¿Podemos? …de que se puede, se puede!!

En primer lugar el movimiento español Podemos dejo claro su cariz de ser un elemento desestabilizador, pues en un contexto bipartidista, el tercero sobra. Podemos, nace como cualquier movimiento de trasformación del siglo XXI, de las desventuras, de la miseria, de la pobreza, de las penurias que el sistema capitalista mundo ha infligido a millones de seres humanos del planeta. Tiene su más cercano antecedente del movimiento M15 que tomo las plazas españolas para protestar por los recortes en las ayudas sociales que dejo a millones de españoles en la indigencia y desamparados, mientras los banqueros se hacían más ricos. De allí en adelante el camino andado lo revindica como la fuerza política con mayor crecimiento exponencial dentro de España. Los califican de filo-chavistas, por haber estudiado in situ las experiencias organizativas sociales en Venezuela y Bolivia. Además el responsable del programa político de Podemos, Juan Carlos Monedero, nunca ha escondido la experiencia acumulada al lado del líder de la revolución bolivariana Hugo Chávez.

Pero ¿cómo se desestabiliza una democracia? La pregunta parece ingenua, pero no lo es. Porque nos lleva a otra interrogante más profunda y que nos puede servir para responder la primera. ¿Es realmente una democracia, un régimen que se desestabilice al percibir, recibir o introducir una tercera opción? Hace algunos años la social-democracia europea vibraba de emoción, con el hallazgo de una "tercera vía". Si examínanos la historia europea de postguerra, encontramos que se desenvolvió entre 2 opciones principalmente, los conservadores y los socialdemócratas. Es decir entre la derecha pura y la derecha reformista. Pero al fin de cuentas, derecha es derecha. Entonces ¿que era esa quimera de una "tercera vía" o más bien una "segunda" derecha?

El esquema, reformas más, reformas, menos funciono, mientras en su articulación al sistema internacional no existiesen perturbaciones significativas en el contexto de dominación. Pero qué pasa cuando la perturbaciones dejan de ser evidentes y se convierten en contradicciones cuasi-insuperables, y cuando la solución a esos antagonismos consiguen un protagonista que los interprete, se puede hablar de desestabilización o sin caer en juicios de valor, no sería mejor hablar de adecuación, reacomodo o en su vertiente más "revolucionaria" de trasformación, de evolución de la democracia.

Y no hablamos de cualquier democracia. Cuando nos referimos a España, hablamos de una democracia parlamentaria con una monarquía a sus espaldas. Es decir dentro de un sistema político conviven un procedimiento que se encarga de asegurar la igualdad, aunque no con la contundencia de la vertiente participativa y directa, con otro diametralmente opuesto que se encarga de certificar lo contrario, los privilegios y las prerrogativas. Algunos dirán, no te preocupes, es cultural. A lo mejor tendrán razón, pero que hacer cuando ese tercero llega, sin anunciarse, ¿cómo queda la democracia? A lo mejor serán muchas preguntas con pocas respuesta, pero la realidad está allí y Podemos representa esa realidad que marcha muy bien en las encuestas, esas evidencias que los técnicos usan para elevar el nivel de ansiedad de los políticos en apuros, dejando la advertencia que estos instrumentos varían en función a quien los solicite.

Otra certidumbre de la cual no podemos olvidarnos es que los sistemas bipartidistas, son en esencia sistemas estáticos, la alternancia en el poder es un rasgo definitorio. Solo ocurre la crisis en la medida que se acercan las elecciones y por supuesto la solución a la crisis, siempre está del lado del opositor con opciones. Es más, mientras más opciones tenga de ganar, la crisis que advierten será más concluyente, más irreversible, más insuperable, sin obviar, que podría ser "la peor crisis de la historia…" (ponga el lector el nombre o la época de cualquier país y obtendrá un político bipartidista en campaña), no tendremos que ser muy perspicaces para saber quién porta la solución. Y mientras esa alternancia se mantenga en el tiempo y espacio, como por arte de magia en el imaginario político colectivo, las diferencias que pudiesen tener los dos partidos políticos lentamente se diluyen, hasta quedar amalgamados en una sola unidad. Allí es cuanto el pueblo (potencial elector) los identifica con la crisis, es decir la pírrica diferencia de forma se une a la simetría de fondo. Ya no hay duda, son la misma cosa. En ese estado de cosas es muy factible que la clase política tradicional entre en barrena. Mucho más con el cierre de año 2014 que tuvo la "casta", con más de 2.000 imputados y los 150 casos abiertos por corrupción entre los dos (ex) grandes partidos

Así las cosas España se apresta a unas elecciones históricas. Ciertamente españoles y sus conmilitones de la "peña europea" no deben ver con mucho agrado lo acontecido en Grecia. Mucho menos España que en cuestión de autonomías nos recuerda al célebre cuero seco de nuestro Guzmán Blanco. Lo pisa aquí, se levanta allá. El referéndum de Cataluña finalizando el 2014 fue un trago amargo para el "establishment" español. No queremos ser pesimistas pero la metáfora de "sentados en un barril de pólvora" cae como anillo al dedo. Y de esa explosión tiene, debe nacer una nueva España, mucho más incluyente, mucho más democrática. Cuidado sino nace una nueva Europa. Si en el siglo pasado asustaba el "fantasma del comunismo" en el siglo XXI asusta el "espíritu de la democracia".



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