo Silvio, "es una historia enterrada, es sobre un ser de la nada".

Definitivamente no estábamos preparados, o mejor dicho, no podíamos imaginar que después de la Segunda Guerra Mundial, veríamos horrores de esa magnitud. Esa barbarie le costó 17 años a los chilenos y 40.000 muertos. Y ahora tienen un presidente que se parece más a Pinochet que a la democracia de la que habla.

Después nos tocó conocer de los horrores en la Argentina de los fachos que durante siete años mataron a 35.000 personas, de 1976 a 1983, a razón de siete mil muertos por años.

A pesar de las redes, conocemos muy poco sobre los horrores de la guerra en Ucrania. Ni hablar de las barbaridades cometidas por los árabes en Yemen; o mucho menos de los genocidios cometidos por los yanquis en Afganistán.

Allende, al igual que toda la izquierda, nunca entendió que el enemigo nunca va a ceder. Chávez, al final de sus días, ya lo tenía claro. Sabía que la batalla sobre el enemigo es de todos los días, porque viene con distintos disfraces, los que se disfrazan de María Corina, o los que se ponen una franela roja rojita, para aparentar su compromiso con el proceso. Ahora la izquierda, o esto que queda, que pretende llamarse izquierda, tiene retos mucho más complejos.

Tantas vidas que se perdieron y Chile es hoy un país peor que cuando Allende.

Caminito de hormigas…

"Olmos no me vengas con cuentos que tú sabes cómo se bate este cobre, pero esa aparecedera por todos lados, de la noche a la mañana, de bola que está comenzando a rodar la imagen para hacerla candidata. Tu sabes que aquí nadie se chupa el dedo"

 

 

 



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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