Lai laja il ala (solo Dios es Dios)

Fui, soy y seré sufi

Recuerdo que en mi adolescencia una  noche soñé que galopaba sobre un corcel negro alrededor de un inmenso palacio, Estambul, sabía que quedaba allí éste mágico lugar. Acababa de terminar de leer el cuento de Borges “Los inmortales” y atribuí a esto mi cabalgata onírica. Algo siempre me unió a oriente, desde mis lecturas de Herman Hesse, “viaje a Oriente” entre otros, la magia oriental acompaña mi vida. Ateo de nacimiento gracias a dios, como escribió algún notable, mi desarrollo en lo religioso se mantenía absolutamente virgen, sin rezos colgando en mi memoria, sin estampas ni velas, llegué a ese momento en la vida que uno cuestiona al absoluto, donde se templa el espíritu al saber de nuestra finitud. 

Hoy me he sentado a recordar mi propia historia, trato de entender que pasa en oriente, Libia me duele como si la hubiera vivido, su revolución igual. Lo cierto es que en mi adolescencia leí aquel libro titulado “Cuentos Derviches” y ésta lectura me amarró de forma sorprendente con esa beta que se llama sufismo. Idrish Sha, y su hermano Omar Alí, recuerdo, fueron el encuentro de esta búsqueda religiosa que solo una vez viví y con la que el resto de mis días acompañaré esa angustia de sentido que  es la religión. 

No hubo otra manera que tomar un avión a Paris, Luis Anza, un argentino que dirigía la dirección de arte suramericano en el museo el Louvre, era la clave, él era sufi, conocía las danzas derviches y podía ser mi contacto. Su esposa quedó a cargo de mi hija y Luis me llevó a mi primera reunión sufi.  

Sufi, según me contaba Luis significa los más cercanos al poder superior, la escuela y sus cuatro puertas, la sabiduría eterna estaba custodiada por nosotros los sufi, el secreto eterno del Islam. Luego de mi estadía en Paris, contacté por un tiempo grupos sufi en Latinoamérica, recuerdo una iniciación en que un grupo numeroso éramos aceptados como sufi y dentro de una bolsa de mezclilla se guardaron pequeños papelitos con los cien nombres de Alá. Cada uno de nosotros debía escoger el suyo, ese nombre determinaría nuestro futuro. Se nos “rezaron una batas” que cosían las mujeres y que de cualquier manera nos serían investidas el día de nuestra muerte, hubiera pasado el tiempo que fuera desde aquel momento. Mi nombre fue “Ya Latif”, según se me dijo “el escogido de Alá” Luego se me llamó aparte y se me informó que lo más probable es que nunca más nos contactáramos pero que yo ya tenía un destino que cumplir, para la nueva vida de la especie humana. Que tan solo nunca en mis momentos de soledad dejara de rezar el Al fatijá, que es, según creo la primera página del Corán, que la comunicación se mantendría a otros niveles no comprensibles para mi.  

“Vismilar rasmar errajim, huanjandulila arabi aramin”, y el resto de éste rezo me acompañan y serenan en mi camino solitario sobre esta vida.  

Escribo estas intimidades de mi propia historia, para buscar en colectivo la gran fuerza que el islamismo representa. Una comunión con el verdadero sentido de la vida, es lo que puede lograr que la propia vida valga menos que la entrega al sentido de una verdad suprema. Los árabes son las espadas, las enfrentas que tiñeron de rojo los desiertos, los portadores de las voces de los dioses, la relación del ser con el universo inmenso que nos acoge. Hay una presencia en la voz que grita desde oriente, desde siempre, resuena en mí, en todos. Occidente nos ha atrapado en otro mundo muy pueril y materialista y hoy pretendemos saber más que aquellos que trajeron las tablas con la enseñanza milenaria de nuestro origen. 

Algo me une a los árabes, se que el destino de mi humanidad pasa por una sabiduría que se teje en silencio, tan valiosa como la de nuestros ancestros en nuestra  América. Esos pueblos tienen la sangre comprometida con la fe más que con el dinero vil, por eso soy prudente al emitir juicios sobre Libia y los sucesos de  Arabia entera, donde lo que se juega es el destino de la humanidad, y fiel a sus guerreros jenízaros a los que pertenezco. 

Yo me declaro ateo porque me opongo a las iglesias que nos separan en castas para oprimirnos y explotarnos, pero soldado de la religión simple del hombre sencillo que se reencuentra con el sentido de la vida. Las enseñanzas sufi fueron armando un especial sentido crítico que me acompañará hasta mi muerte. Se que vivimos tiempos de cambio y cuando estoy solo, con mi propia vida, se que hay un hilo imperceptible que me une a ellos. 

brachoraul@gmail.com

Viva la liberación de todos los pueblos palestinos!!

Venceremos. 

Comparto para ustedes algunos cuentos sufi:

CUENTOS SUFIS 
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NASRUDIN 
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OTROS RELATOS  
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El Cuento de las Arenas 
La Historia del Cerrajero 
La Prisión 
Saber Sentir el Sabor 
Nómadas del viento 
La Mecha 
La Hermosa Sirvienta 
Los Isleños 
La isla 
Mushkil Gusha 
La Recompensa del Desierto



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Raúl Bracho


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