El jaque de Podemos al PSOE: la construcción de un relato

«A los comunistas ingleses les es hoy frecuentemente muy difícil incluso acercarse a las masas, hacer que éstas les escuchen. Pero si yo me presento como comunista, y al mismo tiempo invito a que se vote por Henderson contra Lloyd George, seguramente se me escuchará. Y podré explicar de modo accesible a todos, no sólo por qué los Soviets son mejores que el parlamento y la dictadura del proletariado mejor que la dictadura de Churchill (cubierta por el pabellón de la "democracia" burguesa), sino también que yo querría apoyar a Henderson con mi voto del mismo modo que la soga sostiene al ahorcado; que la aproximación de los Henderson a los puestos de su propio gobierno justificará mis ideas, atraerá a las masas a mi lado, acelerará la muerte política de los Henderson y Snowden, tal como sucedió con sus correligionarios en Rusia y en Alemania.» Vladimir Illich Uliánov, Lenin.

La jornada del 22 de enero puede considerarse como decisiva dentro del actual ciclo electoral que venimos viviendo. La oferta de Pablo Iglesias a Pedro Sánchez se puede valorar en función de los actos y declaraciones que se sucedieron a lo largo del día. En primer lugar, líderes destacados del PSOE como Eduardo Madina o Rubalcaba consideraban la oferta de un gobierno Podemos-PSOE-IU como un insulto y humillación al PSOE. Por la tarde, Mariano Rajoy declinaba someterse a una sesión de investidura propuesta por Felipe VI —piedra angular del bipartidismo y garante de la estabilidad del régimen del 78—, a sabiendas del posible fracaso, aunque, como afirma Víctor Casco, "Rajoy es más inteligente de lo que parece", pues "redobla la presión sobre un Pedro Sánchez que necesitaba ganar tiempo ante la oferta de Podemos y legitimidad una vez derrotado el candidato del PP". Tampoco se descarta una sucesión (siempre pensamos en Soraya Sáenz de Santamaría) y una coalición PP-PSOE-C´s, tal como sugiere la editorial de El País (y Metroscopia), el intelectual orgánico del régimen que diría Gregorio Morán. Desde IU, Alberto Garzón ha puesto el programa por encima de negociaciones futuras, aunque no las ha rechazado.

Una pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿A quién le gratifica un pacto con el PSOE? Dentro del campo democrático-popular, creo que a pocas; yo no soy una de ellas. Hemos visto los fallidos intentos de la izquierda de arrastrar al PSOE hacia posiciones que antaño defendían los "socialistas". El resultado fue que la izquierda transformadora fue la que se vio arrastrada por las dinámicas del PSOE e integrada en las lógicas del régimen, con el beneplácito de sus dirigentes. Andalucía es el caso más sintomático de aquella estrategia fracasada. Muy pocos dirigentes de IU se posicionaron públicamente en contra, como Julio Anguita, mientras que una mayoría conformada por pactistas y ortodoxos –supuestos enemigos en el debate, pero grandes aliados en la estrategia organizativa inmovilista y funcional al régimen— bendecían el pacto andaluz. ¿Quiere decir esto que cualquier pacto o acuerdo es una traición a las clases populares? La respuesta es no. Un pacto, un hecho en sí mismo y por sí solo no es representativo de nada; es su interacción con el resto de actores y sus respectivas posiciones políticas las que orientan la efectividad o el fracaso del conjunto de tácticas. Esto nos viene a decir que las verdades son concretas en coyunturas convulsas y estructuras fuertemente edificadas. Un pacto con el PSOE es improductivo cuando lo firman quienes aspiran a mantenerlo, quienes quieren ir a remolque de las lógicas del régimen y pretenden hacer a los "socialistas" un poquito más de izquierdas a cambio de un espacio electoral para la organización, aunque sea pequeño. Esto constituye política de migajas y transformismo.

Nos podemos preguntar ahora qué diferencia hay entre el pacto que propone Pablo Iglesias al que en su día pudieron aceptar Paco Frutos o Diego Valderas, entre otros. Es sencillo: la concreción del momento, el reparto de roles, las voluntades de los dirigentes y la estrategia global que conoce lógicas y cloacas del Estado. Debemos ser conscientes de que esto no es un intento de limpiar el PSOE de sus acciones políticas pasadas, sino de abrir brecha, disputar no sólo su voto, sino su gobernabilidad, y destruir su relato. Se trata de una forma de echar al PSOE de la obra, pero no para sustituirlo por otro actor similar, sino para cambiar el guión. Ofrecer un gobierno al PSOE en estas circunstancias de cuchillos en mano y barones que se mueven entre luces y sombras, constituye una estocada al partido en su conjunto (relato y papel en el régimen). Hay virajes tácticos, discursivos, incluso estratégicos; es política, la concreción de la verdad en cada momento; Lenin lo sabía muy bien. Lo que hoy es útil mañana puede no serlo, y viceversa.

Como dice Manolo Monereo en este artículo el PSOE es el verdadero partido del régimen. Su papel en la Transición permitió cercar a la izquierda, a todo el movimiento de oposición antifranquista democrática y revolucionaria, subsumiendo sus demandas y marginando sus estructuras organizativas, integrándolas en el régimen en algunas ocasiones y caricaturizándolas en otras. No es el búnker de ideas aparentemente contrarias el que consigue el domino más efectivo sobre la población, sino quien mejores consensos genera con los subalternos para que, al mismo tiempo, acometa las reformas estructurales más agresivas contra la ciudadanía. Lo que el PP no podría haber hecho de primeras sin generar un estallido social, lo ha podido hacer el PSOE. Privatizaciones, desindutrialización, integración en la UE y la OTAN, etc., son prueba de ello. El "partido del régimen" es el que hegemoniza las posiciones políticas de la clase dominante a la que sirve, y es contra tal partido que se debe elaborar una estrategia compleja, arriesgada y tenaz.

La política no son declaraciones de buenas intenciones, sino poder, hechos y relatos. De momento tenemos lo último, pero está sirviendo de palanca para reconfigurar el imaginario colectivo. La oferta de pacto al PSOE no es la justificación de un gobierno un poco más de izquierdas, un poco más social o con unos pocos menos recortes, sino la construcción de nuestra historia, aquella que alberga unas reformas muy concretas inasumibles para el PSOE (garantizar derechos sociales y un modelo de encaje territorial democrático), pero a su vez condicionan al mismo ante sus votantes tradicionales si las rechaza. De momento se ha arrinconado al adversario sociológico del progreso, hazaña nada desdeñable, aunque insuficiente.

El próximo 30 de enero se reunirá el Comité Federal del PSOE, el cuál puede emular una ‘Noche de los cuchillos largos’, con una Susana Díaz y unos barones conscientes del precipicio al que se pueden ver abocados si aceptan el órdago de Podemos. Mientras, el PP es el primer partido político de nuestra historia reciente imputado como tal ante la Justicia. Siguen siendo casta, mayordomos de los ricos, trama; se trata de ser más inteligentes que ellos, no subordinarse a sus lógicas y movimientos, tomar la iniciativa a favor de una mayoría social que necesita ser rescatada con urgencia bajo el nuevo proyecto de país. En un momento en el que la crisis de gobernabilidad se agrava, y avanza el proceso destituyente hacia los gestores políticos, es necesario actuar, adelantarse al enemigo y arrinconarlo. Se trata, como en toda batalla, de disputar el sentido común de las gentes a las élites, articular el sujeto popular, demostrándole que se puede, pero que los enemigos de la democracia no quieren, y que es el bloque de Podemos el que ha movido ficha. Se presentan nuevos peligros por cada táctica, pero también posibles avances. Los tiempos y la voluntad de los capitanes dirán; de momento soplan vientos favorables en la tormenta. Jaque al Rey.



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