PSUV: Avanzaremos con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes

“En este nuevo partido se elegirá por la base a los líderes”. Que sea el pueblo el que tome las decisiones”. Presidente Hugo Chávez. Discurso de la Unidad. 15 de Diciembre del 2006.

Los militantes del PSUV asistimos y participamos a otro acontecimiento importante en el accionar del partido como son las postulaciones y próximas elecciones para delegados y delegadas al Congreso Extraordinario a realizarse a partir del 21 de Noviembre. Pero en este proceso se manifiestan hechos que ameritan análisis de fondo y no circunstancial.

Todo proceso revolucionario es dinámico y lleno de contradicciones. Se expresan valores del momento ético social en el desarrollo de las sociedades. Pero estos tienen que ser urgentemente superados en nuestra transición socialista. En esta nueva coyuntura de las postulaciones al Congreso Extraordinario se presentaron maniobras y trampas para postular candidatos, rivalidades de grupos de interés por el control del partido, ferias de vanidades donde se exhiben pugnas por nombres, circulación de listas y líneas impuestas desde instituciones, retahíla de mensajes de texto sin contenido y sin ideas promoviendo candidatos. Todo esto no es novedad. En el Congreso Fundacional, en Febrero del 2008, se decidió por una figura que daba discrecionalidad a los delegados y delegadas al tener que postular 3 nombres para la posterior elección a la Dirección Nacional. Al final las elecciones nacionales para dicha dirección se decantaron por los más mediáticos y candidatos con muy buen perfil, pero poco conocidos y sin recursos para convocar, no fueron electos. Situaciones parecidas se presentaron en otros procesos internos de postulación. La nueva metodología repite un esquema enredado y excluyente que entuba las propuestas venidas desde las patrullas y al final, de nuevo, la elección se dirigirá hacia los candidatos mediáticos o con mayor capacidad de convocatoria. En estas ocasiones nos encontramos que la movilización es mayor cuando nos congregamos para elegir o postular a alguien, pero esto no se da cuando se realizan jornadas formativas o de trabajo voluntario. La electividad no se puede convertir en un fetiche. Peor aún cuando esa electividad tiene componentes de dispersión y exclusión. Hay un elemento adicional, los delegados y delegadas al Congreso Extraordinario no tendrán que rendir cuentas a nadie directamente, ni tendrán el compromiso de tomar propuestas que vengan desde las bases, no habrá ningún tipo de intermediación. Así se inserta abiertamente en el partido el principio de la representatividad donde el delegado y delegada actuará y votará de acuerdo con su propia conciencia. Se crea una dicotomía entre las bases y aquellos que decidirán importantes factores en el avance del partido. Además, como ocurrió en el C. Fundacional, la agenda ya estaría precocinada.

Un partido auténticamente revolucionario requiere que todos sus cuadros tomen parte, con sus saberes, experiencias, propuestas e iniciativas. Es el comandante que continúa definiendo el curso y los tiempos de la revolución. El sigue encarnando la aspiración y la tradición de lucha del pueblo venezolano. Pero en el PSUV existen sectores de la dirigencia conservadores, burócratas y reformistas que le temen a la participación del pueblo. No creen en los órganos naturales de deliberación, ya que la movilización de las masas populares es el factor determinante en el avance revolucionario. El papel de una vanguardia clara es importante, su responsabilidad es mayúscula. Ella debe actuar como facilitador y sistematizador de las experiencias de lucha del pueblo, debe ser ejemplo de ética revolucionaria; su práctica tiene que ser coherente entre lo que se dice y lo que hace. En cambio nos encontramos usualmente con una dirigencia que solo lucha por sus intereses. Citan al pueblo de la boca hacia fuera, pero que en su conciencia interior lo desprecia y no confía en sus capacidades y potencialidades. Que ven al militante como rellenos de concentraciones. La “jefean”. Convocan para que ejecuten sin cuestionar las decisiones tomadas por ellos. Minusvaloran y cosifican al militante, como objeto de sus maniobras y no como sujeto de transformación.

Para las y los militantes de base en algo más de dos años de vida del PSUV, desde la activación de los batallones y circunscripciones, pasando por el Congreso Fundacional y los tres procesos electorales y postulaciones a dirección nacional y equipos políticos regionales, arribando a las patrullas, sus tareas y actividades en el partido han sido intensísimas. Por lo tanto la experiencia acumulada de la militancia de base ha sido extraordinaria. Esto ha permitido dar un salto cualitativo en los niveles organizativos y de conciencia colectiva en todos los cuadros de la revolución. Los cuadros se han forjado en las diferentes áreas orgánicas: logística, movilización, propaganda, agitación, defensa electoral, relación partido gobierno, articulación del partido con movimientos sociales, atención de los puntos rojos, organización de jornadas de cedulación para nuevos votantes, salas técnicas, comandos de campaña, trabajo voluntario, etc. Se han analizado y defendido las leyes revolucionarias. Las asambleas de batallón, de circunscripción, de Gobierno Parroquial, de delegados, de juventud PSUV y ahora de patrullas han sido espacios sobresalientes de encuentro de la inmensa masa psuvista. La mayor parte de las veces enfrentaban necesidades con las uñas y autogestionando recursos, otras veces tratando de corregir líneas trazadas de manera errática por la dirección. Las bases han respondido sobradamente a pesar de sus niveles desiguales de conciencia y de militancia. Uno de los argumentos que se esbozaron “sutilmente” para desactivar los batallones es que se les responsabilizó porque solo “se activaban para buscar cambures”. No se puede negar las contradicciones de estos factores organizativos pero si vamos a hacer una evaluación seria, todo, absolutamente todo tiene que someterse a diagnóstico. Y nunca, por parte de de las direcciones, ha existido ningún tipo de rendición de cuentas o de autocrítica.

Las tareas del partido por parte de la militancia se han hecho con compromiso y disciplina, pero como dijo el Ché, esa disciplina revolucionaria no puede ser mecánica si no que debe venir de la conciencia. Una consciencia que tiene que ser crítica para tratar de corregir los errores pero por sobre todo para que cada acción, por mas pequeña que sea, sirva de elemento formativo para todos los cuadros involucrados y no se conviertan en meros operadores de un partido pragmatista, electoralista. La crítica y autocrítica, los errores y los aciertos, en fin la acumulación de experiencias desde la perspectiva revolucionaria son primordiales compilarlas y sistematizarlas para determinar acciones. Es preciso sacar las conclusiones acertadas para sirvan de impulso para determinar el rumbo correcto de la revolución y enfrentar la poderosa e inescrupulosa organización capitalista. Sin debate inclusivo, sin compilación, sin sistematización no habría centralización de las experiencias, no habría unidad de acción, no habrá la necesaria racionalidad y cientificidad socialista y la visión estratégica se dispersa. En resumen, no habría socialismo. Y parece que hubiese más premeditación que improvisación en que esto ocurra. Si todo el tiempo se impone el tareísmo y la prisa no queda entonces margen para replantearse nada, entonces no hay análisis estratégico ni ideológico; queda el espacio vacío del centro y solo cabe el pragmatismo, el electoralismo y el oportunismo.

Frente a las contradicciones que se manifiestan en el seno del partido es preciso tomar vigorosas acciones. No basta con gritar o denunciar las trampas o que la metodología no sirve. Tenemos que ir más allá.
El partido revolucionario es la herramienta fundamental para la revolución. Es urgente alejarlo de la situación límite por la que circula. A falta un partido revolucionario se perdió la revolución española. Sin el la dirigencia en la Comuna de París vaciló y claudicó y el pueblo parisino fue masacrado implacablemente.
Las masas militantes tenemos que unir nuestras luchas. Necesario es hacer un llamado urgente a la solidaridad y la combatividad de clase.
La dualidad dirigencia – militantes de bases es evidente. Es necesario superarla desplazando a los sectores oportunistas y burócratas del partido combatiendo radicalmente los vicios y valores de la vieja práctica politiquera plantando resistencia común. Acabar con la cosificación del militante recuperando los valores de transformación. Definir estrategias ante la agudización de las contradicciones de clase.
La militancia tiene que exigir rendición de cuentas a la dirigencia del partido.
Es necesario conformar una poderosa red de articulaciones de patrullas a nivel local y nacional. La patrulla no puede estar aislada. Hay que extender las luchas hacia otros espacios y movimientos sociales. La intermediación producto de estas articulaciones generará espacios de encuentro colectivos donde se debata, dialogue y determinen acciones concretas.
Gestar una corriente de opinión que contraste con el reformismo, el oportunismo. Para ello hay que despojarse de cualquier ambición candidatural, de la defensa de figuras y buscar la unidad detrás de ideas fundamentales.
Específicamente con relación a la coyuntura actual, se había propuesto realizar pre-congresos locales para democratizar el Congreso Extraordinario. Lamentablemente esto no se dio. Pero debemos promover desde las patrullas, desde los espacios de articulación, la discusión, la proposición y debate puertas afuera de todo lo que se geste allí. El congreso debe llevar y traer la discusión y proposición de lo que se vaya a discutir y que valga como ejercicio de formación para patrulleros y patrulleras. Las patrullas no nos debemos conformar con que una vanguardia esclarecida determine la dirección del partido.
Apropiación por parte de todo el colectivo militante de los procesos de proposición, deliberación y acuerdo y estructuración del Congreso. Hay que presionar fuertemente para que ello se presente. Los delegados y delegadas no pueden ser representantes y si facilitadores y si sistematizadores.
Es necesaria una ruptura con la lógica de partido cuantitativo, donde el depredador domina y se impone la ley del más fuerte, donde se impone la competencia por acumular conciencias.
De acuerdo a la correlación de fuerzas que se defina en el seno del partido desencadenará su desplazamiento al centro, un choque histórico o rebelión de las bases.




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