Desde 1990 en Chile gobierna el “partido único”

El ‘familisterio’ conforma ese partido, pues sus miembros se distribuyen en los dos bloques políticos principales, y el objetivo no es otro que “cuidar la salud del capitalismo” y privilegiar sus propios intereses particulares.

CADA DÍA QUE pasa, en asuntos políticos, el gobierno de Michelle Bachelet parece entusiasmado en acentuar la veracidad de las estrofas musicales interpretadas por el inigualable Víctor Jara, “Usted no es ná, no es chicha ni limoná” … pues como bien dice la canción, “se lo pasa manoseando, caramba zamba, su dignidad”.

En este caso, la tal ‘dignidad’ es el programa que la actual mandataria voceó urbi et orbi durante su campaña, el que ciertamente hoy dista mucho de la realidad en que se han insertado los mediáticos ofertones prometidos antes de los comicios electorales por la Nueva Mayoría, ya que el cambio de dirección experimentado por los vientos ex concertacionistas parecen llevar al país, derechamente, hacia allí… a la derecha, valga la redundancia, aunque, a juicio de muchos, la coalición oficialista nunca ha dejado de pertenecer a ese sector de la política planetaria. Y los fríos hechos les dan la razón.

Pero, mirado el asunto con  la paciencia que amerita toda reflexión, se podría concluir que en estos décadas post dictadura tanto la ex Concertación como la Alianza han rebajado el quehacer político –y la política misma- a niveles indignos.  Ambos bloques han utilizado artimañas detestables (como la mentira, el engaño y la traición) para agenciarse las riendas del gobierno, transformando el que debería ser un noble oficio en actividad propia de rateros y delincuentes. En ello, sin duda alguna, se han hermanado.

Hoy resulta difícil diferenciarlos si tal asunto se intenta mediante la distinción que pueda ofrecer la ideología, puesto que en esta cuestión están férreamente enlazados y atados con  las sogas del capitalismo neoliberal, única correa de transmisión que les permite movilizar sus maquinarias de poder.  Por ello, no debe resultar sorprendente ni extraño que a algunos (quizá, a muchos) de aquellos que fueron conspicuos dirigentes del bando alfa, se les vea trabajar ardua y entusiastamente en el gobierno del bando beta.

Es que desde los años finales de la dictadura militar comenzó a cuajar con cemento hormigón la cofradía –amplia y de múltiples tentáculos- que hemos llamado “familisterio”; una extensa red de parentescos sanguíneos, comerciales y amicales  que se ha adueñado no sólo de gran parte de la economía del país sino, además, de sus principales instituciones,  e incluso de actividades que hasta hace algunas décadas eran consideradas ‘menores’ (en lo financiero), pero ‘interesantes’ (en lo público) como es el caso del fútbol profesional.

Lo comentado en las líneas anteriores fue conocido en años pretéritos como “tener huevos en todas las canastas”. No importa si la canasta es de la derecha dura, de la centroderecha o de la socialdemocracia, e incluso en la izquierda blanda… lo que sí importa es tener huevos en cada una de ellas, asegurando los intereses particulares y de grupo, independiente del color que tenga la canastita del gobierno de turno.  

A partir de esa insanable asociación se explica la existencia de la hermandad duopólica misma que ha permitido a los miembros de la gran cofradía familisterial gobernar el país desde el mismo momento en que el pueblo  –un día de octubre de 1988- creyó haber derrotado a la dictadura con el histórico plebiscito del ‘NO’.  La fórmula para mantener engañado al elector era (y sigue siendo)  la misma que describió el escritor italiano Tomasso di Lampedusa en su obra “El gatopardo”.  Es así que hoy transitan con desparpajo desde la derecha dura (Alianza) a la centroderecha (Concertación), de allí a la derecha financiera (Alianza y Piñera) a la centroderecha con arrepentimientos sociales (Nueva Mayoría)… pero, todas ellas vigiladas y controladas por los verdaderos dueños de las canastas, el empresariado transnacional. En este asunto encontramos ejemplos variopintos, como el de Ricardo lagos, o el de José Miguel Insulza… y para qué volver a mencionar a individuos tales como Patricio Aylwin, Ignacio Walker, los hermanos Zaldívar (tanto el que falleció como el que sigue ‘aportando’ a la política criolla), Camilo Escalona, el ‘gordo’ Correa, los ‘europeos’ Tironi, Brunner y Ottone… y así, un listado similar. 

Durante largos años creí, erradamente, que Alianza y Concertación podían ser representadas por figuras como “patrones y mayordomos”, respectivamente.  Hoy mi opinión tiene un pequeño toque de diferencia. Alianza y Nueva Mayoría son las castas de mayordomos que cuidan y administran los intereses de un patrón de mayor enjundia económica: las gigantescas corporaciones transnacionales, mismas que también dirigen organizaciones planetarias, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuya labor y esfuerzos están orientados principalmente a preservar e incrementar el poder económico y político de esas mega corporaciones empresariales y financieras.

Y es así entonces, puesto que conforman un “partido único” y en el sistema que administran resulta punto menos que imposible estructurar referentes políticos que puedan competirle con probabilidades de éxito, al ser dueños de todo (y cuando digo ‘todo’ me refiero también a la prensa) les queda fácil armar trinquetes, mentir en despoblado y borrar con el codo aquello que han prometido en campañas. La cuestión es darle al país la zaranda del garrote y la zanahoria, entendiendo que el primero de los nombrados  no es arma contundente para golpear cabezas, sino leyes que apuntan a desplumar  sin misericordia a la población, entregándole de vez en cuando una zanahorita convertida en bonos, los que resultan tan inútiles como querer entibiar el agua del océano con una vela. 

Y allí están los socios del duopolio, participando amarraditos y tomados de la mano en cuanto negociado infame existe en el país; desde las AFP’s e ISAPRES hasta establecimientos educacionales, clínicas de salud, bosques, bordes de mar, transporte público y del otro, lagos, glaciares y un ‘cuantuay’ que llega hasta más allá del canal Beagle.  Pero, a objeto que no se note demasiado la corruptela y el enriquecimiento ilícito, cada cierto tiempo anuncian “ingentes problemas en la economía”, como ahora, ya que aseguran muy campantes que el país se encuentra en “desaceleración económica”. Vaya, vaya con estos tipos.

¿Desaceleración? ¿Hasta cuándo mienten? No hay ‘desaceleración’. Vean estas cifras entregadas por Fundación SOL:
* Ganancias de CENCOSUD subieron un 115,18% en comparación a mismo período año 2013.
*  Al mes de julio 2014 la Banca chilena registra utilidades DIARIAS de $6.790.000.000 (seis mil setecientos noventa millones de pesos), es decir, un 38,6% más que el año 2013.

*  Las utilidades más altas de los últimos nueve años registraron las ISAPRES durante el primer semestre de este año, al totalizar $ 40.804 millones, según las cifras que maneja la Superintendencia de Salud. El monto se traduce en un alza de un 45,7% en comparación con el período enero a junio de 2013, cuando las utilidades llegaron a $ 34.181 millones, las más bajas registradas por la industria.

¿Desaceleración? Que no sigan intentando meternos el dedo en la boca... ellos jamás se “desaceleran” en sus actos predadores si de esquilmar a la gente y expoliar al país se trata. En ese contexto, las AFP’s llevan la voz cantante, pues tal como lo informó la página web cooperativa.cl cinco de seis administradoras de fondos de pensiones registran un alza en sus ganancias durante el primer semestre de 2014, según lo constatado por la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS). Es el caso de Habitat, Cuprum, Planvital, Modelo y Capital, que sumaron ganancias en rangos que van desde 31 a 52 por ciento, por montos que alcanzan los 52 mil millones de pesos.

Y cuando alguien escribe denunciando estos hechos, no falta el chileno que salta a la palestra calificando al crítico como “rencoroso” (aunque ‘resentido’ es el apodo más usado por quienes defienden su derecho a ser expoliados, engañados y ninguneados). Esas personas que así opinan de quienes exigen honestidad y justicia social en las políticas del país, desconocen (u olvidan) que en Chile subyace una situación aterradora, responsable también de la enorme y profunda brecha económica y de desigualdad social que nos mantiene en el negativo ranking de los 10 países con peor distribución de la riqueza existentes en el planeta,  ya que el 1% de la población -junto a 30 grupos económicos y transnacionales- continúa negándole al país recibir la friolera de sesenta mil millones de dólares al año… esa cifra, aproximada por cierto, es producto de la incomprensible autorización oficial que nuestros gobiernos entregan a mega empresas para llevarse a paladas los recursos naturales, como es el caso de nuestro cobre, ya que el 70% de ese metal queda en manos privadas y se va al exterior (además de los metales asociados a cada una de las libras de cobre, como oro y molibdeno), amén que sus empresarios pagan en Chile tasas de impuestos que son risibles en cualquier país medianamente civilizado.

Agréguese a ello lo que los dueños del capital expolian a través de las AFP’s  e ISAPRES, y se obtendrán cifras astronómicas que señalan, insanablemente, cuánto y cómo depredan a nuestro país las grandes empresas y corporaciones, con el visto bueno y concupiscencia del gobierno de turno, obviamente… es decir, con el apoyo y participación del ‘familisterio’ que nos gobierna y esquilma desde hace décadas, haciéndonos creer que Alianza y Nueva Mayoría pertenecen a riberas distintas de este río llamado ‘política’, cuando, en estricto rigor y cruda realidad, son parte activa del mismo flujo torrentoso que nace en las altas cumbres de la Historia con el nombre de ‘capitalismo’.



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Arturo Alejandro Muñoz


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