Revolución y Contrarrevolución en Bolivia

olivia indígena

La cultura indígena del actual territorio boliviano se remonta a más de 5000
años. La cultura tiahuanaco, floreciente en las centurias del 600 al 800 de
la era cristiana, fue escenario, en enero del 2006, de la ceremonia donde el
presi-dente Evo Morales celebró, con los pueblos originarios y un día antes
de la to-ma del gobierno en el Palacio Quemado de la Paz, el triunfo popular
que lo lle-vó a la primera magistratura.

Se calcula que entre el 55 y el 60 por ciento de la población en Bolivia es
indí-gena. Quechuas y aymaras constituyen la gran mayoría de esa población;
chi-quitanos, guaraníes, ayoreos, guarayos, pausernas, chiriguanos y otros
grupos menores le siguen en importancia numérica. Los primeros se ubican en
el alti-plano y valles, los segundos en el oriente boliviano. El resto de la
población es mestiza, una pequeña minoría es blanca.

El 60 por ciento de la población vive en las ciudades, el 40 por ciento en
el área rural. Bolivia tiene una superficie total de 108 millones de
hectáreas de las cua-les 72 millones no sirven para la agricultura ni la
ganadería. De las 36 millones de hectáreas aptas para las faenas
agropecuarias 32 millones están en manos de 40.000 empresas medianas y
grandes. Solo 4 millones de hectáreas quedan para los más de 500.000
campesinos pobres, casi en su totalidad indígenas.

Hace algunos meses, el Ministro de Tierras Alejandro Almaraz informó que 17
familias, personas y empresas, detentan 512 mil hectáreas de tierra en el
rico departamento de Santa Cruz.

Surcofundio, minifundio y latifundio, son términos que expresan formas de
pro-piedad de la tierra que delatan la injusticia social que sufre el pueblo
boliviano y en particular la población indígena.

Nace la “hija predilecta del Libertador”

Bolivia nace en 1826 como corolario de la guerra contra el colonialismo espa-
ñol. Todos sabemos que el Libertador Simón Bolívar se opuso en primer mo-
mento a la conformación de un país independiente con las provincias del Alto
Perú (así se denominaba a la región que constituía parte de las Provincias
Uni-das del Río de la Plata). Más por iniciativa del Mariscal Sucre se llevó
a cabo un congreso que decidió por la independencia, denominando al nuevo
país con el nombre de Bolivia, en homenaje al Libertador.

Los Libertadores expulsaron a los colonialistas y la oligarquía expulsó a
los Libertadores.

Poco tiempo duró Antonio José de Sucre en la presidencia de la nueva repúbli-
ca. Si bien su gobierno fue ejemplar en todos los aspectos, la oligarquía
boli-viana conspiró de tal forma que logró apartar al Mariscal de Ayacucho
de la presidencia, echando por tierra todos los decretos revolucionarios
emanados de Bolívar y de las medidas progresistas asumidas por Sucre.

La oligarquía boliviana así, alcanzaba su doble objetivo: expulsar a la
burocra-cia española y también a los libertadores del colonialismo. Toda
Bolivia se con-vertía en una gran hacienda y campo minero para usufructo de
unas pocas fa-milias aristocráticas.

De ahí en más, la “hija predilecta del Libertador” quedó sumergida al
arbitrio de una clase dominante sustentada en la explotación del indio y el
pueblo en su conjunto. Tupac Catari, Pedro Murillo, Manuel Asencio Padilla,
Bartolina Sisa, Miguel Lanza, Juana Azurduy, Idelfonso de las Muñecas,
Vicente Camargo y tantos patriotas y revolucionarios que dieron su sangre
por la liberación, pasa-ron al olvido por la acción de los dueños de las
minas y las haciendas. El último intento por retomar las banderas
bolivarianas, llevado adelante por Andrés de Santa Cruz al constituir la
Confederación Peruano-Boliviana, también fracaso ante la conspiración de las
elites. Esa misma oligarquía, que históricamente traicionó, se vendió al
extranjero y explotó a su pueblo, es la que hoy atenta contra el gobierno
legítimo de Evo Morales.

El saqueo de Bolivia

Primero la plata, luego el estaño, más tarde el gas y el petróleo, siempre
los recursos naturales, fueron, durante más de 500 años saqueados por la
oligar-quía en complicidad con los imperios de turno (España, Inglaterra y
Estados Unidos). Bolivia así, en ese camino de explotación y atropello,
perdió su salida al mar ante la feroz embestida de la oligarquía chilena.
Luego se desangró en una guerra contra Paraguay inventada por las petroleras
Standard Oil (la actual Exxon de Estados Unidos) y la Shell (Inglaterra).
Más de 200 mil muertos, entre paraguayos y bolivianos, regaron con su sangre
el inhóspito territorio del Cha-co, donde las empresas imperialistas
pensaban que había petróleo.

Salvo breves interregnos, cuando gobernó “el tata” Isidro Belzú, protector
de indios y pobres, la insurrección indígena y campesina de Wilka Zárate,
los bre-vísimos gobiernos nacionalistas de Germán Busch, David Toro y
Gualberto Vi-llarroel, Bolivia fue una factoría anglo-estadounidense que
producía estaño, a costa del trabajo semi esclavo, para las metrópolis
capitalistas. El nombre de Simón Patiño, principal dueño de la minería
boliviana, quedó grabado en la memoria del pueblo como sinónimo del diablo y
su perversidad.

La Revolución Traicionada

La Revolución Boliviana de 1952, conducida por el Movimiento Nacionalista
Revolucionario, MNR, logró nacionalizar las minas y llevar adelante una
tímida Reforma Agraria. El MNR en el poder alcanzó algunos avances en la
inclusión social del sector mayoritario y más postergado de la sociedad: los
indígenas. Pero poco a poco, a través del constante accionar de la
oligarquía y el imperia-lismo, la revolución fue desdibujándose hasta
terminar traicionando los postu-lados fundacionales.

Nuevamente la oligarquía se enseñoreaba sobre la sufrida Bolivia. Gobiernos
entreguistas, dictaduras sangrientas, fuerzas de “izquierda” que ni bien
llega-ban al gobierno mutaban en derecha, fue la constante de las últimas
cinco dé-cadas de historia (seguramente con la excepción del brevísimo
gobierno de general Torres). El colmo: el gobierno de Gonzalo Sánchez
Lozada, presidente por el MNR ya neoliberal, que ni siquiera sabía hablar
bien el idioma español, ya que había sido educado en Estados Unidos y
pronunciaba el castellano con fuerte acento inglés.

Consenso Washington y resistencia popular

Este gobernante, Sanchez Lozada, fue quien llevó a último extremo la aplica-
ción del Consenso Washington en Bolivia: privatizaciones, fuga de capitales,
extranjerización de la economía, concentración de las riquezas, etc.

Pero ante tanta entrega, los movimientos sociales, que siempre resistieron
al modelo de explotación, fueron ganando en madurez y organización. La van-
guardia aparece en la región del Chapare, departamento de Cochabamba, donde
se planta la hoja de coca y se vende a precio superior a otros cultivos.
Allí es donde fueron a parar, expulsados por la miseria, el minifundio y la
des-ocupación en las minas, infinidad de trabajadores mineros y campesinos
del occidente boliviano. La experiencia sindical aportada por estos nuevos
trabaja-dores del Chapare ayudó a la constitución de poderosas federaciones
sindica-les campesinas. Uno de los principales dirigentes que encabeza esas
nuevas organizaciones combativas es Evo Morales Ayma.

Evo Morales

Combatidos por los gobiernos de turno y desde la embajada de Estados Uni-
dos, con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, los cocaleros
resistieron heroicamente la intervención de las fuerzas de seguridad del
Estado y de los agentes de la DEA. Hechos heroicos de todo un pueblo en
lucha se dieron su-cesivamente. El nombre de Evo Morales y los cocaleros
recorría Bolivia como sinónimo de rebeldía, lucha por la justicia social y
defensa de los recursos natu-rales.

El resto de la historia es reciente y conocida. La Guerra por el Agua en
Cocha-bamba, la Guerra del Gas en todo el territorio, la defensa de la coca
y los re-cursos naturales, el estallido social que echó al presidente
Sánchez de Lozada y la constitución del Movimiento al Socialismo como
instrumento político de las fuerzas sociales, fueron jalones que allanaron
el camino para que Evo Morales llegara a la presidencia por el voto popular
en diciembre de 2005.

Revolución Democrática y Cultural

El primer indígena que llega a la presidencia en Sudamérica fue un dato que
preocupó a las oligarquías de la región, como asimismo al Pentágono. Desde
el primer día en que asumió Evo Morales, 22 de enero de 2006, la
contrarrevolu-ción se puso en marcha. Nacionalización de los Hidrocarburos,
Reforma Agra-ria, redistribución más equitativa de las riquezas, llamado a
una asamblea constituyente, incorporación al ALBA, política soberana y
dignificación de los sectores más desprotegidos provocó la ira de las clases
dominantes bolivianas.

La contrarrevolución

La contrarrevolución plantó su centro de operaciones en el departamento de
Santa Cruz. Este departamento del oriente boliviano (9 departamento constitu-
yen Bolivia) es el más extenso en superficie (casi 1/3 del territorio
nacional) y su capital, Santa Cruz de la Sierra es la ciudad más poblada
(1.200.000 habi-tantes contra 800.000 de La Paz y 1.000.000 de El Alto). A
su vez, el departa-mento de Santa Cruz lidera a otros tres departamentos
también del oriente, que juntos constituyen la llamada “Media Luna”: Santa
Cruz, Tarija, Pando y Beni.

La “Media Luna” es la región donde más se concentran las riquezas del país:
hidrocarburos, ganadería, agricultura y madera. La decadencia de la minería,
la explotación de hidrocarburos y los productos agrícolas-ganaderos para la
ex-portación, trasladó de occidente a oriente el polo de riquezas. El 44%
del PBI de toda Bolivia lo aporta esta región. En consecuencia, la nueva
oligarquía bo-liviana se concentró mayoritariamente en esa localidad, centro
operativo de sus negocios y del quehacer político.
La “Media Luna”

Como nueva ciudad importante (la pujanza de Santa Cruz se remonta solo a las
últimas décadas), mantiene a una oligarquía tradicional que no se mestizó
con el enorme componente indígena del occidente. El “camba”, como se de-
nomina al santacruceño, es blanco, descendiente de españoles o de inmigran-
tes europeos y profundamente racista. El desprecio al indio, sea quechua, ay-
mara, chiquitano o guaraní es lo que los caracteriza como clase dominante.

Las “autonomías”

El pretexto para derrocar al gobierno de Evo entonces, es el tema de
las “auto-nomías”, que quiere decir: no dejarse gobernar por los indios de
occidente. Si el país ya no es más de nosotros –analizan- nos separamos y
constituimos nuestro propio país; para los indios el occidente, el altiplano
pobre; para noso-tros el oriente rico y pujante. Esta idea es apuntalada
permanentemente desde la embajada de los Estados Unidos y la Confederación
Internacional por la Li-bertad y Autonomía Regional, CONFILAR, suerte de
internacional latinoameri-cana que nuclea a los máximos exponentes de las
oligarquías zuliana, guaya-quileña y santacruceña.

Por lo tanto el tema de las “autonomías” no es una cuestión de carácter
político administrativo; sino profundamente político. Lo que se está
discutiendo es el tema del poder, o mejor dicho de quien ejerce el poder en
Bolivia.

El Plan inmediato

En atención a lo anteriormente expuesto, los antecedentes racistas y la
super-explotación a que ha sometido al pueblo boliviano, esta oligarquía se
expresa cotidianamente con una metodología fascista, que hay que tener en
cuenta a la hora de evaluar futuros escenarios.

El referendo autonómico que se plantea para el 4 de mayo próximo, puede po-
ner al país hermano al borde de una guerra civil. Probablemente esa
oligarquía no pretenda llegar a ese extremo, pero sí intenta producir
un “baño de sangre” o una gran conmoción interna, para exigirle al
presidente Evo Morales a pre-sentar una “renuncia digna”, con la excusa de
pacificar al país y evitar su des-membramiento. En síntesis, el objetivo
inmediato es presionar para que Evo renuncie, en un “gesto patriótico”, para
cambiar así la correlación de fuerzas.

El actual “empate”

Varios analistas e intelectuales caracterizan el momento actual como un empa-
te entre la revolución y la contrarrevolución. La puja entonces es por el
des-equilibrio de uno de los actores en juego. La oligarquía pretende
entonces des-equilibrar esta situación buscando la ventaja para sus
intereses, voltear al “in-dio Evo” y negociar con sectores más “potables” y
conciliadores. La extorsión permanente es la posibilidad de dividir el país
apelando a un supuesto derecho de “autodeterminación de los pueblos” que le
daría una fachada “democrática”, cuando realmente es una excusa para la
desestabilización del gobierno demo-crático y popular. La maniobra de la
contrarrevolución es excesivamente peli-grosa para ambas partes.

Separatismo y geopolítica

Asimismo se suma un nuevo elemento que podrían acelerar los tiempos de la
intentona separatista. Las elecciones del 20 de abril en Paraguay dieron el
triunfo a Fernando Lugo. Es pública la simpatía del sacerdote paraguayo con
el presidente Morales y eso más que preocupa al gobierno estadounidense. Una
importante frontera común hace que dos gobiernos progresistas puedan avan-
zar en un proceso de integración y complementación de inédita potencialidad.
Quienes justamente limitan con el oeste paraguayo son los departamentos de
la “Media Luna” boliviana. La doctrina del “Estado Tapón”, manejada por el
im-perialismo en varias oportunidades (caso Uruguay) vuelve a aparecer en el
horizonte de la geopolítica imperialista, así como pudimos verlo con la
reciente separación de Kosovo. No es casual que el actual embajador
estadounidense en Bolivia fue uno de los artífices de la “independencia” de
Kosovo.

Solidaridad plena y militante

Solo el pueblo movilizado y la solidaridad internacional ayudarán al
gobierno popular para enfrentar la embestida oligárquica imperialista. Es
fundamental en estos momentos montar una campaña internacional en favor de
Bolivia, denun-ciar la injerencia estadounidense y al fascismo boliviano,
cooperar acelerada-mente con el gobierno de Evo y poner en estado de alerta
y movilización a las fuerzas populares latinoamericanas.

El documento de solidaridad con Bolivia emitido por el Congreso Bolivariano
de los Pueblos es claro al respecto: “cada vez más, el destino de nuestros
pueblos está íntimamente vinculado”. Ningún esfuerzo habrá que escatimar en
defensa de Evo Morales, su legítimo gobierno y el pueblo boliviano. Es hora
de defini-ciones, es hora de una contraofensiva popular, que no es otra que
la profundi-zación del proceso revolucionario.

* Secretario de Organización del Congreso Bolivariano de los Pueblos, Presi-
dente de la Fundación Emancipación.

fernandobossi@emancipacion.org



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Fernando Bossi *

Historiador argentino. Co-Presidente de la Unión Bicentenaria de los Pueblos. Director de la Escuela de Formación Política Emancipación y del Portal ALBA alianzabolivariana.org

 fernando.bossi.rojas@gmail.com      @BossiRojas

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