Marca el colapso de la política de Washington hacia el Medio Oriente

La muerte del embajador norteamericano en Libia

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona


Strategic Culture Foundation
http://www.strategic-culture.org

Aquellos que siembren vientos, cosecharán tempestades.

La reciente tragedia provocada por la exhibición de la película “La Inocencia de los Musulmanes” –la muerte del embajador Christopher Stevens y de tres miembros de su personal consular—en Bengazi, ciudad que se hizo famosa como el epicentro de la “revolución libia” y la extensión de la ira musulmana por todo el mundo, marca el carácter central de lo que está ocurriendo en este momento en la política internacional. Al margen del número menor de muertes, estos eventos vaticinan problemas para Estados Unidos que a la larga podrían políticamente eclipsar incluso al 11 de septiembre.

En este momento que marca un hito, resulta imposible ocultarle al público en general lo que hace mucho tiempo es un secreto a voces entre la comunidad de expertos –el genio liberado por los nuevos Aladinos norteamericanos en la región del mundo donde nació ese cuento mitológico, no hará realidad los deseos de nadie y ni siquiera permanecerá dentro de los límites prescritos. Más bien este mágico ente tiene sus propios designios y se desmoronan las esperanzas de Washington que las fuerzas que propulsó hacia el poder a través de protestas populares por todo el mundo árabe, serían agradecidas por el respaldo de Estados Unidos hasta el extremo de renunciar a su legado e intereses. La agenda norteamericana detrás de este apoyo no es posible ocultársela a los socios de Washington y otros en el Oriente. En el plano verbal, pareciera que la contribución de Estados Unidos es apreciada pero el egoísmo norteamericano a penas disimulado provocará respuestas alineadas con los cálculos autónomos del mundo árabe, sin que se perdonen las ofensas en gratitud por la pasada asistencia. Existe una siniestra ironía en el hecho que el diplomático norteamericano caído, Christopher Stevens, fue el coordinador de la ayuda de Estados Unidos a la oposición libia en la época en que esta luchaba contra el régimen de Gadafi. El sentido común indica que “una revolución es como Saturno, devora a sus propios hijos”, pero, como hemos visto, podría también devorar a los padres.

Numerosas causas –desde la acumulación de la energía de las protestas sociales hasta los juegos que se realizan en oscuros grupos y centros en el exterior—se mencionan para explicar el fenómeno de la Primavera Árabe. Una combinación de todas ellas debió producir los resultados conocidos con precondiciones objetivas producto del descontento de las masas jugando el rol principal, pero el punto de partida que no debe ser pasado por alto, fue la adopción del gobierno de Obama de cierta doctrina que tuvo una enorme y prolongada repercusión en el Medio Oriente.

Las políticas del ejecutivo norteamericano son articuladas según las denominadas Directrices Políticas Presidenciales, DPP, las cuales son por lo general precedidas por Estudios Políticos Presidenciales, EPP. Esto último incorpora la asesoría de varias instituciones de gobierno para luego ser presentado al Consejo Nacional de Seguridad, CNS el cual dentro del lapso de algunos meses confecciona las DPP. Lo anterior siendo una práctica tradicional, gira en torno a la seguridad global o a problemas más específicos de la política exterior norteamericana y permanece bajo estricto secreto. Sus títulos –principalmente aquellos del EPP que tienen que ser circulados a escala bastante amplia—ocasionalmente se hacen conocidos fuera de la comunidad autorizada. Por ejemplo, la página web de la Federación de Científicos Norteamericanos, FAS (sigla en inglés) es un centro de análisis no partidista e independiente, tiene una lista de diez EPP recopilados durante la presidencia de Obama (http://www.fas.org/irp/offdocs/psd/). De acuerdo con esta página, el EPP 11 tentativamente titulado Reforma Política en el Medio Oriente y Norte de África fue emitido el 12 de agosto del 2010 lo cual sugiere que una DPP para arrancar con la reforma –con la participación de la CIA, el Departamento de Estado y el gigantesco aparato propagandístico de Estados Unidos, más los correspondientes recursos a ser aportados—tuvo que ser firmado a finales de año. Es posible que se trate del DPP 13 cuyo título fue mantenido en secreto.

Es difícil creer que los autores de los documentos hayan sido capaces de prever los cambios tectónicos que su iniciativa tendría la virtud de acarrear. La creencia en el poder ilimitado de Estados Unidos, sostenida por los teóricos de la conspiración y probablemente apoyada desde el interior del gobierno norteamericano, pareciera una grosera exageración lo cual ocasionó que el dicho “Akela se equivocó” * se escuchara cada vez con mayor frecuencia. El supuesto subyacente en las directrices es que la democracia al estilo occidental se extendería a través del mundo árabe en cuanto los regímenes seculares y desafiantes como en Libia y Siria o las envejecidas dictaduras como en Túnez y Egipto ean derribadas y se realizan elecciones en países que están en lista para la modernización. La presencia de fuerzas del radicalismo islámico no fue necesariamente ignorada pero amansarlas y redireccionarlas no se vio como un problema insoluble. La primera señal que este concepto se estaba manifestando puede encontrarse en el discurso que Obama pronunció en el Cairo en el mes de mayo del 2009.

Los analistas que tratan el Medio Oriente sobre una base profesional –por ejemplo, el grupo que se centra en la DEBKA de Israel, el equivalente de STRATFOR de Estados Unidos—estuvieron desde un comienzo preocupados por la miopía de Washington y advirtieron que las fuerzas que se desatarían en las venideras revueltas no sería posible controlarlas. La política y la religión en el mundo árabe pueden estar estrechamente entrelazadas, las elecciones libres en él empoderarán a las fuerzas que hagan campaña sobre la base de los valores musulmanes tradicionales y comúnmente aceptados y rechazarán a los abstractos modelos occidentales. Este es exactamente el escenario que vemos materializarse.

La reacción norteamericana frente a la serie de éxitos alcanzados en la región por la Hermandad Musulmana y sus similares y el fortalecimiento generalizado de sus agrupaciones radicales, fue de confusión, no de optimismo. La gente que toma las decisiones en Estados Unidos en relación con el Medio Oriente, tuvo que adaptarse a lo que venía en la medida que fluían las noticias y en breve lapso se empezó a publicar fracasos espectaculares como éxitos cuidadosamente planificados de antemano. Para el actual gobierno norteamericano, admitir los grandes errores está fuera de toda consideración, tomando en cuenta el hecho que las elecciones presidenciales se están acercando, al contrario, Washington le dio con moderación el crédito a la Hermandad Musulmana sosteniendo que esta agrupación mantendrá intactos los acuerdos con Israel y Estados Unidos, que será absolutamente colaboradora y confiando en la palanca financiera para ponerle las riendas al Cairo y demás. Al mismo tiempo –y contradiciendo la lógica de la más amplia política norteamericana—Washington expresó satisfacción por el hecho que los musulmanes no pudieran obtener la mascada del león en las primeras elecciones luego de la revuelta en Libia, aunque el reciente drama de Bengazi indicó que al margen del ángulo desde donde se mire, no existe absolutamente nada que celebrar.

Para evitarle a los nuevos amigos una oleada de críticas completamente merecidas, la Casa Blanca pretende no tener conocimiento de hasta qué punto los países pos Primavera Árabe han comenzado a ignorar las más elementales normas democráticas tales como los derechos de la mujer que podían darse por descontados antes de los cambios de régimen y cuan rápidamente se desplazan hacia la introducción de la Sharia que es parte de las tradiciones locales pero imposible de reconciliar con las normas democráticas occidentales. Estos países se comprometen cada vez más con las monarquías del Golfo Pérsico, las cuales se destacan por su desprecio por las libertades civiles, en tanto la creciente sensibilidad de Estados Unidos por la diferencias con el mundo islámico, claramente preocupa a Israel cuyo primer ministro abierta y ferozmente critica las políticas hacia el Medio Oriente del gobierno de Obama. Bajo ciertas circunstancias –como en Siria en este momento—Washington cede el rol principal a sus socios, preocupado por el radicalismo de las fuerzas anti-Assad, pero sigue ayudándolos. Estados Unidos capitaliza la división entre Shias y Sunis pero el efecto lateral de esta política es una creciente dependencia norteamericana del campo Suni.

Se debe tomar en cuenta, además, que el nivel de respeto por Estados Unidos en el Medio Oriente bajó a un nivel sin precedentes debido a la guerra de Irak y su consiguiente cuerda de escándalos, lo cual hace que la Hermandad Musulmana sea cada vez más reacia a asociarse con Occidente, lo cual refuerza las posiciones de los rivales Salafi de línea dura. Los musulmanes moderados se sienten muy incómodos hasta de sacar provecho de la tendencia de Washington de poner mala cara y al igual que el presidente egipcio, M. Morsi, públicamente se distancian de Estados Unidos. En general, la evidente brecha civilizatoria sigue estado crónicamente abierta. Por lo tanto, el presidente Obama tiene que vérselas con graves problemas y cada opción en la mesa acarreando más dolores de cabeza. Por una parte, la Casa Blanca limita su respuesta a una retórica de fuegos artificiales y otras medidas inservibles, como el envío de dos destructores a la costa libia, el mundo, incluyendo la parte islámica, pronto se dará cuenta que Washington no está a la altura de la situación que es de su propia factura y la región se tornará bastante inmune a mayores influencias norteamericanas. Sin duda alguna el equipo del Sr. Romney no se va a perder esta brillante oportunidad para atacar a Obama por su posición en la carrera presidencial. Las encuestan indican que las aptitudes para la política exterior que antes ocupaban el tercer lugar de la lista, ahora la están encabezando. Actualmente los comentaristas dicen que Romney no debió atacar a Obama por su política exterior de manera tan dura antes que pasara el shock nacional que siguió luego de la tragedia de Bengazi. Por la otra, una reacción violenta de Estados Unidos desataría nuevas protestas y una mayor radicalización del mundo árabe donde la ira no está enfocada específicamente en la famosa película sino que está dirigida hacia todo el Occidente con su percibida ausencia de barreras de cualquier tipo.

Sería profundamente erróneo alegrarse por las dificultades que está enfrentando Estados Unidos. La situación adviene con un creciente número de víctimas, una oleada de caos sobre la región y una sensación de aterradora imprevisibilidad. El culpable es Estados Unidos, con toda certeza, pero ningún país se beneficiará de esta situación y encontrar una solución requerirá esfuerzos globales. Al margen de quien gane la próxima carrea presidencial en Estados Unidos, la Casa Blanca tendrá que aprender que un avenimiento y avance en el Medio Oriente, podría solo basarse en el respeto por las tradiciones locales y por los intereses de todos los países y fuerzas políticas involucrados. Además, ha llegado la hora en que Estados Unidos decida hasta qué punto está dispuesto a coordinar con otros países competentes, incluyendo Rusia –en iguales condiciones—los esfuerzos que apunten a lograr que la región regrese a la normalidad.

*Referencia a un episodio descrito en “El Libro de la Selva” de R. Kipling

Nota.- Sus comentarios y opiniones acerca de este artículo serán bienvenidos en

editorial@strategic-culture.org


Esta nota ha sido leída aproximadamente 1337 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter