(Respuesta a Vladimir Lazo)

En defensa de la Revolución Socialista

En el primer suplemento de Alaizquierda (semanario del PSUV) fechado el 26 de mayo, Vladimir Lazo aborda en un amplio articulo titulado “La transición venezolana al socialismo” el proyecto socialista venezolano desde una amplia perspectiva histórica, económica, política y cultural. Son muchas las virtudes de su análisis; sobre todo cuando explica la incapacidad de la burguesía nacional para desarrollar la economía venezolana o cuando analiza la necesidad de la desaparición de la propiedad privada de los medios de producción para llevar a buen termino la transformación socialista en Venezuela. Sin embargo, Vladimir Lazo parece no llegar hasta las últimas consecuencias de sus postulados al plantear que la transición al socialismo en Venezuela debe de ser un proceso paulatino y prolongado en el tiempo.

Al escribir esta respuesta no me mueve ningún afán personal contra Vladimir Lazo, a quien por lo demás no conozco. Mi única motivación es profundizar y aportar al debate de las ideas, tan necesario para orientar adecuadamente el proceso revolucionario.

Venezuela no es ninguna excepción histórica.

El mencionado artículo comienza haciendo un balance del proceso de emancipación del siglo XIX como antecedente de la actual transición al socialismo. En el se dice entre otras cosas, lo siguiente: “Pero hay cosas que el pueblo sabe no sólo porque se encuentre en su memoria oral, sino porque las ha tenido que vivir, como que el resultado de la guerra no fue su libertad, sino la libertad para la misma oligarquía que lo había gobernado despóticamente antes de vencer a los españoles... La conciencia de esa traición explica por qué siempre hemos sido tan levantiscos e irreverentes y por qué estamos siempre listos a arriesgar la vida por la libertad”.

Todo esto muy cierto pero hay que tomar en consideración que el caso Venezolano no supone ni mucho menos una excepción histórica. Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, la mayor parte de los pueblos de América y Europa vivieron su propia revolución. Los mismos Estados Unidos lograron la libertad frente a la metrópolis inglesa por vía revolucionaria. En Europa, la Gran Revolución Francesa se extendió por todo el continente. Incluso los españoles hubieron de emprender su propia guerra de liberación nacional contra el imperio napoleónico.

Tampoco el desenlace tiene nada de excepcional. En todas partes las clases populares, que habían cargado sobre sus hombros con el peso de la lucha, vieron como una nueva oligarquía burguesa se adueñaba del poder. Y realmente no podía ser de otro modo; pues el desarrolló de las fuerzas productivas en aquel momento determinaba que debía ser la burguesía la nueva dueña de la sociedad, para poder iniciar de este modo el desarrolló capitalista.

Igual que ocurriera en el pasado, la Revolución Bolivariana actual no responde únicamente a causas específicamente venezolanas. No es más que la expresión más acabada de la resistencia internacional contra el dominio del capitalismo imperialista. No obstante, hay ideas dentro de la tradición bolivariana, como son el antiimperialismo y el internacionalismo, que resultan enormemente valiosas para la transición al socialismo.

¿Dos modelos de transición?

En su articulo Vladimir Lazo contrapone de un modo artificial el modelo de transición revolucionaria aplicado en China y Rusia con otro modelo en donde “Las transiciones pueden ser lentas y dirigidas por una “vanguardia” desde el Estado” que supuestamente se estaría poniendo en practica en Venezuela actualmente.

No hay un solo caso en la historia mundial donde se haya logrado superar con éxito el capitalismo sin recurrir a la vía revolucionaria. En cuanto a los casos de Rusia y China no es exacto afirmar que “…en estas revoluciones no se abolió totalmente la propiedad privada, sobre todo la propiedad de la tierra. Siempre convivieron variadas formas de producción privadas en la Unión Soviética, y sigue siendo así en China”. En el caso de Rusia uno de los primeros decretos del gobierno soviético en Octubre de 1917 establecía la nacionalización de toda la tierra para su posterior reparto y entrega en usufructo a los campesinos. Posteriormente la explotación del campo fue colectivizada, si bien siguiendo los métodos burocráticos y brutales seguidos por Stalin en la URSS y Mao en China, lo cual creo todo tipo de desequilibrios y alienó al campesinado del proceso revolucionario. Respecto a China la realidad es que desde hace ya algunos años se ha consumado allí el proceso de restauración capitalista y el mercado es la realidad económica dominante; por lo que no ha lugar a referirse ya a China como un país “socialista”.

El argumento que se da para justificar la conveniencia de aminorar la velocidad de las transformaciones en Venezuela es que hay que tener en consideración “la oportunidad política y el cálculo de las fuerzas internacionales”.

Respecto al tema de la oportunidad política la experiencia histórica pone de manifiesto que prolongar el proceso de transición al socialismo es dar oportunidades al enemigo de clase para aplastar la revolución. En el caso de Alemania o España en los años 30 la contrarrevolución fascista no espero a que la revolución socialista se materializase, basto la amenaza representada por las organizaciones obreras para desencadenar la represión. El caso del Chile de Salvador Allende es también muy ilustrativo a este respecto.

En cuanto a la cuestión de la situación internacional y la necesidad de aminorar los cambios internos para ajustarlos al proceso político en los demás países hermanos de Latinoamérica; el ejemplo de la Revolución cubana de 1959 demuestra que no es equivocado “adelantarse” al resto de la región. Sin duda alguna el aislamiento al que se ha visto sometido Cuba ha dificultado enormemente el desarrollo del socialismo en la isla, pero no es menos cierto que Cuba se ha constituido en un referente de primer orden para las luchas de toda Latinoamérica y más allá. De todos es conocida la autoridad política y moral que Fidel Castro y el Che tienen sobre el presidente Chávez; y no hay que menospreciar la influencia que este referente cubano tuvo en el origen de la Revolución Bolivariana. Si subordinamos el proceso de integración revolucionaria de América Latina y el Caribe a la búsqueda del “mínimo denominador común” este se estancara. Debemos concebirlo como un proceso de avance dinámico que necesita de una vanguardia. Actualmente Venezuela reúne las condiciones políticas y económicas para convertirse en esta vanguardia continental; a condición de que complete su transición al socialismo.

La expropiación de los expropiadores.

Vladimir Lazo señala muy acertadamente que “Una revolución socialista, sin el control de los medios de producción por parte del cuerpo social, para realizar sus proyectos, no es tal”, sin embargo esta reapropiación de los medios de producción se entiende como un proceso gradual y paulatino, donde además la expropiación de la burguesía no es anunciada con nitidez.

La construcción de un fuerte sector agroindustrial, de distribución y financiero estatal a través de PDVSA parece ser la alternativa propuesta. Es indudable el potencial que tiene PDVSA para impulsar la construcción del socialismo en Venezuela. Sin embargo, en términos relativos, toda la fuerza de PDVSA palidece en comparación con la capacidad de la planificación democrática y centralizada del conjunto de los medios de producción del país.

La pretensión de querer “sustituir” o incluso de “comprar” a la burguesía nacional y a las empresas extranjeras en Venezuela a través de la ampliación del sector estatal es una idea fundamentalmente antieconómica, ya que implica un derroche extraordinario de recursos. Si esto aparece como una opción viable en Venezuela es sólo debido a los elevados precios del petróleo en el mercado mundial. Y aunque estos precios se han mantenido al alza durante bastantes años nada asegura que en el futuro no vayan a desplomarse; no podemos considerar al precio del petróleo como una constante ya que obedecen a factores coyunturales completamente al margen de las decisiones del gobierno bolivariano. En cualquier caso, los recursos extraordinarios provenientes de la renta petrolera estarían mucho mejor empleados en financiar la industrialización del país una vez se hayan sentado las bases de una economía socialista que en preparar (léase dilatar en el tiempo) dicha transición.

De este modo surge la necesidad de expropiar a los grandes conglomerados capitalistas. No hablamos aquí de la abolición de la propiedad privada como tal sino de la nacionalización, bajo control de los trabajadores, de las principales palancas de la economía nacional que aun siguen en manos de la oligarquía y las trasnacionales. Aquí se plantea también la espinosa cuestión de las indemnizaciones: si fuese posible en general garantizar la paz social y la seguridad del proceso revolucionario a través de ellas, habría que considerarlas como un elemento fundamental en la transición al socialismo. Pero la propia experiencia de Venezuela pone de manifiesto que ninguna cantidad de dinero va a apaciguar al imperialismo, que combate a la Revolución Bolivariana no porque sea una amenaza para sus inversiones sino fundamentalmente porque es un mal ejemplo para los pueblos del mundo y en consecuencia debe ser sofocada. Desde este punto de vista las indemnizaciones deberían limitarse a los pequeños y, en todo caso, medianos accionistas para quienes las acciones no son más que un medio de ahorro personal.

En definitiva, alargar el proceso de expropiación de la burguesía significa mantener vivo un poder hostil a la revolución como reconoce el propio Vladimir Lazo al decir que en “…una sociedad dirigida por los propietarios privados de medios de producción, quienes, al dirigir la producción de la riqueza, y al acumular capital mediante esa producción, no sólo usan a toda la sociedad para la producción de su riqueza privada, sino que, en haciéndolo, redistribuyen el poder en la sociedad recayendo, la mayor parte de él, en sus propias manos, y adicionalmente modelan la conciencia de los ciudadanos y los preparan para ser sólo consumidores en lugar de ser ciudadanos”. Permitir la existencia de grandes empresas privadas, y consecuentemente de la preeminencia del mercado, supone además un obstaculo insalvable para el establecimiento de la planificación económica centralizada (que es donde reside la principal ventaja economica del socialismo sobre el capitalismo).

Pero además el proceso de transición no es unidireccional; la lucha de clases sigue presente en Venezuela y los cambios introducidos hasta ahora por la revolución son todavía reversibles. En este sentido hay que criticar muy duramente el programa de “reimpulso productivo” presentado recientemente por el gobierno bolivariano en boca del presidente Chávez y que incluye entre otras medidas la creación de un fondo de 1.000 millones de dólares para la constitución de empresas mixtas entre el estado y el empresariado venezolano. Hay que señalar que si los empresarios se decidiesen ahora a colaborar con los planes del gobierno no seria porque de repente se hayan vuelto “bolivarianos” o “socialistas” sino únicamente para defender sus intereses de clase, que son incompatibles con la propia revolución.

Lo dicho para la gran industria es igualmente aplicable a la banca privada (pues como bien señala Vladimir Lazo es aquí donde se concentra una gran parte de los ahorros de la población Venezolana, que hoy sirven al lucro de unos pocos pero pueden ser usados en beneficio de toda la sociedad) y a la propiedad de la tierra (donde el despoblamiento y tradicional abandono del campo venezolano puede ser revertido a través de grandes explotaciones agropecuarias a cargo del estado puestas a trabajar colectivamente y con tecnología punta). Faltaría aun una medida indispensable para proteger a la economía planificada de las presiones del mercado mundial capitalista, y es el monopolio estatal del comercio exterior. De esta manera el estado tendría un control absoluto sobre las importaciones y las exportaciones, lo cual es indispensable para distribuir las inversiones en las diversas ramas productivas (con la ventaja de que se podría prescindir además del control de cambios, que tantos inconvenientes y distorsiones acarrea).

Evidentemente, este programa económico de transformación socialista no puede simplemente “decretarse”. No es una tarea exclusiva del presidente Chávez; la responsabilidad fundamental recae en manos del movimiento obrero organizado. Y muy especialmente en los sectores clasistas y combativos del movimiento sindical venezolano, que deberían dejar de poner tanto énfasis en la lucha meramente reivindicativa para luchar por la extensión y generalización del control obrero en la economía venezolana. Tampoco el PSUV debería quedar al margen de este proceso ya que junto a la estructura de batallones territoriales deberían constituirse batallones socialistas en todas las fábricas y empresas, lo cual seria la mejor garantía para que fuesen los socialistas quienes impulsasen y liderasen los consejos de trabajadores en las mismas.

Por la democracia obrera.

La política ocupa un lugar central en la transición al socialismo. Lenin solía referirse a la política como “economía concentrada”, expresando así la idea de que era precisamente a través de la acción política como se podían desencadenar los cambios económicos que darían a la sociedad una nueva base sobre la que organizarse. En este sentido es una pena que en el artículo de Alaizquierda no haya más que menciones generales a la necesidad de superar la “sociedad civil” imperante bajo el capitalismo.

Lo que realmente demanda la situación política venezolana es la destrucción revolucionaria del estado burgués (heredado de la IV República y todavía existente) y su substitución por la organización de los trabajadores como clase dominante. Esto es a lo que los clásicos del marxismo se referían al hablar de dictadura del proletariado, pero que, por la forma política que le es más acorde, podemos denominar también como democracia obrera.

Esto podría ser interpretado como una apuesta por la revolución violenta frente a la opción que la Revolución Bolivariana ha hecho por una transformación pacifica de la sociedad. Nada más lejos de la realidad. Toda verdadera revolución es en si misma un acto de autoridad, conlleva necesariamente cierto grado de coacción contra los grupos sociales que han sido desplazados del poder, pero esto no implica automáticamente el recurso efectivo a la violencia. El que una revolución degenere en guerra civil, depende, no tanto de la forma que adquiera esta como de la correlación de fuerzas entre las clases en pugna. De este modo, seguir dilatando en el tiempo la transformación socialista en Venezuela aumenta el riesgo de estallidos de violencia provocados por la contrarrevolución interior o la agresión imperialista.

En el caso de la Unión Soviética la dictadura del proletariado se expreso primeramente a través de la alianza obrero-campesina; de igual manera la democracia obrera en Venezuela necesitara de la participación política activa de los trabajadores asalariados junto al resto de sectores oprimidos de la ciudad y el campo. Debido a las condiciones de atraso, aislamiento y guerra civil en que surgió, el poder soviético se vio obligado a tomar toda una serie de medidas de excepción como la retirada de los derechos políticos a las clases explotadoras o el privilegiar la representación política de las ciudades frente al campo. Medidas de excepción que probablemente no sean hoy necesarias en Venezuela.

Seguramente el camino más rápido para la superación del estado burgués en Venezuela sea de la mano de los consejos comunales. Pero para ello deben convertirse en verdaderos órganos de poder del pueblo trabajador; órganos soberanos a los que se subordinen el resto de instituciones del estado. Esto requiere que los consejos comunales se federen a nivel municipal, regional y nacional asumiendo todo el poder. Para ser exitoso este proceso no puede ser realizado parcial y paulatinamente tiene que ejecutarse a velocidad acelerada.

Es el deber de los alcaldes y gobernadores que se dicen revolucionarios el ayudar a acelerar este proceso de transferencia de poder; aunque deben ser las masas populares las protagonistas del mismo (y para evitar que una burocracia se eleve sobre ellas es imperativo establecer desde el primer momento la elegibilidad y revocabilidad en todo momento de todos los cargos de elección popular, así como su retribución en base al salario medio de los trabajadores en su región). El propio gobierno revolucionario pasaría a ser la expresión de este nuevo poder comunal soberano y por tanto responsable ante el mismo.

Las bases de la conciencia socialista.

Respecto a los aspectos culturales e ideológicos de la transición al socialismo, Vladimir Lazo comenta: “En consecuencia, significa también, que parte esencial de la construcción del socialismo reside en la elaboración cultural de la nueva estructura social, para que el ciudadano sepa, conciente de su capacidad de vivir activamente, lo que significa, actuar pensando como planificador de su sociedad y su historia, y pensar para llevar sus planes y pensamientos a la vida de su comunidad, o sea, hacer la historia “con nuestras propias manos”, y dirigir su propia vida, de manera autónoma”. Lo cual es 100% correcto pero hay que tener en cuenta que esta nueva manera de entender el mundo sólo se puede extender al conjunto del pueblo trabajador si sus condiciones de existencia se transforman en líneas socialistas. En palabras de Marx “el ser social determina la conciencia” y no al revés.

La principal tarea es la de crear las condiciones socio-económicas necesarias para el desarrollo de una conciencia socialista: el pueblo trabajador debe comprender que sólo a través de su acción colectiva en el marco del socialismo puede elevar sostenidamente sus niveles de vida y desarrollar todas sus potencialidades, pero para que ello ocurra es menester que se apliquen las medidas económicas y políticas descritas más arriba. Aquí es necesario incidir específicamente en la necesidad de reducción de la jornada laboral. Los trabajadores deben de tener el tiempo suficiente después del trabajo para hacerse cargo directamente de los asuntos de su comunidad y del estado, formarse y elevar su nivel intelectual. Por ello el movimiento obrero debe de hacer propia la propuesta de 30 horas semanales contenida en la reforma constitucional y ponerla en práctica allí donde sea posible.

Conclusiones.

Para concluir podemos afirmar que para consumar exitosamente la transición al socialismo en Venezuela es necesario que la Revolución Bolivariana se haga “permanente” y ello en dos sentidos. En primer lugar hay que romper definitivamente con las estructuras capitalistas que cada vez más limitan el desarrollo revolucionario: mediante la creación de un nuevo estado donde el control político se encuentre en manos del pueblo trabajador y mediante la expropiación a la burguesía de los principales medios de producción. Evidentemente la aplicación de estas medidas socialistas no resolvería de una vez y para siempre todos los problemas del pueblo venezolano, pero establecería las bases para que esto fuera posible.

Finalmente, una Venezuela Socialista no podría desarrollar todo su potencial ni resistir la implacable presión del mercado mundial capitalista si permanece aislada. Esto pone de manifiesto la necesidad de la Revolución Bolivariana de extenderse internacionalmente, estableciendo desde ya mismo los indispensables vínculos políticos con el movimiento obrero y popular de los países hermanos, con el objetivo de crear una Federación Socialista de América Latina y el Caribe.



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